La aprobación de los Presupuestos Generales del Estado ratificó, y hasta ha reforzado, el bloque de la investidura, y ha significado un respaldo político al Gobierno y a su presidente, Pedro Sánchez, que ha sobrevivido al año de la pandemia a pesar de no pocas crisis internas, y que se prepara para agotar la legislatura.
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El 8 de enero hará un año del nombramiento de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno tras las elecciones de noviembre de 2019, y el día 13 el actual Gobierno cumplirá su primer año. Todo ello en un escenario que apunta a una próxima remodelación por parte de Pedro Sánchez, dispuesto a soltar lastre, reducir ministerios, aligerarlo políticamente, incorporar ministros más técnicos, y sobre todo a rebajar la presencia de miembros de Podemos.
Con un recorte de carteras, intentará pretende lanzar a Bruselas un mensaje de mayor austeridad, en previsión de las ayudas europeas para la reconstrucción del país
A titulo de balance del año transcurrido, pero también mirando hacia ese cambio ministerial que se está diseñando en La Moncloa, los periodistas y analistas de Confidencial Digital han realizado un chequeo al Gobierno, ministro a ministro, en ese primer año de gestión.
Carmen Calvo
La vicepresidenta primera, y ministra de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, no disimula su incomodidad por compartir Consejo de Ministros con miembros de Unidas Podemos, con los que mantiene algunos pulsos, tanto con Pablo Iglesias como con Irene Montero. Pedro Sánchez la ha utilizado en varias ocasiones para impedir cualquier posibilidad de que el líder de Podemos se convirtiera en Presidente del Gobierno en funciones.
Ha luchado en esta legislatura por dos obsesiones que han marcado su carrera judicial y política: la reparación histórica por la dictadura franquista y la defensa del feminismo histórico. Presentó a mediados de septiembre el anteproyecto de su ley estrella, la ley de Memoria Democrática, cuyo período de consultas finalizó el 3 de diciembre.
Son conocidas las maniobras que efectuó para tratar de impedir que la cartera de Igualdad recayese en las manos de Irene Montero, porque considera que el feminismo es patrimonio exclusivo del socialismo. Así lo expresó en su famosa pulla a Inés Arrimadas durante un congreso del PSOE: “Ha aflorado que el feminismo es de todas y no, bonita. Nos lo hemos currado en la genealogía del pensamiento progresista y socialista”.
Como muchas feministas curtidas en la tradición del Derecho u otras ramas de las Ciencias Sociales, rechaza el concepto del género y el surgimiento de las teorías queer promovidas por autoras como Judith Butler. Su feminismo choca con la defensa de la autodeterminación de género que abandera el Ministerio de Igualdad de Irene Montero y que se enmarca en la futura ley trans.
Las encuestas de valoración de ministros le dan una nota de 4,3, es decir un suspenso, que es, por cierto, la misma que otorgan al propio Pedro Sánchez, y que le coloca en el puesto número seis y por tanto en el grupo de cabeza entre los miembros del Gobierno. Si se produce la crisis, es una de las más firmes candidatas a continuar.
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Pablo Iglesias
El vicepresidente segundo, y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, puede apuntarse algunos tantos políticos como resultado de su presencia en el Gobierno, uno de ellos la implantación del Ingreso Mínimo Vital. Para acelerar su puesta en marcha se peleó con el ministro Escrivá, encargado de la Seguridad Social, especialista en esa materia, que prefería esperar para perfeccionar el mecanismo de acceso a las ayudas. Dentro de esas presiones, llegó incluso a llamar a Ana Botín (Santander) y a José María Álvarez-Pallete (Telefónica), que le dieron el visto bueno.
Durante la negociación de los Presupuestos, logró el respaldo de Esquerra Republicana de Cataluña y EH Bildu, a los que sumó al bloque de la investidura, con lo que consiguió apartar a Ciudadanos de un posible acuerdo con el PSOE y arrinconarles de cara a unas hipotéticas elecciones en 2023, en las que de nuevo serán precisos pactos parlamentarios. Firmó una enmienda con esos socios para incluir medidas antidesahucios, que retiró para que se aprobaran por la vía del decreto ley. Otro de sus éxitos en lograr forma parte de la comisión que gestionará los fondos europeos
Su punto débil es Unidas Podemos, que está a la baja en las encuestas. El partido se encuentra desmembrado territorialmente y la portavocía nacional, con Isa Serra y Rafa Mayoral, no tiene liderazgo. Por si faltara algo, Iglesias tiene problemas con la Justicia a propósito de la famosa tarjeta de Dina Bousselham, un culebrón mediático que va a cumplir cinco años e involucra al encarcelado comisario Villarejo y a otros miembros relevantes del partido, como Gloria Elizo.
A conseguido salir incólume de la crisis del coronavirus, a pesar de que entre sus competencias figuran la residencias de la tercera edad. Es el miembro del Gobierno peor valorado en las encuestas, con una puntuación de 3,4, sólo por delante de Luis Planas, ministro de Agricultura.
Pedro Sánchez no acaba de fiarse de él, pero en caso de remodelación ministerial, dada su condición de líder de Podemos su continuidad en el Gobierno está asegurada.
Nadia Calviño
La vicepresidenta tercera, ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, se quedó sin uno de sus grandes objetivos: la presidencia del Eurogrupo, cuando fue derrotada por el irlandés Paschal Donohoe. El recelo de los países frugales por una presidencia mediterránea, semanas antes del enfrentamiento por el Fondo de Reconstrucción, frenaron en seco su candidatura.
Como parte de sus esfuerzos para frenar la influencia de Pablo Iglesias en el área económica del Gobierno consiguió parar la derogación de la reforma laboral que habían pactado PSOE (Adriana Lastra), Podemos y Bildu.
Han trascendido algunos de los enfrentamientos dentro del propio Consejo de Ministros, como ocurrió en el del 29 de marzo sobre el confinamiento total del país por el coronavirus. “¡No se puede parar la economía así como así” espetó la vicepresidenta. Sánchez replicó: “Te pido que no me hables en ese tono, Nadia. ¿Te crees que me gusta tomar esta decisión?”.
Conociendo su ortodoxia económica, desde el mundo empresarial no acaban de explicarse cómo ha ‘tragado’ con los actuales Presupuestos. Es el miembro del Gobierno más valorado según el CIS, y el único que aprueba, con un 5. Su permanencia en el Ejecutivo parece segura.
Teresa Ribera
La vicepresidenta cuarta, ministra para la Transición Ecológica, asistió, días antes del inicio de la legislatura, al pinchazo de la Cumbre por el Clima, y no ha sido capaz de llevar a cabo varios de sus compromisos más ambiciosos. Uno de ellos, el impuesto al diésel, una tasa vigente en otros países europeos y que también reclamaba un sector de Podemos, con Juantxo Uralde, de Equo a la cabeza. Quedó descartado en los Presupuesto por la oposición de PNV.
Durante las negociaciones con Iglesias para conformar el Gobierno de coalición, Teresa Ribera fue uno de las bazas de Sánchez para retener Medio Ambiente, una cartera codiciada por Unidas Podemos, que, entre otras cosas, buscaba complacer al votante joven del movimiento ecologista Fridays For Future, entonces en manos de Más País. Antes de sus malos resultados en las generales, Íñigo Errejón había tratado de convertirse en el nuevo partido verde español y así capitalizar los votos de la emergencia climática. Sánchez desarmó a Iglesias con una frase: “En cuanto conozcas a Teresa, tú también la querrás en tu equipo”.
Nada más llegar, dio un golpe de mano en Red Eléctrica, forzando la dimisión del presidente, Jordi Sevilla, ante las diferencias irreconciliables en asuntos como la gestión de los ingresos regulados en la factura de la luz.
Tiene fama de trabajadora incansable, de negociadora dura y por eso quizá aparece en numerosas ocasiones junto a Nadia Calviño en el hemiciclo del Congreso. Sin embargo, fuentes cercanas afirman que mantienen una relación meramente profesional.
A pesar de las expectativas que ofreció, es uno de los miembros del Gobierno que ha pasado más inadvertida, y se sitúa en la parte baja en cuanto a valoración de los ministros, con un 3,8. Con vistas a una remodelación, mantiene el apoyo de Pedro Sánchez.
Salvador Illa
El ministro de Sanidad, licenciado en filosofía, nunca imaginó que tendría que afrontar un reto tan descomunal como la pandemia de coronavirus. Llegó al ministerio como parte de la ‘cuota’ catalana, con el apoyo de Miquel Iceta, y cometió el error de no formar un equipo de expertos y especialistas, algo que ha pagado caro durante la crisis sanitaria.
Pedro Sánchez fue claro con el ex alcalde de La Roca del Vallés (Barcelona) el 10 de enero, cuando le llamó para formar parte del Gobierno. “Quiero que dediques un par de días a la semana a los asuntos del ministerio”. El resto del tiempo, debería centrarse en el conflicto catalán y en las relaciones con la Generalitat. La pandemia de coronavirus ha echado por tierra esos planes.
A falta de personas de mayor rango y peso en su equipo, Illa delegó en el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, gran parte de la comunicación del coronavirus. Por contra, Pedro Sánchez delegó en el ministro de Sanidad la defensa del actual estado de alarma en el Congreso, para no comparecer él mismo ante la Cámara.
Entre otros desafíos, Sanidad se ha negado a publicar en el Portal de Transparencia quiénes componen el famoso comité de desescalada, cuya existencia ha sido puesta en duda. Los datos sanitarios sobre la pandemia no invitan a aprobar la gestión de Illa, que al principio lideró los estados de alarma pero después ha dejado las rienda a las comunidades con el argumento de la cogobernanza.
Es el segundo ministro más conocido, evidentemente, y también el segundo más valorado. Hasta se ha ‘beneficiado’ de la pandemia, porque ha pasado, de una nota de 4,2 antes del primer estado de alarma, al actual 4,7. Se ha hablado de él como la apuesta de futuro en el PSC.
Margarita Robles
La ministra de Defensa ha mostrado una notable independencia de criterio a la hora de adoptar posiciones políticas, por ejemplo frente a Pablo Iglesias, al que en mayo criticó por hablar de insubordinación en la Guardia Civil. Cuando se apuntó la creación de un Comité de la Verdad, coincidiendo con las críticas de Iglesias a los medios que estaban informando del “caso Dina”, Robles declaró: “A ningún Gobierno, y mucho menos en democracia, le corresponde velar por lo que dicen los medios de comunicación en ningún caso”. Igualmente, ha defendido la presunción de inocencia del Juan Carlos I frente a las acusaciones continuas desde Podemos.
Cuando Podemos presentó enmiendas a los Presupuestos de su propio Gobierno para prohibir los desahucios, la ministra afirmó: “A veces, a lo mejor, algunos miembros del Gobierno se olvidan de que como Gobierno tenemos que gobernar para todos los españoles y no solo para aquellos que nos han podido apoyar con sus votos”. La podemita Ione Belarra, secretaria de Estado con Pablo Iglesias, le contestó en Twitter: “Efectivamente tenemos que gobernar para todos, no solo para los rentistas, la banca o los fondos de inversión. Por eso es urgente prohibir los desahucios”.
Al día siguiente, en TVE, Robles recordó a Pablo Iglesias que “el presidente del Gobierno es Pedro Sánchez. Eso a veces nadie debería olvidarlo, incluso dentro del Ejecutivo”. Belarra contestó en un tono muy duro, y con un ataque personal, en otro tuit: “Cuando eres la ministra favorita de los poderes que quieren que gobierne el PP con VOX, quizá estés haciendo daño a tu Gobierno. Ser humilde es no dejarse adular por la derecha mediática”.
Su gestión del departamento de Defensa ha sido bien considerada por los mandos militares, a los que ha defendido como colectivo, también tras las cartas enviadas al rey por algunos miembros del ejército. El despliegue de la Operación Balmis en plena primera oleada del coronavirus resultó eficaz, y la ministra alabó públicamente la labor de los soldados, diciendo que se sentía “emocionada” por su dedicación para con los fallecidos o enfermos crónicos.se s
Robles se sitúa en segunda posición de ministros más valorados, junto con Illa, al recibir una puntación del 4,7 en la encuesta del CIS. Es una de las personas de mayor confianza de Pedro Sánchez.
Yolanda Díaz
La ministra de Trabajo y Economía Social es un personaje en alza, al recibir una de las valoraciones altas de entre los ministros, con un 4,6, que supone la subida de tres décimas respecto al 4,3 anterior. Tiene el aprecio de Pedro Sánchez, que en principio querría seguir contando con ella en el Gobierno si aborda una remodelación.
Su primer logro fue la subida del Salario Mínimo Interprofesional, a pesar de la resistencia de Nadia Calviño. El acuerdo abrió una lista de pactos entre la patronal y los dos principales sindicatos. Protagonizó una de las grandes medidas gubernamentales para paliar la crisis del coronavirus: la promulgación masiva de los ERTE: 3.400.000 expedientes en el mes de mayo. Y después su mantenimiento.
Díaz ha conseguido también la promulgación, en septiembre, de la ley del teletrabajo, aunque tiene pendiente un enfrentamiento inevitable con Nadia Calviño y María Jesús Montero a propósito de la reforma laboral, y lo mismo respecto a una nueva subida del SMI de cara al nuevo año.
Abiertamente comunista, amiga de Pablo Iglesias, tiene fama de conciliadora. Últimamente ha protagonizado una ofensiva de presencias en los medios de comunicación, con entrevistas en radios, televisiones y periódicos. Se le considera firme ‘candidata’ a asumir el liderazgo de Podemos, frente a Irene Montero, en el caso de una retirada de Pablo Iglesias.
José Luis Escrivá
El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones es un peso pesado dentro del Gobierno por su cualificación técnica y los cargos desempeñados antes, el último, presidente de la AIREF, Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal.
Precisamente por esa condición ‘técnica’, ha mantenido enfrentamientos con casi todas las propuestas de Pablo Iglesias. Por ejemplo con el Ingreso Mínimo Vital, que ha provocado un tapón en la administración pública. En septiembre, Iglesias se quejó por los malos resultados obtenidos hasta el momento, y Escrivá no ocultó su enfado. En una entrevista radiofónica afirmó: “Tramitar un millón de expedientes es un esfuerzo ímprobo de la Seguridad Social. Hay otra parte del Gobierno que tiene responsabilidades sobre políticas sociales, algunos de los problemas transitorios están ahí”, en referencia a la vicepresidencia segunda.
La ortodoxia de la vicepresidenta tercera también pasó factura al ministro Escrivá. Ante su defensa de ampliar el techo de gasto bajo el amparo del Banco Central Europeo, Nadia Calviño respondió con sarcasmo en una reunión telemática: “Sí, claro, y luego pasa que pasa: que vienen los hombres de negro con las tijeras y nos echamos a temblar”. “Nadia”, respondió el ministro, “¿qué me estás contando? Yo he sido un hombre de negro y no estamos en 2010”, arremetió en referencia a su anterior puesto.
Con una nota de 4 en la encuesta del CIS, Escrivá se sitúa en la parte alta de la tabla de valoración de los ministros. Es firme candidato a continuar en el Gobierno si Sánchez aborda a corto plazo una remodelación.
José Luis Ábalos
El ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana ha terminado el año con un feliz desenlace para él en el caso Delcygate, el considerar el juez que la política venezolana no pisó suelo español cuando se reunió en Barajas con José Luis Ábalos. Persona de confianza de Pedro Sánchez, número tres en el PSOE, el presidente le está agradecido por haber dado la cara durante ese incidente político-diplomático y también en otros momentos.
Ábalos estuvo al mando de la gestión y compra de material sanitario durante la pandemia, que provocó disfunciones y hasta adquisiciones inútiles.
Las reclamaciones sobre el reto demográfico, presentadas en el Congreso por el turolense Tomás Guitarte, tienen los ojos en el ministerio de Ábalos, porque las asociaciones contra la despoblación consideran indispensable una red de carreteras, líneas de ferrocarril e interconexión online para poder revertir la situación de éxodo rural que sufre España. Sobre él ha recaído la liberalización de las vías ferroviarias españolas, en las que Renfe va a tener por primera vez competencia de la mano de Trenitalia y la francesa SNFC.
Es uno de los ministros que ha sufrido la campaña de escarches organizada por grupos de extrema derecha durante la legislatura. Si no fuera por asuntos como el Delcygate, su presencia en el Gobierno habría pasado bastante inadvertida. Con una nota de 3,8, su valoración es una de las bajas dentro del Ejecutivo.
Fernando Grande-Marlaska
El ministro del Interior tuvo que afrontar el problema de los cambios y dimisiones en la cúpula de la Guardia Civil, que comenzó con el cese del coronel Diego Pérez de los Cobos por “pérdida de confianza”, al no haber informado de que, por los hechos del 8-M, se había abierto una investigación al director de Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, y al delegado del Gobierno, José Manuel Franco.
El cese provocó la dimisión del DAO (Director Adjunto Operativo) Laurentino Ceña, una de las caras visibles durante la primera etapa de la gestión de la pandemia, cuando mandos policiales y del equipo de Fernando Simón comparecían conjuntamente a diario para dar parte de la situación. Y otras destituciones y nombramientos en la Guardia Civil.
Grande-Marlaska acumula críticas de la izquierda por sus decisiones. Le acusan de incumplir una de sus reivindicaciones desde 2015: la derogación de la Ley de Seguridad Ciudadana, conocida como la ‘Ley Mordaza’, promulgada por la administración Rajoy y que restringe el derecho de manifestación. Y le echan en cara el mantenimiento de las devoluciones en caliente.
Ahora le han llovido las acusaciones por la crisis migratoria en Canarias, materializada en el campamento de Arguineguín. Y ha tenido que gestionar las situaciones de tensión en Cataluña, por las distintas situaciones que han ido viviendo los independentistas condenados. Igualmente, le echan en cara traslados de presos etarras al País Vasco.
Para algunos analistas, Grande-Marlaska es una de las grandes decepciones del actual Gobierno, porque se esperaba mucho más de él. No obstante, aparece en la parte alta de la clasificación de los ministros, con un 3,9 de valoración.
Pedro Duque
El ministro de Ciencia es un personaje casi inédito, dada la escasa presencia que tiene en la vida pública y parlamentaria, a pesar de lo cual mantiene un alto nivel de valoración, con 4,4 puntos, que le colocan en los primeros puestos entre los ministros.
La creación del estatuto del investigador es una de las pocas gestiones que Pedro Duque ha conseguido que trascienda a los medios, donde crecen las voces para que aumente la inversión estatal en Ciencia y en I+D+i, hasta el 3% del PIB.
Los propios Duque y Castells, su colega de Universidades, han admitido que la división del macro ministerio de Ciencia en esas dos carteras resulta contraproducente, al tratarse de ramas que se retroalimentan inevitablemente. En los Consejos de Ministros mantiene un perfil bajo.
Existe la posibilidad de que deje próximamente el Gobierno, si finalmente resulta elegido para dirigir la Agencia Espacial Europea.
A pesar de la escasa presencia pública y de datos sobre su gestión, conserva una buena valoración de los españoles, que le califican con un 4 puntos, es decir, en la parte alta de la tabla de los ministros.
María Jesús Montero
La ministra de Hacienda no ha logrado colocarse entre los súper ministros, a pesar de la importancia del departamento que lleva y, sobre todo, a pesar de su protagonismo semanal como portavoz del Gobierno.
El cambio de estilo entre la anterior portavoz y la ministra de Hacienda ha sido notable. Montero es mucho más cercana a los periodistas, y ha sido la cara de gobierno en la mayoría de comparecencias, incluso mientras tramitaba los Presupuestos Generales del Estado. Es una de las triunfadoras dentro del Ejecutivo, el tratarse de las cuentas más apoyadas por el Congreso desde el año 2007. Sólo durante la mayoría absoluta de Aznar y en dos votaciones de la primera legislatura de Rodríguez Zapatero se superó la barrera de los 190 diputados.
Histórica del socialismo andaluz, María Jesús Montero se alinea habitualmente con los postulados de Nadia Calviño en asuntos económicos. No dudó en acusar a Pablo Iglesias de improvisar cuando presionó para aprobar el Ingreso Mínimo Vital, y dejó claro en su comparecencia que las competencias recaían sobre la Seguridad Social de Escrivá.
Dicen que es la apuesta de Pedro Sánchez para Andalucía, como relevo de Susana Díaz. Dentro del Gobierno ha recibido una valoración de 3,9 puntos, que la sitúan en la parte alta.
Irene Montero
La ministra de Igualdad tiene enfrente a la vicepresidenta primera, porque Carmen Calvo llevó en su día esa competencia, que desearía recuperar, y porque chocan por el modelo de feminismo que ambas propugnan. No obstante, Irene Montero puede presumir de que su ley por la autodeterminación de género consiguió apoyo mayoritario en consulta pública: recibió un total de 60.957 correos electrónicos, de los que 96% de ellos fueron a favor.
No solo levanta recelos en el equipo de Carmen Calvo. Varios ministros rechazaron de lleno su borrador de la ley de libertad sexual, su proyecto estrella, por errores manifiestos en la redacción técnica. Incluía una demanda histórica de los colectivos feministas: eliminar la diferenciación entre abuso y agresión sexual. Los fallos en el proyecto provocaron críticas del ministro de Justicia, pero también de Fernando Grande-Marlaska y de Margarita Robles, y Carmen Calvo dio instrucciones de que el documento no prosperase.
Muy criticada por rodearse en el ministerio de activistas del feminismo con muy escasa cualificación, y también por negarse a facilitar la relación de sueldos de los integrantes de su equipo, es una de las ministras menos conocidas por su gestión y una de las peor calificadas: la sexta por el final, con 3,5 puntos. Su continuidad en el Gobierno no es segura.
Ha sufrido escraches y protestas en el chalet que ocupa en Galapagar junto con Pablo Iglesias y sus hijos, e incluso tuvo algún problema durante sus vacaciones en Asturias.
Arancha González Laya
La ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación ha tenido un papel muy discreto, de escaso protagonismo, aunque acaba de surgir de forma imprevista un conflicto: la nueva reclamación de Ceuta y Melilla por parte de Marruecos, lo que ha provocado que llamara a consultas a la embajadora en Madrid para pedir explicaciones.
Mediante algunas entrevistas en medios internacionales, ha necesitado que defender la imagen de España en cuestiones como el conflicto catalán y la gestión de la pandemia de coronavirus. Tiene por delante la recomposición de las relaciones con EEUU tras la victoria de Joe Biden su regreso del eje de la OTAN y al multilateralismo. Conocedora de los temas comerciales tras su paso por la OMC, debe negociar la retirada de aranceles a la aceituna y otros productos españoles que propició Donald Trump.
El presidente Sánchez se siente muy cómodo con la ministra de Exteriores porque no le hace ninguna sombra a nivel internacional. Con una puntuación de 3,8, se sitúa en mitad de la tabla. Es una ministra prescindible, en caso de remodelación.
Juan Carlos Campo
El ministro de Justicia protagoniza en primera línea la negociación con el Partido Popular para la renovación y reforma del Consejo General del Poder Judicial, hasta ahora sin resultado. Hasta el punto de que el Gobierno ha optado por una reforma parcial: evitar que se produzcan nombramientos por parte de un CGPJ en funciones. El Gobierno tuvo que parar en seco el intento de proceder a una formar unilateral, también por las advertencias de Europa.
Han provocado polémica sus anuncios de reforma del delito de sedición, por el que están condenados ocho políticos de Esquerra Republicana y JuntsXCat y los ex-presidentes de las asociaciones Òmnium Cultural y la Assemblea Nacional Catalana.
Ha puesto en marcha la renovación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, para que sean los fiscales los que instruyan los sumarios en lugar de los jueces, aunque las dudas sobre la independencia de los fiscales, con una Fiscal General del Estado como Dolores Delgado al frente, ensombrece ese proyecto. La nota de 3,4 que le da el CIS lo coloca como uno de los ministros peor valorados.
Reyes Maroto
La ministra de Industria, Comercio y Turismo se enfrenta a dos crisis graves: la amenaza al sector del automóvil, tan importante para España, y la que está sufriendo el turismo como consecuencia de la pandemia. Ninguno de esos dos sectores se muestran contentos con la gestión de la ministra, que ha cometido errores graves como minimizar la importancia del turismo para el país.
Ha tenido que asistir a los cierres de las plantas de Nissan en Barcelona y de Alcoa en San Cibrao (Lugo). La hostelería, fuertemente castigada por las restricciones adoptadas durante la pandemia, reclama ayudas directos y no solamente exenciones, para evitar el colapso del sector, pero la ministra no acaba de asegurarlas.
El estatuto de la industria electro intensiva, para reducir la factura energética de las grandes consumidoras eléctricas, ha encontrado las críticas de la industria y de los sindicatos.
Su gestión no está siendo bien valorada, y a nivel popular la encuesta del CIS le otorga 3,8 puntos, que le sitúa en mitad de la tabla de ministros.
Isabel Celáa
La ministra de Educación y Formación Profesional comenzó gestión tras el ‘feo’ de haber perdido la portavocía del Gobierno en benefició de María Jesús Montero.
Sin embargo, podría pasar a la historia política del país si se consolida el nombre de “Ley Celaá” para la LOMLOE, la nueva ley de educación, que está provocando intensas críticas e incluso movilizaciones del mundo educativo, entre otras cosas por la postergación a los centros concertados.
Aprobada en el Congreso por un solo voto de diferencia, a la ministra se le imputa, entre otras acusaciones de haber eliminado el español como lengua vehicular en la enseñanza y de permitir pasar de cursos a pesar de los suspensos.
El 3,7 de la encuesta del CIS le coloca en la parte baja de la tabla, y se le considera uno de los ministros “quemados”.
Carolina Darias
La titular de Política Territorial y Función Pública forma parte del amplio grupo de ministros que están pasando prácticamente inadvertidos, Llegó al Gobierno por las presiones del presidente de Canarias a Pedro Sánchez para que incluyera un canario en el Gabinete, ahora que el PSOE está fuerte en el archipiélago por primera vez en muchos años. El cargo a punto de recaer sobre un político catalán, pero finalmente correspondió a la consejera de Economía.
A pesar de que Cataluña es un asunto territorial de primera magnitud, el presidente le ha mantenido al margen, en beneficio de políticos como Adriana Lastra, José Luis Ábalos y hasta Pablo Iglesias. Asuntos que afectan a la política territorial, como la despoblación y la armonización fiscal han sido trasladados a otros departamentos, como Hacienda.
Es prácticamente una desconocida. La encuesta del CIS le da una puntación de 3,7.
José Manuel Rodríguez Uribes
El ministro de Cultura es uno de los miembros del Gobierno más inadvertidos, a pesar de que su departamento se prestaría para el lucimiento y la presencia mediática. El mundo de la cultura le echa en cara que no les ha defendido durante la pandemia, y que no ha atendido sus demandas de ayudas directas y soluciones para un sector que necesita de la presencialidad para facturar.
Ha recibido críticas de ecologistas y desde el ámbito de la izquierda por su defensa del mundo taurino Uno de sus momentos más sonados ha sido el culebrón del cuadro de Gauguin Mata Mua, que Tita Cervera, dueña de la colección Thyssen, ha llevado fuera de España.
El 3,5 del CIS lo sitúa entre los cinco ministros peor valorados, y es por tanto uno de los prescindibles.
Alberto Garzón
El ministro de Consumo se le dio ese departamento, tras separarlo de Sanidad, como parte de cuota política a Izquierda Unida. Ha realizado una gestión con decisiones discutibles, y en algunos casos inaplicables o insuficientes.
Sus medidas contra las casas de apuestas y el consumo online de estos negocios han sido consideradas blandas.
Ha pasado inadvertido, y su calificación de 3,7 le sitúa entre los ministros peor posicionados. Tiene muchas papeletas para quedarse fuera del Gobierno.
Manuel Castells
El ministro de Universidades inició mandato con polémica, al afirmar en la toma de posesión que era un desacierto separar Ciencia (y por tanto la investigación) de Universidades, y también al marcharse a continuación fuera de España durante un tiempo.
Desde el punto de vista mediático y de gestión, se le considera prácticamente desaparecido. Su gesto más llamativo lo protagonizó el 4 de marzo, cuando acudió al Senado con una camiseta que rezaba Equal Rights (Igualdad de Derechos) y el símbolo trans. Ha incrementado en 386 millones el presupuesto de becas universitarias.
Con un 3,4 de puntuación, es el tercer ministro peor valorado según el CIS. Se da como segura su salida fuera del Gobierno en una próxima remodelación.
Luis Planas
El titular de Agricultura, Pesca y Alimentación tiene el discutible privilegio de ser el ministro peor valorado, con un 3,4 de puntuación.
Poco después de tomar posesión, tuvo que afrontar varias semanas de protestas de los agricultores, con marchas de tractores y cortes de carreteras, en demanda de medidas contra los “precios penosos” que reciben los agricultores, por encima de los ingresos.
El nuevo presupuesto de la UE ha recortado en un 10% la PAC, la Política Agraria Común, y a ellos se sumaron los aranceles impuestos por Donald Trump. Y ahora corre peligro el sector de la pesca con la implantación del Brexit.
Es firme candidato a abandonar el Consejo de Ministros.