El oso
Cuando es la realidad la que nos encuentra, todas las opciones son dolorosas y
traumáticas
Un cazador cazador ve a un oso, saca su arma y le dispara. El oso
desaparece en la niebla y de repente alguien toca la espalda del
hombre y es el animal y le dice: «Te doy dos opciones. O te como o te
bajas los pantalones y te tomo». El cazador decide bajarse los
pantalones y cuando ya el plantígrado le ha hecho lo peor, regresa al
pueblo cojeando y compra un arma superior y vuelve al bosque en
busca de su oso. Otra vez le encuentra, otra vez le dispara, otra vez le
desaparece entre la niebla, y al volverle a reaparecer por la espalda, le
dice: «Bueno, ya sabes lo que tienes que hacer». Y de nuevo
el hombre vuelve al pueblo, escocido y furioso, y decide comprar un
bazoca para acabar de una con el oso, y al repetirse el disparo y la
desaparición, cuando el animal por tercera vez le toca la espalda le
dice: «Oye, tú no vienes aquí a cazar, ¿verdad?».
El oso es la realidad y el cazador es el eterno español equivocándose
de estrategia y de enemigo. Hay tres constantes en nuestra historia
que siempre nos llevan al desastre: los gobiernos izquierdistas, la
desunión de la derecha y cuando Cataluña dramáticamente insiste en
la articulación política del todo o nada. Por los mismos motivos, pero
en sentido contrario, hay tres osos que siempre cazamos: los
gobiernos de centro-derecha (y aquí honrosamente incluyo el de
Felipe González), la no intromisión en la vida de los otros, y cuando
Cataluña entiende que España negocia y cede mucho más de lo que
nunca la Generalitat ha obtenido por la vía de la confrontación
abierta.
A veces, como dice el oso, parece que no hayamos venido a cazar y que
no seamos capaces de reaccionar ni ante las humillaciones más
severas. Parece no haber límite en la estupidez del cazador que cada
vez compra un arma más potente, como si no se diera cuenta de que la
potencia no es el problema. Es exactamente lo mismo que creer que el
déficit, la inflación, la subvención y el socialismo van a acabar con la
pobreza en lugar de fomentarla. Y a los independentistas es a los que
más gráficamente cabe ponerles ante la pregunta del oso, porque por
su manera de actuar, desde Lluís Companys, parecen más interesados
en sufrir los castigos de las derrotas que ellos mismos se causan que
en tratar de hacer algo distinto para poder celebrar, ni que sólo sea de
vez en cuando, alguna victoria.
Lo peor no es que España tenga un problema de falta de moderación
política, que lo tiene, sino que adolece de una alarmante falta de
sentido de la realidad, que se nos escapa entre las brumas. Luego,
cuando es la realidad la que nos encuentra, todas las opciones son
dolorosas y traumáticas. Casado, Abascal, Puigdemont o Arrimadas,
por muy distintas circunstancias, acaban notando cada día en la
espalda la pesada pezuña del oso, y elijan lo que elijan, es un
naufragio.
Si alguno de los cazadores cree que al final el oso va a cansarse de
estuprarles, me temo que tengo que decirle que es más bien lo
contrario. No sólo no se cansa, sino que le gusta explicarlo.
Salvador Sostres
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