Fernando Grande-Marlaska se está moviendo ahora entre el ridículo y la indignidad, situaciones incompatibles con ocupar un cargo público, menos aún si es el Ministerio de Interior. Ayer, Grande-Marlaska quedó ante la opinión pública como un mentiroso, porque el cese del coronel Pérez de los Cobos fue «por no informar del desarrollo de investigaciones y actuaciones de la Guardia Civil, en el marco operativo de Policía Judicial, con fines de conocimiento».
Así se describe la fulminación de Pérez de los Cobos en el oficio firmado por la todavía directora general de la Guardia Civil, María Gámez. Uno y otra se sostienen en sus cargos solo por la voluntad de Pedro Sánchez, lo cual es poco decir.
Ya han perdido, Marlaska y Gámez, ese mínimo vital de dignidad que hay que conservar en política para presentarse ante los ciudadanos sin que se caiga la cara de vergüenza. Si además la causa es el maltrato público a la cúpula de la Guardia Civil, la ineptitud del ministro y su directora general para seguir en sus cargos es irreversible.
El Gobierno respaldó ayer a Grande-Marlaska no porque las peticiones de su cese sean injustas, sino porque este Gobierno, con Pedro Sánchez a la cabeza, comparte con el ministro del Interior su apego por la mentira y la bajeza ética.
Comparten lo que dice y hace Grande-Marlaska porque es su método para gobernar. Su problema es que España sigue siendo un Estado de Derecho y todos están sometidos al imperio de ley y al control por los tribunales.
El oficio firmado por Gámez, aunque busque refugiarse en los resquicios de una prosa pretendidamente ambigua, es un ejemplo canónico de represalia ilegal contra un funcionario que cumplió con su deber.
A Pérez de los Cobos le exigieron que vulnerara el secreto oficial al que se debe toda Policía Judicial, y esto es exactamente lo que consta en un oficio que actúa contra Marlaska y Gámez como una declaración firmada de culpabilidad. Si la juez Rodríguez Medel quería saber qué pasó con Pérez de los Cobos, tiene la confesión del autor y de la autora.
Le va a ser difícil a Grande-Marlaska encontrar sucesor para Pérez de los Cobos. Cualquier oficial de la Guardia Civil al que se lo propongan sabe de antemano que si no pasa por el aro de la indiscreción y no se convierte en el «topo» de Marlaska en los juzgados será destituido.
Cuesta creer que este juez curtido contra ETA, que prohibió a los investigadores del caso Faisán informar a sus superiores, sea hoy señalado como el resumen de los peores vicios de la política: la mentira, la represalia y el abuso de poder.
ABC
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