martes, 5 de mayo de 2020

ROJOS




Jorge Javier Vázquez gritó que el suyo es «un programa de rojos y de maricones». Y no es cierto. Para ser un rojo hay que haber luchado, hay que haber sufrido, hay que haber perdido, hay que haber medido el peso de tus palabras con el peso de tu vida.
Rojo lo fue mi bisabuelo, alcalde de Esquerra de su pueblo, condenando a muerte por la FAI por haber ayudado a escapar al cura y al banquero en lugar de entregarlos al pelotón de fusilamiento. Jorge Javier es un hortera de Badalona con más dinero del que sabe gastar.
En Crónicas Marcianas, hace muchos años, demostramos que se podía hablar de cualquier sin renunciar a la inteligencia. Jorge Javier no es un rojo, ni siquiera un socialdemócrata.
En su lío de pancarta y trompeta está la nulidad intelectual de quienes siempre vivieron con la luz prestada y aún buscan que led acepten en el selecto club de los que dan lecciones de todo sin poderlas sustentar con nada; y que es el modo más cómodo y barato que hay en España de vivir de tu resentimiento, causándole al mundo el dolor que el mundo te ha causado, en lugar de convertirlo en amor y que esta sea tu legado.
Jorge Javier podría usar su espacio y su tiempo para explicarnos cosas mucho más sinceras y mucho más interesantes, pero prefiere la venganza, el complejo de inferioridad de quien no supo voltear el rechazo. Lo de «maricones» es una palabra que yo no utilizaría, pero en cualquier caso es también propaganda.
Jorge Javier presume de «rojo y maricón» como santo y seña para acceder al club en el que nunca le quisieron, pero no por gay sino por mediocre, y así grita como una loca conceptos que no entiende y banaliza rodeado de sus demás hienas el honor, la entrega y la triste muerte de tantos hombres valerosos que se tomaron en serio lo que hicieron, jamás traicionaron su misión y la defendieron con el último aliento de sus vidas, por equivocados que estuvieran y no se dieran cuenta de lo contraria que resultaba a los intereses de la libertad.
Jorge Javier es un posturitas sin rumbo cierto que de no ser por la tele se estaría mostrando en cualquier calleja de Badalona. He vivido rodeado de gays, independentistas y comunistas, y he sido muy feliz con ellos, y sé diferenciarlos de lo que encontrábamos por las Ramblas cuando ya muy tarde, y muy borrachos, cruzábamos los peores barrios para volver a casa.
Salvador Sostres ( ABC )


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