Avicena o Ibn Siná (como fue llamado en persa y en árabe) nació en el año 980 en Afshana (provincia de Jorasán, actualmente en Uzbekistán). Cuando tan sólo contaba con 17 años ya gozaba de fama como médico por salvar la vida del emir Nuh ibn Mansur. Puede ser considerado el inventor de la traqueotomía, cuyo manual operatorio sería precisado por el célebre cirujano árabe Abū el-Kasis de Córdoba.
Libros: El canon de medicina, El libro de la curación, Poema de la medicina
Hasta que le sobrevino el ataque al corazón que ha acabado con su vida, la historia de Julio Anguita González (Fuengirola, 1941; Córdoba 2020) ha sido la de una referencia de la izquierda de la izquierda. El cabeza de familia de los españoles que no se sentían cómodos en la socialdemocracia del PSOE triunfante y aquellos que, no compartiendo sus ideas, admiraron el verbo y la praxis personal del primer alcalde de Córdoba de la democracia. El califa que instauró en la ciudad que lo eligió como primera autoridad municipal el califato rojo.
Afiliado al Partido Comunista en 1972, formaba parte de un sector de la izquierda que fue el que ahormó el discurso, la práctica. Si el PCE tenía una fuerza sindical y obrera, Anguita llegó al PCE con su trabajo de docente y la titulación en Historia. Si la historia hubiese sido como estaba diseñada, el candidato habría sido Rafael Sarazá, un prestigioso abogado. El partido realizó el cambio gracias al histórico Ernesto Caballero porque los vientos eran propicios. Socialistas y comunistas tenían un pacto de apoyo mutuo. Con el lema electoral de «Entra en el Ayuntamiento», «el partido» (el único con fuerza social en ese momento) ganó ajustadamente las elecciones.
Pese a que su trayectoria posterior pueda desmentirlo, Anguita fue alcalde gracias a una coalición con los socialistas (y con el minoritario andalucismo) bien tortuosa. Anguita siempre contó que la experiencia que le tocó vivir fue la de crear de la nada. Algunos barrios de Córdoba ni siquiera tenían alcantarillado, la empresa de autobuses era un desastre en manos privadas y el Ayuntamiento, una institución con grandes carencias.
Un ambiente de efervescencia consagra a Anguita como un personaje de referencia nacional para la izquierda. Si el PSOE tuvo a Suresnes, el PCE seguía en manos de dirigentes que habían dirigido el partido del exilio. El entonces alcalde de Córdoba entró en el comité central del partido y empieza a brillar como un referente. De verbo fluido, mucho más joven que Santiago Carrillo, Anguita se apoya en el éxito local. En sus segundas municipales, arrasó de tal manera que se decía que le votaron hasta los cordobeses de derechas.
Un político inequívocamente de izquierdas se dirigía a la ciudadanía desde la autoridad institucional, impecablemente trajeado, con cierta inspiración profesoral, con ese espíritu marcial heredado de la familia. No se ahorró ni un lío. Una polémica con el obispo de Córdoba de la época, Infantes Florido, dejó para la historia una de esas frases lapidarias marca de Julio Anguita: «Usted no es mi obispo pero yo sí soy su alcalde». De esa época son las amenazas de la ultraderecha y de su decisión de llevar pistola.
El PCE de Carrillo se cae con el ascenso de Felipe González dejando una organización literalmente huérfana. Los comunistas andaluces vuelven la mirada hacia la última aldea gala, la Córdoba resistente. Lo que una generación de políticos andaluces plantea es que la marca PCE tiene tal desgaste que no contagia ninguna ilusión. Anguita da el salto a la política andaluza en 1986 con una carátula nueva, Convocatoria por Andalucía. Allí están algunas de las nociones desarrolladas primero en Izquierda Unida y, posteriormente, en Podemos. Una convocatoria amplia de la izquierda que dio cobijo a influencias variadas. Desde la izquierda «gauche» al movimiento agrario del cura Diamantino y Sánchez Gordillo, el Sindicato de Obreros del Campo.
Los comunistas españoles andan gestionando aún la salida de Carrillo, que montó partido propio. Gerardo Iglesias nunca llegó a fraguar un liderazgo. Anguita llega al duodécimo congreso del partido con la negativa cerrada a presentarse. Los navajazos, cuentan, fueron de consideración. El político cordobés se encuentra con que algunos de sus hombres de confianza, como Herminio Trigo, quedan fuera de los órganos del PCE. Anguita opta por el sí pero poniendo condiciones de liderazgo. La salida de ese congreso es el germen de la adaptación en toda España de las ideas de Convocatoria por Andalucía: Izquierda Unida.
Anguita encuentra un caldo de cultivo importante. El PSOE gana con amplia suficiencia pero a costa de desdecirse en aspectos como el ingreso de España en la OTAN o a políticas de liberalización de sectores. El secretario general del PCE se convierte, además, en coordinador federal de IU, lo que Anguita llamaba «un movimiento político social». En realidad, una especie de coalición del PCE con partidos pequeñísimos de distinto calado.
El exalcalde de Córdoba supera el anquilosado lenguaje comunista y da entrada a nuevos nombres como el de Rosa Aguilar, luego exministra socialista. Los resultados electorales mejoran. Pero IU y Anguita siempre tuvieron un problema con las relaciones con el PSOE. El político cordobés nunca quiso el concepto de dependencia de los socialistas. De hecho, ni siquiera englobaba al PSOE como un partido de izquierdas (al PSOE del felipismo) por sus ideas de gobierno. El «programa, programa, programa» se convierte en un mantra. Y la desafección con Felipe González es notoria. Anguita entra como un obús en la grieta de corrupción y de terrorismo de Estado que azota al PSOE lo que le empareja, según los socialistas, a la derecha. Arranca la pinza.
Anguita no pudo parar las deserciones en sus filas. Se le acusa, por el contrario, de depuración, de no tolerar la pluralidad. Las salidas de grandes nombres de la izquierda son constantes. IU fue, durante buena parte de los noventa, noticia por sus cuitas internas. Anguita, que consigue buenos resultados electorales, da el paso a la referencia moral. El político joven de los ochenta se convierte en el que es caricaturizado por mesiánico. El que enseña la puerta a sus críticos. El proyecto de IU pierde fuelle electoral pese a todos los intentos de Anguita por darle una referencia práctica: la jornada laboral de 35 horas, el no a Maastricht, la república federal. El primer ataque al corazón llega en 1993. Sucesivos problemas de salud le apartan de la candidatura a la Presidencia del Gobierno, que pasa a Paco Frutos, y dejan la coordinación de IU en manos de Gaspar Llamazares.
En 2003, Anguita sufre un enorme golpe personal con la muerte de su hijo Julio, periodista, en un ataque del Ejército iraquí contra una base militar norteamericana. Julio Anguita Parrado trabajaba en la cobertura peridística de la guerra para el diario «El Mundo». Pese a los reveses personales y políticos, nunca dejó la actividad pública. Nunca dejó de escribir, dar entrevistas, opinar y, por cierto, crear polémica. Creó plataformas republicanas y entidades de pensamiento como el Colectivo Prometeo. Fue tremendamente crítico con la línea de IU hasta que en la última etapa participó en más actos de Podemos que de la organización que había fundado. Sobre todo, se había convertido en una referencia moral gracias a sus vídeos contundentes en internet. Jubilado de la docencia (había decidido prescindir de la pensión de diputado), era habitual verle por Córdoba caminando a paso vivo (se había tomado en serio la práctica de la actividad física) o con su cita habitual para el dominó en la Corredera.
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