Si esto fuese una guerra, el delito que podría imputársele a él sería muy grave
Pedro Sánchez se está metiendo en un lío al utilizar mensajes bélicos contra la epidemia
Hoy Pedro Sánchez ha vuelto a interrumpir los informativos de las televisiones para protagonizar un largo mitin político, una vez más sin reconocer ningún fallo.
Pide una “desescalada en la tensión política” tras atacar a la oposición
En un ejemplo más del uso partidista de su condición de presidente del Gobierno, Sánchez ha presionado a la oposición para reclamar una “desescalada en la tensión política”, y esto tres días después de que su partido atacase duramente a la oposición, presentando al PP, a Vox y a la Comunidad de Madrid casi como los grandes culpables de una tragedia que ha sido provocada precisamente por la imprevisión, la negligencia y la incompetencia del propio ejecutivo de Sánchez, sin que ahora haya habido ni una sola dimisión ni tan siquiera una mísera petición de perdón por parte del Gobierno ante los españoles a los que ha fallado y mentido repetidas veces.
Dice que estamos en una “guerra total” y que los hospitales son “campos de batalla”
El mitin de hoy de Sánchez ha sido, sin duda, el que más ha abundado en términos bélicos hasta la fecha. Ha dicho que “estamos inmersos en una guerra total” y que “los españoles hacemos frente a un enemigo mortal, que ha invadido nuestras ciudades”, y se ha referido a hospitales y a residencias de ancianos como “campos de batalla”. Escuchándole da la sensación de que en vez de una epidemia, lo que está afrontando España es una invasión militar de una potencia extranjera. Lo que intenta hacer Sánchez es apelar al patriotismo para callar a la derecha, más sensible hacia ese sentimiento que los aliados del Gobierno (ultraizquierda y separatistas), para quienes la Patria es cosa de fachas. Pero al apelar a la Patria se está metiendo en un lío.
¿El Gobierno tardó 38 días en reaccionar a una declaración de guerra?
Aceptemos por un momento la tesis de Sánchez y que España está en guerra al haber sido invadida por un enemigo mortal. Surge entonces un problema: ese enemigo entró en nuestro suelo el 31 de enero, y el 13 de febrero murió el primer español en sus garras, pero el Gobierno no se movilizó hasta el 9 de marzo, cuando ya habían pasado 38 días del primer contagio y 25 días de la primera muerte, simplemente porque le venía políticamente mal desconvocar las manifestaciones feministas del 8M. Cuando el Gobierno decidió actuar ya había 1.231 contagiados y 30 muertos, y no declaró el estado de alarma hasta cinco días después, cuando ya llevábamos 6.332 contagiados y 193 muertos. Tanto retraso en reaccionar ante una declaración de guerra ya no sería mera negligencia, sino algo que rozaría la traición.
Lo que habría implicado el estado de sitio en caso de guerra
Por otra parte, lo que declaró el Gobierno el 14 de marzo fue el estado de alarma, el más leve de los mecanismos previstos en la Ley Orgánica 4/1981 para circunstancias excepcionales. Si España estuviese en guerra, el Gobierno habría tenido que declarar -en todo caso- el estado de sitio, que según el Artículo 32 de la citada ley está previsto ante “una insurrección o acto de fuerza contra la soberanía o independencia de España, su integridad territorial o el ordenamiento constitucional, que no pueda resolverse por otros medios”. Pero para declarar este estado el Gobierno habría necesitado el permiso previo del Congreso y habría tenido que comunicar con antelación a las Cortes los derechos que tenía previsto suspender, algo que no requiere el estado de alarma y algo que no hizo el Gobierno de Sánchez, a pesar de que -contra lo que marca la ley- sí que ha suspendido derechos fundamentales (la libertad religiosa y de culto, el derecho de reunión y la libertad de circulación), lo cual es de suma gravedad.
Si los hospitales son “campos de batalla”, ¿por qué dejó desarmados a los sanitarios?
Finalmente, y esto es lo más importante, si los hospitales y las residencias de ancianos fuesen “campos de batalla”, entonces el personal sanitario y los cuidadores de las residencias serían nuestros combatientes (de hecho, entre ellos se están produciendo miles de bajas, algunas de ellas mortales). Pero si asumimos la fábula bélica de Sánchez, ¿cómo se explica entonces que el Gobierno haya enviado a combatir a esos héroes sin armarles con los medios necesarios para la lucha? Nuestros sanitarios no se protegen de las “balas” enemigas con aplausos, por muy motivadores que sean en el duro combate que están librando. Necesitan unos equipos de protección individual que no han llegado a tiempo y en las cantidades necesarias.
Es más: el ejecutivo no sólo no proporcionó el material adecuado a nuestros combatientes, sino que además entorpeció su suministro. Este jueves, el diario El Mundo dio a conocer que el 2 de marzo el Gobierno vetó la venta de mascarillas a las comunidades autónomas, que tienen transferidas las competencias de sanidad. Ese día España ya llevaba 125 contagiados y 1 muerto. Una semana después, los contagios se habían multiplicado por 10 y las muertes por 30. Así pues, si esto fuese una guerra, entonces estaríamos ante la terrible evidencia de que nuestro propio Gobierno ha facilitado la labor al enemigo. El Código Penal, al hablar del delito de traición, castiga con prisión de 12 a 20 años al español “que facilite al enemigo la entrada en España, la toma de una plaza, puesto militar, buque o aeronave del Estado o almacenes de intendencia o armamento”. ¿Está seguro Sánchez de querer seguir usando mensajes bélicos para intentar silenciar toda crítica a este Gobierno?
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