jueves, 2 de abril de 2020

Los trolls de Podemos. Por José R. Barrios

Por troll se entiende a quien se dedica a bombardear con insultos y amenazas a toda persona cuya opinión en internet resulte perjudicial a la manipulación ideológica que mantiene en vigor la empresa para la que trabaja, en este caso tal empresa es el partido NI UNIDAS PODEMOS.
De manera que troll se refiere a una novedosa ocupación de jóvenes sin oficio ni beneficio que han visto en la localización, caza y captura de los internautas libre pensantes un modo de ganarse unos eurillos y sobrevivir al mes en curso sirviendo a la banda que los mantiene como asalariados de bajo status, pero de necesaria contratación a los fines de propagar la manipulación ideológica dirigida a jovenzuelos más verdes que una lechuga y también a mayores incautos aún no espabilados ni el treinta por ciento de la media de su edad.
La noticia, aunque algo lejana en el tiempo, no deja de tener actualidad al seguir estando controladas las redes sociales por grupos especializados que se dedican al acoso y derribo de particulares molestos, contrarios a la ideología o engañifa política de turno. De ahí que el partido podemita de tales angelitos, una comparsa gaditana instalada en Madrid capital e interesada en embaucar con cuatro soflamas populistas facilonas al conjunto de la ciudadanía, paga un sueldo mensual a estos llamados trolls, así convertidos en matones de tres al cuarto, infiltrados y camuflados en las redes sociales.
El titular de El País a fecha 7/02/2017 no dejaba lugar a dudas: «Algunos de los periodistas denunciantes describen los ataques recibidos desde la dirección de Podemos».
“Acosados, presionados, bajo un estado de miedo”, así se sentían decenas de periodistas a los que la Asociación de Prensa de Madrid (APM) amparó en su día con un comunicado en el que exigía a Podemos que acabase de una vez por todas “la campaña sistematizada de acoso personal y en redes” contra periodistas de distintos medios y todo tipo de soportes, según recoge la noticia de El País antes citada.
Los trolls de Ni Unidas Podemos constituyen un pilar esencial en la manipulación ideológica que esta formación necesita a diario para mantener viva la llama de un ideario comunista bolivariano a base de clichés harto conocidos: La enseñanza y la sanidad privada deben desaparecer, hay que estatalizar todas las empresas del IBEX, comenzando por las eléctricas, los pisos vacíos deben ponerse a disposición de los más necesitados (okupas), hay que generalizar un subsidio social universal y gratuito, el aborto debe ser un medio anticonceptivo con la garantía del Estado, España es una nación de naciones…
Un ejército de orcos ociosos, criaturas que habitan las zonas marginales de las grandes ciudades, dedican horas y horas al día a localizar al inocente particular que se aventura a comentar una noticia de prensa y se lanzan contra él con una jerga barriobajera de extrarradio largándole de entrada una ristra de insultos e incluso emplean amenazas en toda regla si el particular rechista lo más mínimo.
La existencia de esta subclase social perfectamente adiestrada en encender el portátil al tiempo que el porrete y de seguido insultar a diestro y siniestro, cada jipi con un mínimo de 5 años de formación en Harvard por lo complejo de la operación de encendido del ordenata y la búsqueda de la página de Facebook, cumple una función capital tanto en la estructura organizativa piramidal de un partido político gobernado por un macho alfa irascible como en el mantenimiento del ideario comunista venezolano que no es otro que ir directamente y a saco contra la libertad de prensa. El punto de mira, pues, de estos asustaviejas de pacotilla -por cierto, niñatos ya creciditos- se centra en erosionar a diario, sin descanso ni cuartel, primero la labor de periodistas y medios de información, segundo la de particulares que emplean un rato de ocio en redes sociales que ellos creen libres y plurales, cuando están sometidas a una vigilancia y a un control exhaustivos por una legión a sueldo a la que no le falta la hierba fresca, la litrona, el bocata de mortadela y el billetito de 5 euros dobladito y guardado en la cartera para todo imprevisto ¡Que la tropa, oiga, debe estar atendida como Dios manda!
En el día a día se evidencia que este ataque de tales orcos se dirige a la libertad de prensa, desde un acoso y derribo a la libertad de opinión personal, pero a largo plazo lo que están intentando tales desclasados es deslegitimar al periodismo para que cualquier crítica sobre ellos sea ilegítima.

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