martes, 17 de marzo de 2020

Sánchez declaró el estado de alarma, tarde y mal.

No soporto a los cursis de salón, cuando sostienen que ahora debemos permanecer unidos, que no es momento de críticas, que ya habrá tiempo cuando todo esto pase, que lo fundamental es no dar imagen de fisuras o discrepancias. No soporto lo políticamente correcto y no aguanto tenernos que callar por muy mal que se estén haciendo las cosas o por muy mal que estas se hayan hecho en un pasado muy reciente. Una vez que todo esto pase y como viene siendo habitual, ya nadie querrá recordar lo mal que se gestionó, o la poca seriedad que se tuvo a la hora de evitar la propagación de la enfermedad. Todo serán alabanzas, autocomplacencia, autobombo y medallas, muchas de ellas inmerecidas, a organismos y personas, por su labor realizada.
Toda la farsa estará en marcha, con el objetivo claro de no buscar responsables ni responsabilidades. Me niego a formar parte de esta gran mentira, me niego a ser cómplice de aquellos que por su ineptitud y negligencia, han conseguido que los afectados se multipliquen y las víctimas mortales se disparen. Seguimos inmersos en el caos y en el desastre. El modelo autonómico, nuestra su cara más amarga. Su pésima y burocrática organización territorial, han sido una autentica caja de resonancia de lo mal que se hacen las cosas, de lo poco útil que resulta al ciudadano y del carajal que es España. Ha mostrado su rostro más desfigurado y la inutilidad de tener 17 mini estados y dos ciudades autónomas, que hacen un total de 19 administraciones, mal avenidas y peor coordinadas. Nadie quiere hablar de este asunto, pues supondría el desmontaje de prebendas y corruptelas que no se quieren abordar. En momentos de dificultad, es cuando se pone a prueba la fortaleza del estado y de la nación. El modelo autonómico, lejos de ayudar, está siendo un estorbo a la hora de abordar la crisis sanitaria que tiene a todo un país colapsado y paralizado por el miedo.
Sánchez declaró el estado de alarma, tarde y mal. Y ahora resulta que aquellos que han colaborado en la propagación del virus por todo el territorio nacional, los que antepusieron su proyecto ideológico a la seguridad de la población, son los que se ponen al frente del país, para intentar controlar, lo que ellos mismos con su negligencia, expandieron.
Nos venden las excelencias de una sanidad pública, que llevan 40 años destrozando, 40 años desmontándola y troceándola entre los distintos chiringuitos autonómicos. España tiene unos grandes profesionales sanitarios, que están muy por encima de las autoridades políticas. Un sistema sanitario que lleva prácticamente dos semanas de colapso y sin material adecuado. Y encima, soportando a imbéciles que se meten con aquellos que se hacen las pruebas o acuden a la sanidad privada, que es lo que deberían hacer todos aquellos que se lo puedan permitir, acudir a la privada para descongestionar la pública. Menuda panda de mamarrachos, que solo piensan en su mierda de proyecto ideológico y no en la necesidad de salvar vidas.
No se quisieron controlar las fronteras, y ahora mismo, mas de 62 países, incluido Marruecos, nos han cerrado las suyas o nos han puesto restricciones a todo el que venga de España. Centenares de turistas extranjeros expulsados de los hoteles, que han cerrado, que no pueden volver a su país, deambulando por España. Otros en los aeropuertos, que no se les permite volar, por miedo a estar contagiados, pero que nadie se ocupa de ellos y están dando tumbos por barajas. No hay protocolos claros, mas el que nos lavemos las manos y no salgamos de casa, de nuestros hogares. El separatismo catalán, intentando sacar tajada y asumiendo competencias que no le corresponden. El ejercito desmantelado, motivo por el cual no pueden montar hospitales de campaña y se pretenden utilizar hoteles a modo de hospitales improvisados. Y todavía hay quien piensa que no es el momento de hablar de esto. Si no lo decimos ahora, no podremos decirlo y denunciarlo cuando estemos muertos.

Javier García Isac / Director Radioya.es


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