Un dato que no ha pasado inadvertido es el hecho de que Pablo Iglesias, vicepresidente «social» del Gobierno, se ha quitado del medio en la crisis del coronavirus. Ni una sola declaración en torno a la pandemia que en España se ha traducido en una situación sin precedentes. Pese a la crudeza de las cifras -más de 2.000 contagiados y 50 muertos-, el secretario general de Podemos ha hecho mutis por el foro y pasado a un intencionado segundo plano. Lo que busca, resulta obvio, es que la crisis sanitaria no le pase factura política y los reproches, que son cada vez mayores, caigan directamente sobre el PSOE y Pedro Sánchez. Por decirlo muy claro, Iglesias ha olido que la situación puede volverse endiablada para el Ejecutivo y busca aminorar los daños.
En las redes sociales, ámbito favorito del líder de ultraizquierda, sus apariciones en relación con el coronavirus se cuentan con los dedos de la mano. Ha preferido centrarse en los desahucios y vender la ampliación de la moratoria al impago de alquileres en casos de riesgo de exclusión, asunto que, sin duda, le es políticamente mucho más rentable. Además de volcarse también en el Día de la Mujer, Iglesias ha tratado otros asuntos como las primarias en Estados Unidos o el 46 aniversario de la ejecución de Salvador Puig.
Estamos ante un exhibición de ausencia de arrojo y solidaridad por parte de quien, en virtud de su cargo de vicepresidente segundo del Gobierno y responsable de los asuntos de carácter más social, demuestra una falta de compromiso que le retrata como un rentista de la política. En momentos como este, cuando la sociedad asiste en «shock» a la evolución de la enfermedad, Pablo Iglesias se quita literalmente del medio para que la crisis sanitaria no afecte a sus expectativas electorales. Eso es, sencillamente, colocar su interés personal por encima del interés social. Un caso de cobardía política de libro.
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