lunes, 30 de diciembre de 2019



La última falacia de la izquierda es preguntar a la derecha con farisaica ingenuidad: «Si no quieres que Sánchez gobierne con los independentistas, ¿por qué no le prestas trece escaños para ser investido? Es la única alternativa». Con lo que miente, no una sino tres veces.
Primero, porque de Sánchez ya no se fían ni sus socios preferentes, y una vez investido, con el Boletín Oficial y el presupuesto de Montoro hará lo que le de la gana. Segundo, porque no son trece diputados, sino todo el centro-derecha el que se responsabilizaría de la investidura de alguien que ha demostrado de sobra ser un irresponsable. Y tercero, porque hay otras alternativas.
La primera, plantar cara a ERC y decirle que ni la unidad de España ni la independencia de su Justicia se venden. Pero de eso no hablan quienes se pasan el día y la noche blanqueando la figura del presidente en funciones, hasta el punto de que debe estar agotándoseles la cal.
Pues su diálogo, negociación o lo que sea con los secesionistas empieza a ser un chalaneo de pillo a pillo, una inocentada nada inocente al pueblo español. Sánchez puede también convocar nuevas elecciones, pero escaldado de las anteriores, no quiere ni oír de ellas. Y puede lanzarse al ruedo y gobernar en minoría con el apoyo de Podemos. Pero para eso se necesita tener lo que no tiene: valor.
Si algo nos ha mostrado el año en blanco a punto de acabar es que Pedro Sánchez, tan apuesto, tan echao palante que parecía, es un fantasma a la hora de jugársela, de enfrentarse a la realidad, pues desaparece, como desapareció tras intentar montar una votación espuria en el Comité Federal de su partido que le dejó en la calle.
Ha vuelto, sí, pues recursos no le faltan. Pero ahora no es el PSOE el que se la juega, sino España. Un país viejo, cansado, lleno de cicatrices, que creía haber encontrado finalmente su camino, para encontrarse con los desafíos de siempre, empezando por la insolidaridad.
Demasiado para un «aventurero», como le han llamado, aunque le iría mejor «buscavidas». En su «Héroe», Gracián coloca como Primor IV de los grandes hombres tener «Corazón de Rey», valor por encima de todo. Y pone como ejemplo el príncipe que ante un alfanje más bien corto, dice: «Con un paso adelante, se alarga». Sánchez hace justo lo contrario: ante una adversidad, da un paso atrás y desaparece.
O envía un sustituto. Sustituta más bien, como viene haciendo en cada situación comprometida. Por temer, teme incluso a los periodistas, que somos perros más ladradores que mordedores, aparte de tener entre ellos innumerables defensores, por querencia o por conveniencia.
De lograr la investidura, ¿cómo va a gobernar con quien verle en su gabinete le quitaba el sueño? ¿Cómo va a resistir el chantaje independentista si ya ha cedido? «Para gobernar no se necesitan héroes», me dirán. Vale. Pero se necesita alguien que sepa decir no cuando la Nación está en juego.


José María Carrascal ( AC )

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