martes, 10 de diciembre de 2019

La Gürtel de Podemos es un escándalo inocultable

Iglesias ya tiene su Bárcenas: la Gürtel de Podemos es un escándalo
inocultable 
Tiene algo de tragicómico estar conociendo las verdaderas entrañas de Podemos justo cuando Pablo Iglesias se dispone, por fin, a tomar los cielos… aunque no sea por asalto, sino por gentileza del socialista Pedro Sánchez.
Mientras el líder morado hace las maletas rumbo a La Moncloa, salen del armario los fantasmas y la “podredumbre” de un partido que vino a traer la regeneración y a repartir carnés de pureza democrática y transparencia. En su seno crecieron enseguida, sin embargo, las mismas “víboras” que tanto han corroído al PSOE y al PP. Algunas, incluso con mayor dosis de veneno.
Iglesias, que nunca quiso ser menos que los demás en nada, ya tiene su propia “Gürtel” y su peculiar “Bárcenas”. Se llama José Manuel Calvente y, como el del Partido Popular, también tiene su portátil, los “sobres”, sus “papeles” e inquietantes anotaciones. A estas horas, nadie está en disposición de asegurar que de este pozo séptico no vaya a salir mucha más porquería.
Calvente ha confesado que la cúpula morada cobra sobresueldos en B. Denuncia que ha sido despedido por investigar esas y otras irregularidades. Y se muestra muy contundente. La respuesta de Iglesias a este terremoto interno no ha sido enseñar las cuentas del partido ni las suyas propias (algo que, por cierto, le piden sus inscritos). No. Ha sido “disparar” contra quien era su tesorero.

La tapadera de Sánchez, el socialista que vive sumergido en cortinas de humo

¿Les suena el guión de argumentario de “vieja política”? Podemos e Iglesias tienen, faltaría más, el sagrado derecho a la presunción de inocencia. Por más que ellos se lo negasen a los demás, primordialmente si eran del Partido Popular.
Tanto despreciaron ese derecho cuando se trató de Mariano Rajoy, que se apoyaron en un juez de imparcialidad dudosa que había inclinado la sentencia de la Gürtel para justificar nada menos que una moción de censura.
Un juez cuyas extralimitaciones en el caso acabó afeando la propia Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Igual daba, el servicio estaba hecho.
Lo más positivo de lo que ya ha venido a llamarse “Calventegate” es que la formación morada empieza a perder la bula con la que ha sido tratada desde su nacimiento. Se terminó el doble rasero.
Los acosos de Podemos
Pablo Iglesias, Irene Montero y Pablo Echenique lincharon a Luis de Guindos, figura relevante del Gobierno de Rajoy, cuando legítimamente decidió adquirir un ático de “alta gama” para su hija. Luego, la pareja dirigente de la formación de los círculos se compró un casoplón en Galapagar en condiciones bancarias mucho más opacas que las del ministro popular.
Igualmente, los morados se lanzaron al acoso y derribo de Ana Botella cuando fue elegida alcaldesa de Madrid. Su delito: ser la esposa de José María Aznar. Más tarde Iglesias no dudó en promocionar o purgar a los dirigentes de su partido en función de sus propias coyunturas personales. Lo sabe bien Tania Sánchez, exiliada en su día al gallinero del hemiciclo, a ese significado escaño tapado por una gigantesca columna de la vergüenza.



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