LOOR Y GLORIA AL ASESINO
Jon Bienzobas solo ha hecho una cosa bien en su vida: matar a bocajarro, como el cobarde que es, a una víctima indefensa. En 1990 recibió la orden de asesinar a Rafael San Sebastián y la cumplió con diligencia, pegándole un tiro en la nuca mientras desayunaba en un bar de Guecho.
La banda colgó durante unos días a mi primo el sambenito de «camello», inmediatamente difundido por sus voceros batasunos, antes de reconocer que se había equivocado de muerto. Pero incluso entonces mucho cobarde y mucho cómplice llegó a la conclusión de que «algo habría hecho». «Karaka» siguió con su sanguinaria carrera sin el menor remordimiento.
En su mente, como en la de todos los terroristas, nunca existieron inocentes. Solo «objetivos» privados de humanidad cuya «eliminación» constituía una necesidad en el camino hacia la independencia. Y en ese proceso de transformación de la persona en una mera diana desempeñaron un papel fundamental los tentáculos políticos de ETA, así como otras fuerzas separatistas encargadas de señalar a los «enemigos del pueblo vasco» con nombres y apellidos.
Las mismas que ahora jalean a estos «gudaris» y/o tratan de minimizar el alcance de sus fechorías situándolas en el contexto de un presunto «conflicto» que nunca existió, porque a un lado de la raya estuvieron siempre el Estado de Derecho, la ley, la libertad y la resistencia democrática, mientras al otro se situaban la violencia, la intimidación, los coches bomba y las pistolas.
Jon Bienzobas anduvo suelto durante una década, que aprovechó para cometer diversos atentatos con heridos y asesinar a Francisco Tomás y Valiente, expresidente del Constitucional, en su despacho de la Universidad.
En esa ocasión la ciudadanía sí reaccionó con indignación al crimen, en parte porque la víctima era una persona conocida y en parte porque para entonces empezaba a calar en la opinión pública la valiente tarea de denuncia emprendida por algunas organizaciones cívicas con apoyo del PP e incluso de parte del PSOE de entonces.
¡Qué tiempos! Salíamos de los Años de Plomo para entrar en los de la lucha cívica que llevaría al arrinconamiento de la banda merced al esfuerzo conjunto de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, la Justicia, la AVT, algunos partidos, no todos, y el conjunto de la sociedad.
Estuvimos a punto de lograr una derrota incondicional de los etarras. Los tuvimos en el suelo, infiltrados, impotentes, aislados políticamente, ilegalizadas sus muchas ramificaciones, privados de oxígeno económico… hasta que llegó Zapatero y todo se fue al garete.
Jon Bienzobas, felizmente preso, se ha convertido en «pintor» y expone su basura en una sala municipal de Galdácano. El Consistorio, gobernado por Bildu, le brinda honores de gran artista poniendo a su disposición un recinto público para que exhiba unos lienzos impregnados de inmundicia.
¿A quién le extraña? Los mismos que ayer justificaban sus delitos hoy le brindan esa exposición y mañana lo recibirán en loor de multitudes cuando abandone la cárcel sin cumplir su pena y regrese a su pueblo en calidad de un héroe.
Son brazos de un mismo monstruo que no solo no ha sido vencido, sino que crece y gana influencia con la protección del Estado. El Colectivo de Víctimas del País Vasco ha demandado el amparo de la Audiencia Nacional ante esta humillación, pero el juez estima que no hay tal.
Un hijo de Tomás y Valiente ha denunciado al Ayuntamiento, aunque dudo que consiga algo. Los vientos soplan hoy a favor de un «proceso» infame que niega a las víctimas justicia, memoria, respeto y dignidad mientras cubre de gloria a los asesinos.
Isabel San Sebastían ( ABC )
No hay comentarios:
Publicar un comentario