Van muchos meses tratando de
vestir de blanco a Arnaldo Otegi, desde Moncloa, pero el traje nunca se
ajustaba a la necesidad del tiempo. La operación para blanquear a Bildu
orquestada desde La Moncloa cristalizó anoche en la entrevista a Arnaldo Otegi en
TVE. Ahora, anoche víspera del día de las Víctimas del Terrorismo, fecha del
primer asesinato de ETA. Lo que supone el enésimo sometimiento de la televisión
pública a las prioridades estratégicas del Gobierno. Porque, más allá del
interés informativo que tenga entrevistar a un tipo de tan abyecta trayectoria,
lo relevante es que este intento de presentar a los herederos de ETA como un
actor político normalizado coincide con el hecho de que el PSOE se haya abierto
a aceptar sus votos. El vínculo inmoral que Sánchez ha establecido con un
partido sucesor de Batasuna constituye un oprobio para la historia del
socialismo español, pero también subraya las inquietantes intenciones de un
presidente que no encuentra límites a su voluntad de poder.
Los dos escaños de Bildu en
la pasada legislatura sirvieron para hacer presidente a Pedro Sánchez, a través
de la moción de censura, y la abstención de este partido será decisiva en una
eventual investidura de la candidata del PSN en Navarra. De hecho, los
socialistas ya se han prestado a facilitar la entrada de los proetarras en la
Mesa del Parlamento navarro. Esta secuencia explica por qué dirigentes de Bildu
aparecen ya con frecuencia en los espacios informativos y de opinión de la
radiotelevisión pública. Sin embargo, la entrevista con Otegi rebasa el colmo
de la obscenidad. Primero, porque se trata de un personaje con un pasado
manchado con la execrable huella de su pertenencia a ETA.
Y segundo, porque
supone conceder una presencia en prime time a un ex etarra reconvertido en
dirigente político incapaz, aún hoy, de condenar el terrorismo. Otegi no es un
"hombre de paz", tal como le llegó a calificar el ex presidente Rodríguez
Zapatero. El coordinador general de Bildu militó en ETA, fue encarcelado en
cinco ocasiones y participó en el secuestro del director de Michelín en
Vitoria, Luis Abaitua, en 1979. Todavía hoy, pese a llenarse la boca con la
palabra democracia, tiene pendiente la condena sin equidistancias del daño
causado por ETA durante tantos años en los que sus satélites en las
instituciones justificaron la violencia para lograr fines políticos. De hecho,
los homenajes a presos etarras siguen sucediéndose en muchas localidades del
País Vasco y de Navarra. Ni Otegi ni ninguno de sus compinches en la cúpula
batasuna han dado muestras de arrepentimiento.
Los terroristas de Bildu,
como recordó ayer la AVT, procede del brazo político de ETA. Resulta indigno
que se le trate como un partido más, porque no lo es. Los directivos y los
responsables de informativos de Televisión Española no parecen entender esta
evidencia, pero lo verdaderamente alarmante es que tampoco da muestras de
haberlo asumido el presidente del Gobierno. Blanquear a Bildu supone una vileza
que golpea la memoria de las víctimas del terrorismo.
Blog de Juan Pardo
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