Una muerte lamentable y una beatificación que busca la complicidad de nuestro silencio
La muerte de una persona es un motivo de tristeza para sus allegados, y la empatía exige que los que no compartían lazos con el fallecido tengan hacia él y sus seres queridos un mínimo de respeto.
Cuando me enteré de que Alfredo Pérez Rubalcaba estaba muy grave pensé que ojalá se recuperase. Al margen de las diferencias que he venido manifestando con el exministro socialista durante años, Rubalcaba era un ser humano, y como todo ser humano habrá sufrido en sus últimos momentos. Como cristiano, el sufrimiento me anima a la piedad y más si tiene lugar a las puertas de la muerte. He leído lo que publicó anteayer Dolça Catalunya y le deseo al fallecido dirigente socialista que Dios le tenga consigo. Quienes nos reconocemos como pecadores no podemos hacer menos que desear para los demás la misericordia que ansiamos para nosotros.
Políticos y medios de distinto signo ensalzan al fallecido
En estos días no he dedicado a la muerte de Rubalcaba ninguna entrada en este blog ni ningún tuiteo. He pensado, como tantas otras veces, que si no tienes nada bueno que decir sobre alguien, es mejor callar. Y entonces he visto reacciones políticas y mediáticas como las siguientes:
- El viernes, Pedro Sánchez decía sobre Rubalcaba que España y el PSOE “estaremos siempre en deuda contigo”, indicando: “Una vida entera dedicada a servir a su país. El fin de ETA y grandes avances sociales llevan su firma”.
- Rajoy decía sobre el fallecido: “Fue un hombre de Estado y un adversario digno de respeto y admiración”, afirmando que “ha sido una de las personalidades más importantes de la reciente historia de España y como tal merece ser honrado y reconocido”.
- Este sábado, El País le calificaba como “el referente permanente de más de una generación de políticos de todos los signos”, elogiando “su ingente trabajo en favor de la consolidación del Estado democrático”.
Esto ya es pasar del comprensible pésame por la muerte de una persona a su beatificación como político. Un proceso de beatificación es aquel que se inicia para declarar que alguien fue ejemplar, es decir, que sus hechos deben servir de modelo a seguir para todos. Callar ante algo así sería aceptar que la verdad sea atropellada, convirtiendo así en cómplices de la mentira a los que, por respeto, decidimos guardar silencio ante la triste noticia de una defunción.
Un político que mintió repetidamente sobre cuestiones muy graves
Los que presentan a Rubalcaba como un referente para los políticos actuales deben haber olvidado que, siendo ministro del Interior (2006-2011), mintió repetidamente para negar la negociación entre el Gobierno socialista y ETA. Mintió también para negar que ETA continuase con su actividad terrorista: en junio de 2008 la Fiscalía confirmó que Rubalcaba no había verificado la tregua etarra de 2006, sobre la que el ministro había afirmado: “El alto el fuego es completo y real, eso es lo que dicen los informes de verificación, y en junio así lo dirá el presidente del Gobierno al Parlamento”. Volvió a mentir cuando negó que los contactos con ETA continuasen tras el atentado de la T4 de Barajas: el propio Zapatero le dejó en evidencia en una entrevista a El País. Mintió de nuevo en 2010 cuando negó que hubiese contactos entre el Gobierno del PSOE y ETA: el socialista Eguiguren acabó reconociendo esos contactos. Así mismo, mintió también durante tres años sobre el chivatazo policial a ETA en el bar Faisán, como reveló la sentencia de la Audiencia Nacional sobre ese caso. ¿Cómo puede ser un político ejemplar alguien que mintió de forma tan reiterada, incluso en sede parlamentaria y sobre cuestiones tan graves?
Sus ataques a la presunción de inocencia y a la libertad religiosa
Decir que Rubalcaba trabajó “en favor de la consolidación del Estado democrático”, como hacía ayer El País, implica olvidar que el dirigente socialista hizo cosas como atacar abiertamente la presunción de inocencia, apoyando una reforma del Código Civil que permitía retirar la custodia a hombres acusados de violencia doméstica antes de que hubiese una sentencia: “estamos pensando en los niños por encima de la presunción de inocencia”, alegó el entonces ministro del Interior, como si fuese un gran servicio a la infancia abrir la puerta a las denuncias falsas para obtener la custodia de un niño e impedir que su padre esté con él. Recordemos, así mismo, que siendo él portavoz del Gobierno y ministro del Interior, el ejecutivo cerró al culto la Basílica del Valle de los Caídos, de forma abiertamente ilegal, violando abiertamente la libertad religiosa y de culto.
Su intento de deslegitimar al TC, echando leña a la hoguera separatista
Quienes afirman que Rubalcaba sirvió a España tal vez pasan por alto un hecho ocurrido en 2011. El 20 de septiembre de ese año, Rubalcaba se lanzó a deslegitimar al Tribunal Constitucional por haber invalidado parte del Estatuto catalán de 2006, e incluso propuso cambiar las leyes para que el TC no pudiese invalidar un Estatuto que ya hubiese sido sometido a referéndum. Con esas declaraciones, el dirigente socialista contribuyó a alimentar la hoguera separatista en Cataluña, al dar a entender que hay ciertas leyes que están por encima de la Constitución. Lo que hizo con ello no es servir a España, sino ponerle una zancadilla, porque su jefe de filas, José Luis Rodríguez Zapatero, se había comprometido a apoyar el Estatuto que saliese del Parlamento catalán, fuese o no constitucional. Y todo para ganarse el apoyo de los separatistas, ya que entonces el PSOE gobernaba en minoría. Pusieron su partido por encima de la Nación.
Pactó la imposición lingüística con Pujol y acusó al PP de “catalanofobia” por criticarla
Hay que recordar, así mismo, que Rubalcaba no sólo defendió la inmersión lingüística en las escuelas catalanas, un modelo educativo basado en la exclusión del español (a pesar de ser la lengua mayoritaria de los catalanes), sino que además se jactó de haber acordado ese modelo con el nacionalista Jordi Pujol (recordemos que Rubalcaba fue ministro de Educación en 1992 y 1993). En la misma línea que los separatistas, el dirigente socialista acusó de “catalanofobia” al PP por oponerse a ese modelo de imposición lingüística y también por oponerse al Estatuto de 2006. De hecho, es curioso ver al expresidente del PP elogiándole ahora, porque en 2013 Rubalcaba acusó de “catalanofobia” a Rajoy por no pasar por el aro de los separatistas.
Éstas son algunas de las cosas que cualquiera puede encontrar hoy sobre la carrera política de Rubalcaba haciendo una simple búsqueda en las hemerotecas. Un repaso más exhaustivo daría para varias entradas como ésta. Que después de estas cosas que acabo de repasar se presente a Rubalcaba como un gran patriota y un hombre que hizo grandes servicios a la democracia, en fin, me parece demasiado como para quedarse callado. Me niego a contribuir a esa injusta beatificación con mi silencio. Como político, Rubalcaba fue nefasto: ni por asomo es un modelo a seguir, al menos para aquellos que de verdad quieran servir a España y favorecer nuestros derechos y libertades. Como persona, sólo me queda decirle tres palabras: descanse en paz.
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Foto: PSOE
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