viernes, 15 de marzo de 2019

ODO LE TOCA UN PIE Una de las muchas señales de deterioro de la República de Weimar fue el abuso de los decretos de emergencia. En 1930 aprobaron seis, en 1932 ya hubo sesenta y seis. El decreto fue luego el instrumento favorito de Hitler. Sánchez no es Hitler (siento una repentina euforia al escribir esto) ni nosotros la Alemania de Weimar, pero el constante abuso de una forma legal prevista para lo «extraordinario y urgente» revela el deterioro político y la naturaleza fundamentalmente desahogada del presidente. Se ha decidido no hacer un drama de ello -sobre todo porque los antecesores en esto no son inocentes- pero es algo grave. Nixon dijo que si el presidente hace algo, significa que no es ilegal. Pero Sánchez tampoco es Nixon. Sánchez no es Hitler, Sánchez no es Nixon. ¡Sánchez no es ni siquiera Zapatero! No te puedes tomar en serio a Sánchez, pero el caso es que es un presidente que baja los estándares nacionales de excelencia hasta el punto de desmotivarte (en este punto me saldrá un «todocentrista» o un progre presupuestario enseñando un gráfico que acredita que España está por encima de la media de excelencia en la OCDE, gráfico que por supuesto hay que despreciar por completo). A Sánchez todo le toca un pie, salvo seguir. Seguir para seguir siguiendo luego. Sánchez miente a España como solo se le miente a una mujer. Su Gobierno ha sido la pretemporada para las elecciones. Se dedicó a nombrar a gente y a hacerla dimitir. Movió a las élites, a los carguitos, un poco Madrid, pero nada más. Más que gobernar, se paseó en el Gobierno, y convocadas las elecciones hace lo mismo. Aunque la ley Electoral sea clara al respecto, su agenda mezcla el acto de partido y el de Gobierno como si tal cosa. Un día habla de Altamira como presidente y se acuerda de la derecha, y al siguiente se rodea de autores (precisamente él, al que hay que coger con Turnitín) para hablar de la Cultura y los retos de Naciones Unidas que por supuesto hace suyos. «Sin Cultura no hay existencia ni vida», llegó a oírse. Los viernes son sociales, los «juernes» de Cultura, y el Telediario rueda que rueda. Hughes ( ABC ) viñeta de Linda Galmor


Una de las muchas señales de deterioro de la República de Weimar fue el abuso de los decretos de emergencia. En 1930 aprobaron seis, en 1932 ya hubo sesenta y seis. El decreto fue luego el instrumento favorito de Hitler.
Sánchez no es Hitler (siento una repentina euforia al escribir esto) ni nosotros la Alemania de Weimar, pero el constante abuso de una forma legal prevista para lo «extraordinario y urgente» revela el deterioro político y la naturaleza fundamentalmente desahogada del presidente. Se ha decidido no hacer un drama de ello -sobre todo porque los antecesores en esto no son inocentes- pero es algo grave.
Nixon dijo que si el presidente hace algo, significa que no es ilegal. Pero Sánchez tampoco es Nixon.
Sánchez no es Hitler, Sánchez no es Nixon. ¡Sánchez no es ni siquiera Zapatero! No te puedes tomar en serio a Sánchez, pero el caso es que es un presidente que baja los estándares nacionales de excelencia hasta el punto de desmotivarte (en este punto me saldrá un «todocentrista» o un progre presupuestario enseñando un gráfico que acredita que España está por encima de la media de excelencia en la OCDE, gráfico que por supuesto hay que despreciar por completo).
A Sánchez todo le toca un pie, salvo seguir. Seguir para seguir siguiendo luego. Sánchez miente a España como solo se le miente a una mujer.
Su Gobierno ha sido la pretemporada para las elecciones. Se dedicó a nombrar a gente y a hacerla dimitir. Movió a las élites, a los carguitos, un poco Madrid, pero nada más. Más que gobernar, se paseó en el Gobierno, y convocadas las elecciones hace lo mismo.
Aunque la ley Electoral sea clara al respecto, su agenda mezcla el acto de partido y el de Gobierno como si tal cosa. Un día habla de Altamira como presidente y se acuerda de la derecha, y al siguiente se rodea de autores (precisamente él, al que hay que coger con Turnitín) para hablar de la Cultura y los retos de Naciones Unidas que por supuesto hace suyos. «Sin Cultura no hay existencia ni vida», llegó a oírse.
Hughes ( ABC )
viñeta de Linda Galmor

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