El capitán Juan Rodríguez Lozano formó parte de los destacamentos del Ejército que ayudaron a sofocar la revuelta organizada por el PSOE y UGT, en la que murieron más de 1.000 personas.
El capitán Juan Rodríguez Lozano (izquierda), junto a su nieto, el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero - ABC /
«Ha sido hecho prisionero el capitán don Juan Rodríguez Lozano, que fue procesado por el movimiento de octubre de 1934, aunque se desconoce la suerte de este jefe que era adicto al Gobierno republicano», informaba ABC el 23 de agosto de 1936, un mes después de comenzar la Guerra Civil. Los diarios «El Sol» y «La Libertad» también se hacían eco de esa misma noticia, en una pequeña reseña en la que se informaba de los primeros momentos del levantamiento militar franquista en León. «El capitán Rodríguez Lozano, procesado con ocasión del movimiento de octubre de 1934, no quiso secundar la sublevación y fue hecho prisionero. Se desconoce la suerte que ha corrido», podía leerse en el último párrafo.
Este capitán republicano había sido fusilado cinco días antes en Puente Castro (León) y era nada menos que el abuelo paterno del expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. La figura que, según dicen, más influyó y moldeó la personalidad política del líder de los socialistas españoles entre 2000 y 2012, a pesar de que nunca llegara a conocerle. Él mismo manifestó en público su orgullo por el capitán Lozano en muchas ocasiones, tanto en mítines como incluyendo reseñas de su figura en su propia biografía. «Merece la pena lo que ustedes han hecho – declaraba el presidente del Gobierno durante un viaje a Túnez, en 2011, tras triunfar la Primavera Árabe–. Mi padre no pudo disfrutar de las libertades y mi abuelo fue fusilado». En 2007, el Ayuntamiento de Toledo regalaba al entonces presidente una orla y una foto de su abuelo del año 1913, fecha en que ingresó en la Academia de Infantería de Toledo para irse seis años después al norte de África.
Según Zapatero, su abuelo era «hombre bueno que perdió la vida por el compromiso con unas ideas». También el capitán que «murió defendiendo los valores de la democracia en la Guerra Civil española», según le describió en otra ocasión. Está claro que el expresidente español quedó profundamente marcado cuando su padre le leyó a él y a su hermano el testamento que había escrito Juan Rodríguez Lozano poco antes de ser ejecutado por los fascistas: «Muero y perdono. Pido a mi esposa e hijos que perdonen también. Mi credo fue siempre un ansia infinita de paz, el amor al bien y mejoramiento social de los humildes», decía el documento.
Revolución de octubre
Lo curioso es que pocas veces Zapatero mencionó que su abuelo participó en la dura represión dirigida por Franco contra los mineros asturianos que protagonizaron la Revolución de octubre de 1934. Una revuelta organizada precisamente por el PSOE y UGT en la que murieron más de 1.000 personas a manos del Ejército. Y en la que el mismo capitán Lozano había estado también a punto de morir al defender la democracia del polémico Gobierno de Alejandro Lerroux, del Partido Republicano Radical (PRR), que realizó un importante giro a la derecha durante la Segunda República.
Juan Rodríguez Lozano había nacido en 1893 en Alange (Badajoz) y era hijo de un teniente de infantería, Sebastián Rodríguez, que murió en la Guerra de Cuba cuando él era un niño. El Ejército parecía su destino y, en 1911, cuando tenía 18 años, podemos encontrar su nombre publicado en ABC, entre los que habían aprobado el primer examen para entrar en la Academia Militar de Infantería de Toledo. O en 1913, en «El Heraldo Militar», entre los que habían accedido finalmente tras aprobar el quinto examen.
Seis años después se marchó a África a combatir junto al general Sanjurjo, el mismo que luego tendría un papel protagonista en la sublevación de Franco. Allí consiguió el abuelo de Zapatero la Cruz del Mérito Militar, regresando más tarde a la Península, donde fue destinado a Lérida, primero, y a León, después.
Por aquella época, Rodríguez Lozano era ya, como lo será Zapatero décadas después, un socialista convencido y orgulloso que llegó incluso a escribir al director de « El Socialista», Julián Zugazagoitia, para ofrecerse como colaborador del periódico: «Esta carta no es ni de un oficial monárquico ni de un oficial señorito –decía–. Es simplemente la carta de un militar que, a pesar de serlo, siente inquietudes espirituales y tiene la esperanza de una Humanidad mejor, de una más justa y más científica organización social». Y después se ofrecía para escribir en el diario «con seudónimo, por supuesto, o sin firma, sobre asuntos de índole castrense y desde un punto vista determinadamente socialista».
Combatiendo los mineros socialistas
Este arraigado socialismo, sin embargo, no le impidió acudir –por convicción militar, por querencia democrática o por obligación profesional– a las revueltas inciadas en Asturias como ayudante del coronel jefe de su regimiento. Allí apoyó el avance del Ejército y combatió con determinación contra los sublevados. Fue en la toma del municipio de Ronzón donde estuvo a punto de perder la vida al ser tiroteado por los mineros, muchos de ellos socialistas, en su afán por defender la República. Da igual que en ese momento estuviera bajo un gobierno de derechas, como el de Lerroux.
En referencia a todos estos militares que se enfrentaron a la revolución socialista de Asturias, ABC informaba el 12 de octubre de 1934 de que «el Gobierno de Lerroux ha presentado un proyecto de ley de mejoras de recompensas a los agentes que más se han distinguido en la represión del movimiento». Y contaba poco después: «El presidente del Gobierno declaró: "Voy a dar cuenta de una grata noticia. El gobernador del Banco de España ha ofrecido esta mañana un millón de pesetas para premiar a las fuerzas que se han distinguido en la represión del movimiento revolucionario"».
Esta misma lealtad republicana es la que le costaría la vida dos años después, cuando decidió regresar a León desde el pueblo de San Pedro de Luna donde pasaba las vacaciones con su hermana y su familia, al enterarse del Golpe de Estado. Una vez en el cuartel, su superior, el general Lafuente, le ordenó hacer de enlace con el gobernador civil a la espera de noticias del Gobierno.
El capitán Lozano se mantuvo fiel a la Segunda República, al Gobierno de Azaña. Por ello, el general Lafuente, que aún hoy cuenta con una calle en León, decidió denunciarle por su filiación socialista. El abuelo de Zapatero fue detenido y encarcelado en la prisión de Puerta Castillo. Y, más tarde, trasladado al Hostal San Marcos, donde permaneció hasta su ejecución.
Fue allí donde pudo escribir de puño y letra su testamento y recibir la visita de su mujer antes de morir. Razón por la cual su hijo y después su nieto, Zapatero, pudieron leer aquel documento familiar que le cambió la vida para siempre al expresidente.
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