ADORAR AL BECERRO
El poder no existe sin aduladores porque es inimaginable un gobernante sin mamporreros, plañideras o jaleadores que le acompañen en su camino, y les aseguro que el poderoso es sobre todo un repartidor de prebenda, a los que le adoran, y de sanciones, a quienes no le siguen.
Lógicamente me estoy refiriendo al poder político que es el más despótico de todos los que existen, no por su origen, que cuando es legítimo se obtiene de forma democrática, sino por su ejercicio porque hasta los más inútiles o amorales pueden ostentarlo.
Tal vez por esa razón reconozco que tengo una cierta simpatía por el poderoso inteligente adornado de valores éticos y cívicos, además de una formación e inteligencia capaz de hacerle comprender sus obligaciones y no dudar en cumplirlas.
Ciertamente esto es un desiderátum inútil porque no sería ético limitar el acceso a esas instancias de gobierno a los más tontos, inútiles y amorales , porque en eso consiste la democracia en que todos tengamos los mismos derechos y obligaciones.
Así que, reconocido el valor de esta ecuación, habremos de concluir que no es una anomalía que un simplón llegue al poder, gobierne un país e incluso escriba un libro aunque sea a cuatro manos que es una metáfora que solo se le podría ocurrir a Don Pedro Sánchez Castejón, doctor en economía y nieto de un famoso coronel franquista.
Es posible que alguno de mis lectores se pregunte que a dónde quiero llegar con tanto rodeo, así que les sacaré inmediatamente de dudas. Observen por favor la fotografía que acompaña esta columna de opinión. Miren los rostros de quienes en ella aparecen, identifíquenlos y verán que casi todos son personas de un respetable nivel intelectual y formativo. Y ahora pegúntense ¿Por qué están tan sonrientes y complacidos?
La respuesta es que estaban escuchando cómo su jefe contaba algo que ellos sabían que era una simpleza impropia de alguien de su alto rango, pero tenían que reírse y aplaudir, y sobre todo, tenían que estar allí, rindiendo pleitesía ante quien les nombró.
El conceptico aristocracia intelectual u oligarquía del saber esta desterrado de la política porque son incompatibles con “la ley de obediencia debida”, que ya no existe en los cuarteles pero si en las organizaciones políticas.
El poder es perverso porque convierte en estúpida a la gente inteligente pero es incapaz de hacer mejores a los que siendo tontos llegar a alcanzarlo, y aunque existe amplia literatura sobre este asunto, por más que pasen los años la ciencia no ha sido capaz de descubrir un antídoto contra esta enfermedad mental.
Desde que los israelitas adoraron a un becerro de oro en las faldas del Monte Sinaí a donde había escalado Moisés para recoger las tablas de la ley, la gente de cualquier condición no ha dejado de convertir en ídolos a cualquier otro becerro aunque solo tenga dos patas.
Diego Armario
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