La histórica investidura de Juan Manuel Moreno Bonilla en Andalucía culminó ayer la composición de un Parlamento en el que casi todos los partidos tienen clara su nueva posición.
Los diferentes líderes desfilaron por la Cámara enarbolando sendos discursos con los que despejaron cuál será su actitud para con el Ejecutivo y sus principales líneas de actuación en la legislatura. Salvo Susana Díaz.
La ya ex inquilina del Palacio de San Telmo se mostró incapaz siquiera de escenificar el papel que le corresponde, al menos por número de escaños: el de líder de la oposición.
Porque Díaz se encuentra perdida en su propio laberinto. Tras encabezar un escrache al Parlamento, acudió ayer al mismo para reconocer que “hay una mayoría parlamentaria legítima” y al momento tachar al nuevo Ejecutivo de “gobierno de involución”.
Las verborreicas contradicciones de la ex presidenta son uno de los síntomas que evidencian su confusión. En un debate de investidura serio, en el que cada formación abordó políticas concretas, la socialista supuso la cuota más demagógica junto a Teresa Rodríguez.
La desorientación de Díaz a la hora de centrar sus discursos es comprensible, dado el nerviosismo a flor de piel. Incluso su continuidad en el cargo está en cuestión.
El Mundo
viñeta de Linda Galmor
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