POSTUREO PROLETARIO
Hace cinco años, Podemos creció al hilo de un discurso radical, demagógico y sociológicamente imbatible contra la corrupción, los abusos de «las élites» y el secuestro del poder a manos de la partitocracia. La ciudadanía eufórica contra el sistema.
Podemos ganó escaños y alcaldías, pero pronto ganó también un aburguesamiento militante y desacomplejado. Incluso burdo. Dejó de acompasar su mensaje con la ejemplaridad pulcra de la que se travestían sus dirigentes, y su postureo proletario fue sustituido muy pronto por las purgas y la obsesión de medrar por un escaño.
Cinco años después, Podemos se ha instalado en una incipiente decadencia. Los sondeos le castigan porque su imagen de partido marginal ha sucumbido a los vicios del sistema. El chalé en la sierra es elocuente a los efectos de medir la coherencia interna.
Por eso Teresa Rodríguez recuperó ayer en la tribuna del Parlamento andaluz la sobreactuación escénica propia del rencor ideológico. De repente, Andalucía se ha llenado de ricos potentados, terratenientes explotadores, fachas miserables y fascistas peligrosos, hombres de negro ajenos al sufrimiento del débil, censores y pistoleros, maltratadores y enajenados xenófobos. Ese fue su retrato radicalizado de una derecha sobre la que vuelve a pesar la eterna sospecha de culpabilidad preventiva sin derecho a la presunción de pluralidad en democracia.
Sin embargo, el riesgo que afronta Podemos es que su impostura ya no cuele. Cultivar el miedo ciudadano a «las derechas» es una estrategia como cualquier otra. Pedro Sánchez también la desarrolla.
Sin embargo, lo determinante no es transmitir esa idea…, sino si va a ser creíble. Con Sánchez, Podemos se queda sin espacio. Acusar al PP, como ocurrió ayer en Andalucía, de usurpar el poder a una izquierda virginal y benéfica junto a otros partidos cooperadores necesarios en la instauración de un régimen machista, apunta más a una torpe chapuzacarente de credibilidad que a una innovadora estrategia política ante las elecciones de mayo.
Acusar al PP, a Ciudadanos y a Vox de esa usurpación es tanto como olvidar que Podemos gobierna un ayuntamiento de 27 ediles, como Cádiz, con solo ocho. O que Sánchez domina un Parlamento de 350 con apenas 84. El manejo aritmético de las mayorías no puede basarse en un ejercicio de doble moral, ni siquiera prejuzgando los principios de cada partido para criminalizar a unos y blanquear a otros. Es el triunfo de «la democracia de los segundos».
La guerra de Susana Díaz será con Sánchez o no será. Pero la de Podemos será consigo mismo. Antes, la hipérbole, sus insultos, el efectismo de la cal viva en los escaños, o la osadía juvenil eran una fórmula de éxito. Ahora son una losa.
Hizo fortuna aquello de que el PP o Ciudadanos son una «fábrica de independentistas». Podemos y el PSOE lo son ahora de derechistas con orgullo de pertenencia. Pero no es mal perder de las izquierdas; es desnortamiento estratégico repleto de carencias argumentales.
Manuel Marín ( ABC )
viñeta de Linda Galmor
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