jueves, 31 de enero de 2019

PODEMOS, SOCIEDAD LIMITADA


Podemos y su principal figura, Pablo Iglesias Turrión, crecieron en la siempre fértil tierra imaginaria en la que no hay límites ni restricciones a la acción política. Crecieron, pero no maduraron. Se lo impedía esa concepción de la política, que en su caso reunía lo de la autoayuda con Lenin, pasando por el caudillismo populista de sus padrinos sudamericanos.
Así que, enfrentados a los dilemas propios de la política democrática, fallaron con estrépito. Como cuando decidieron no permitir la investidura de Sánchez en 2016, tras el acuerdo del PSOE con Ciudadanos. Es significativo que hoy, cuando Iglesias preside el naufragio, haya vuelto a vindicar aquella monumental pifia como un acierto. Peor aún: como la prueba mágica de la pureza podemita que puso sobre aviso a los enemigos, que entonces se habrían conjurado para destruir Podemos.
Todo lo que le queda a Iglesias ahora es la conspiración. No el reconocimiento de errores, y menos el de Galapagar, sino la invención de una gran conjura para acabar con el partido. Prácticamente una conjura internacional, porque el exprofe de Políticas primero sitúa las miserias de su partido en el gran tablero. “Vuelve la geopolítica del miedo”, dice.
Se infiere que, frente a esos tremendos conflictos militares que pronostica para las dos próximas décadas, la salvación también es él. Que tomen nota: se le necesita durante veinte años. No es la primera vez que Iglesias y Podemos –o Iglesias para controlar Podemos– agitan el espantajo de la conspiración para mantener prietas las filas. La gracia es que en esta conjura anda metido Errejón. No lo dice así Iglesias, pero lo quiere decir. Y lo quiere decir cuanto más aparenta decir lo contrario: “Íñigo, a pesar de todo, no es un traidor”. Luego lo es, a pesar de todo.
La pureza de Podemos ha dado lugar a una realidad sucia: es una sociedad limitada, y limitada a una pareja. Este es el quid de la cuestión. Del naufragio y el sálvese quien pueda. Un liderazgo ilimitado, pero limitado a dos, Iglesias y Montero. Aunque la paradoja no es tal. La política que no conoce ni acepta límites, que pregona que todo se puede, tiende a producir liderazgos así. Y el caudillo nunca se equivoca. Sólo que Iglesias se ha equivocado de país.
Cristina Losada ( Libertad Digital )
viñeta de Linda Galmor

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