lunes, 5 de noviembre de 2018

TENDRÁS INDIGNIDAD Y DERROTA, SÁNCHEZ

TENDRÁS INDIGNIDAD Y DERROTA, SÁNCHEZ
La dignidad visitó ayer Alsasua, donde su presencia resultaba indispensable para redimir a la localidad navarra de tanta infamia como demostró hace un par de años la mayoría de sus habitantes al consentir primero y justificar después la cobarde agresión perpetrada por algunos de sus «mozos» en las personas de dos jóvenes guardias civiles que tomaban una copa acompañados por sus novias.
El acto reivindicativo de los valores constitucionales organizado por España Ciudadana, la fundación de Albert Rivera, fue un grito de libertad que no pudieron apagar ni los alaridos de los filoetarras entre quienes destacaba «carnicerito de Mondragón», uno de los más sanguinarios asesinos de la banda, ni el ruido de su fanfarria intimidatoria, ni tampoco las campanas de una iglesia renegada que jamás han tañido a muerte cuando caía un inocente abatido de un tiro en la nuca.
La dignidad se encarnó ayer en Fernando Savater y Beatriz Sánchez Seco, víctima de la serpiente ante la que han claudicado varios gobiernos y también de los que permiten que los nidos de la bicha proliferen tanto en el antiguo reino como en esa «Euskadi» sabiniana a la que la presidenta Barkos pretende entregar su tierra. Vistió los colores de Ciudadanos, PP y Vox.
Llevó el uniforme de la Benemérita, que pronto abandonará la Comunidad Foral, como salió en su día de Cataluña, con el fin de satisfacer las exigencias del separatismo. Habló alto y claro en español. Respondió a las pedradas, las amenazas, los insultos y el estiércol con argumentos, coraje, firmeza cívica y educación. Cada bando tiene su lenguaje y lo saca a relucir en ocasiones como ésta.
Porque aquí hay dos bandos enfrentados, sí, por mucho que moleste esa evidencia a los apóstoles del voluntarismo y la corrección política ciega. A un lado del campo se sitúan los defensores del orden constitucional que nos dimos libremente los españoles hace cuarenta años. Al otro, los empeñados en imponer su modelo excluyente de sociedad, empleando para ello cualquier medio, incluida la violencia.
Y junto a estos últimos, en un alarde de connivencia digno de mejor causa, los equidistantes; esos que desde su atalaya biempensante abogan por «no alimentar la crispación», «buscar vías de diálogo» y demás zarandajas al uso, como si en el Congreso de los Diputados y los parlamentos autonómicos no se hubiese hablado y se siguiese hablando hasta la extenuación o como si plantarse ante los abusos de quienes se ponen la ley por montera fuese algo reprochable en lugar de constituir un acto de resistencia imprescindible en una democracia. En ese grupo de «no alineados», pusilánimes y/o cómplices, se encuadran los de Podemos y sus socios del PSOE.
La dignidad mostró ayer su rostro más hermoso en Alsasua, donde llevaban tiempo esperándola. Ahora debería personarse urgentemente en Madrid, porque los hechos y las palabras de Sánchez y sus adláteres requieren respuesta rápida, inequívoca y contundente. El jefe del Ejecutivo está pagando el alquiler de su residencia oficial a un precio desorbitado y a un casero okupa usurero cuya pretensión es dinamitarla.
El vergonzoso cambio de postura de la Abogacía que mangonea el Ministerio de Justicia en la causa del Supremo contra el golpe en Cataluña supera todo lo visto hasta ahora y evoca la célebre frase con la que Churchill se refirió a Chamberlain y Daladier cuando ambos se rindieron ante Hitler en Múnich. Sánchez quiere permanencia a cambio de dignidad y tendrá indignidad y derrota. Lo malo es que para entonces el daño causado a España tal vez sea irreparable.
Isabel San Sebastián ( ABC )

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