Sorprende la velocidad que está tomando el proceso golpista, incluso para los que venimos advirtiendo sobre el serio intento de liquidar el régimen constitucional y el Estado nacional español, porque eso supone que la soberanía resida en la Nación española y que de ella, como dicen los párrafos clave de la Constitución, “emanen todos los poderes del Estado”.
En realidad, asistimos a un proceso contradictorio: por una parte, ante el Golpe de Estado en Cataluña, sus dos elementos básicos, que son la Justicia y el Estado, con el Rey a la cabeza, le hicieron frente ante la vil deserción del Gobierno y la Oposición. Y recibieron el apoyo masivo de millones de españoles en la calle. Pero unos meses después de aquella demostración de solidez institucional crujen las cuadernas del Estado ante la presión de los golpistas y su Gobierno, el que pusieron en la Moncloa.
Ayer veíamos a Iglesias manifestándose frente al Supremo, ya atacado por el Ejecutivo para acostumbrarnos al indulto de los golpistas, al decreto contra la ley. Sánchez acumula fechorías tan deprisa que es difícil seguirlo hasta para criticarlo. Ayer, Francisco Rosell resumía las últimas, tras defender el 155 y que el 1-O hubo rebelión:
“Critica la prisión provisional, luego sugiere el indulto, después cuestiona al juez instructor, de seguido apoya la tesis del Tribunal alemán sobre el prófugo Puigdemont, a continuación presiona a la Fiscalía para que no se ratifique en su calificación de rebelión, seguidamente obliga a la Abogacía del Estado a apearse de esa apreciación, tras devaluarla a mero gabinete de comunicación, en línea con lo que ya es el CIS, y ahora desacredita al Supremo para que delitos de máxima gravedad se salden con un apaño político“.
Añádase la multa de 70.000 euros a una revista judicial por unos versos sobre un rumoreado ligue de Iglesias y la condena al gallinero de Tania Sánchez, por ofender ¡a Irene Montero! A otra Montero, Mariló, Iglesias decía que “la azotaría hasta sangrar”; Pitita asaltó una capilla al grito de “¡arderéis como en el 36!”; Zapata se rió de Irene Villa y las niñas de Alcàsser; Iglesias y Sánchez -libertad de expresión- despenalizan las injurias al Rey, mientras sus jueces -ya negocia su entrada en el CGPJ- multan una sátira a la Sagrada Familia Roja. ¡Y hay quien duda de que esto se hunde!
Federico Jiménez LoSantos ( El Mundo )
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