Con lo picajosa que está la vicepresidenta Carmen Calvo, que es la que ha tomado las riendas de la portavocía del gobierno en sustitución de una colega de menor rango que empezaba a hacer aguas en sus comparecencias, no entiendo cómo no le ha replicado a Fernando Savater cuando el otro día dijo que “hoy gobierna en España el Psoe de garrafón”.
Yo por menos de eso habría entrado a matar, porque un partido político es como una madre y hay que defenderlo con uñas y dientes, pero la vice debía estar entretenida en conversaciones telefónicas con el Vaticano y no ha reparado en ese intolerable calificativo del intelectual vasco, -¡que los hay! aunque algunos lleven la boina enroscada.
Intento hacer memoria de otros apelativos con los que los enemigos del Psoe se han dirigido a esta organización y a sus dirigentes, y aunque muchos han sido gruesos ninguno tenía una connotación tan despectiva, porque el garrafón sugiere una borrachera cutre, unos indignos compañeros de juerga, una resaca mal oliente y hasta una vomitona vergonzosa.
Insisto, yo no lo habría tolerado, y como poco a estas horas tendría elegidos los padrinos para un duelo a muerte dialéctica con el intelectual nacido en Donostia, pero para eso se necesitan al menos dos cosas: arrojo y conocimiento, cualidades que no percibo en el doctor.
La síntesis que hace Fernando Savater para definir a una organización que durante años gozó de un prestigio notable en su acción de gobierno cuando el Presidente era Felipe González, denota una simplificación que no admite replica y es cruel, porque con el calificativo de “garrafón” el intelectual vasco zanja el debate y se retira de la contienda al considerar que no existe un interlocutor de nivel para rebatirle esa tesis.
No soy quién para interpretar al Presidente de gobierno en este lance, ni tampoco a su vicepresidenta, pero imagino que prefieren dejar las cosas como están y no marear la perdiz con dimes y diretes en este asunto por no salir peor parados, porque no es lo mismo replicar con dos simplezas a un oponente político en el parlamento que entrar a discutir con alguien como Fernando Savater, que a su bagaje intelectual y conocimiento extenso de la filosofía – que es la ciencia del saber – le añade unos instrumentos dialécticos demoledores: la sorna y el sentido del humor.
¿Saben ahora por qué los verdaderos intelectuales están poco tiempo en política?
Diego Armario