ALGO QUE CELEBRAR
En tiempos tan oscuros como los que nos afligen, cuando arrecian los rumores sobre una nueva rendición del Gobierno ante el golpismo catalán a través de la Abogacía del Estado, es más necesario que nunca celebrar las buenas noticias. Y la que nos ha brindado esta semana el Tribunal de Estrasburgo es de las que alegran el corazón y animan a recuperar la confianza perdida en la Justicia.
Ha tenido que salir de allí el peón enviado por Zapatero a hacer el trabajo sucio para que los etarras perdieran al fin su primera batalla. Porque, paradójica y repugnantemente, la Corte europea encargada de velar por los derechos humanos llevaba años respaldando las demandas de esos asesinos múltiples. Amparó al secuestrador de Gaby Cisneros, Arnaldo Otegi, cuando fue condenado por injuriar al Rey Don Juan Carlos, condenó a España por maltratar a varios sicarios del hacha y la serpiente, en cuyo «manual del buen terrorista» estaba la obligación de denunciar a los cuerpos y fuerzas de seguridad, y apoyó la derogación de la doctrina Parot, requisito indispensable para que fueran excarcelados decenas de etarras mezclados con violadores multirreincidentes, muchos de los cuales han vuelto después a las andadas.
(Cabe recordar que el ejecutor de esa sentencia, cumplida de un día para otro pulverizando todos los récords de velocidad judicial, Fernando Grande Marlaska, fue premiado primero con la presidencia de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional y más recientemente con el Ministerio del Interior). Una y otra vez los togados de Estrasburgo deshonraron su cometido, despreciaron el sentido común y dieron más credibilidad a la palabra de los pistoleros que a las sentencias del Supremo, inducidos por un individuo llamado Luis López Guerra, jurista de cabecera del PSOE, cuyo cometido era satisfacer las exigencias de ETA en esa negociación infecta que algunos llaman «proceso de paz».
Y todavía ayer mismo el alter ego de ese presidente de infausta memoria alardeaba en el Congreso de la supuesta victoria conseguida frente al terrorismo por su maestro y mentor. ¿Victoria? ¡Lo que hizo Zapatero fue rendir nuestra dignidad y el derecho de las víctimas a la Justicia! Hasta hoy.
Sin la ayuda inestimable de López Guerra, los etarras se han topado al fin con un muro de decencia. Resulta difícil comprender que la misma ley merced a la cual fueron liberados Parot y otras escorias de su calaña sirva para mantener preso a Pakito, pero así es. Múgica Garmendia permanecerá entre rejas, hasta que termine de cumplir su condena, y el mismo destino aguarda a otros sesenta y nueve miembros de la banda que esperaban beneficiarse de un nuevo fallo favorable a sus intereses.
En ausencia del juez socialista, su principal valedor, los secuaces de ETA han visto fracasar por una vez sus pretensiones. La pena es que dos de los demandantes, Santiago Arróspide Sarasola «Santi Potros», y Alberto Plazaola Anduaga, ya andan sueltos por la calle. Potros fue condenado por cuarenta asesinatos probados a miles de años de reclusión, de los cuales cumplió treinta. La derogación de la doctrina Parot hizo que pagara menos de un año de cárcel por cada vida robada. ¿Y hay quién llama a eso «victoria»?
Isabel San Sebastián ( ABC )
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