magínese que usted, Juan Español o Juana Española, hace una tesis de Economía no solo, como marca la ley, sino en compañía de otros. Que en lugar de las dos manos que Dios le ha dado, ha echado mano de al menos ocho, cosa estrictamente prohibida porque no estamos hablando de un trabajo coral. Pongamos por caso que, además de disponer de tres negros trabajando por la cara para usted, ha plagiado páginas como si no hubiera un mañana como si fuera el más descarado y vulgar de los estafadores intelectuales. Y que en el colmo del caradurismo, resulta que la Universidad de marras le otorga un cum laude cuando usted es un zoquete sin remedio que en el texto confunde reiteradamente los billones estadounidenses con los billones europeos. Algo que discierne un alumno de Primero de Económicas y seguramente muchos colegiales. Por no hablar de las 40 erratas que usted ha colado a los cinco miembros del tribunal que han tragado con todo lo que usted les ha puesto por delante.
Y que además de todo eso, que no es precisamente moco de pavo, le cazan plagiando dos artículos que ha escrito pocos meses antes con un miembro del tribunal y la directora de la tesis. ¿Cuánto tardarían en exigirle que devuelva el doctorado? ¿O en retirárselo por las bravas? ¿Un par de días? ¿tres tal vez? De lo que no hay duda es que antes de una semana su cuadro con el doctorado fake ya no estaría colgado en el salón de su casa o en su despacho. Eso en el caso de que no le denunciasen en los juzgados de lo Penal por lo que constituye simple y llanamente un delito de falsedad amén de un robo de guante blanco de la propiedad intelectual ajena. Hablando de delitos el suyo sería no llamarse Pedro Sánchez Pérez-Castejón porque de figurar ese nombre en su DNI seguiría más chulo que un ocho en Palacio con su doctorado robado disfrutando de los edecanes, de esos Falcon con los que te vas de marchuki y de los Super Puma que te permiten mirar con desdén a los ciudadanos que se tragan los atascazos capitalinos.
Claro, pero usted se llama Juan Español o Juana Española. Usted no se atrevería a semejante ejercicio de mangancia intelectual. Porque usted es un tipo o una tipa decente. Porque usted no siente la más mínima tentación de hacer un Sánchez porque sabe que se lo llevarán palante. Usted es uno o una más de los miles y miles de compatriotas que se han doctorado trabajando como cabrones cuatro o cinco años para sacarse una tesis. Que no es una broma ni un máster garbancero de ésos que daba cual rosquillas la Juan Carlos I sino un título habilitante para poder ostentar la condición de profesor titular de Universidad y eventualmente catedrático. Sobra recordar que el presidente que no ganó las elecciones sacó el doctorado en poco menos de un año. Y no estamos hablando precisamente de Einstein.
El cúmulo de pruebas en el Tesisgate aumenta exponencialmente cada 24 horas. Desde que El Pollo de La Moncloa nos amenazase con los fuegos más acerados del averno, además de una querella o una demanda, hemos conocido nuevas golferías en la tesis más fake de la historia moderna. Para empezar, que plagió extractos de un discurso oficial de Miguel Sebastián, el padrino en la sombra de este regalo que va a acabar envenenando al ahora presidente del Gobierno. Que él y su negro también trincaron el power point que recogía las conferencias que Sebastián impartió en Estados Unidos siendo ministro del Gobierno de España.
Más y más y más… y muchísimo más. Está claro por qué tenía guardada bajo cuatro llaves como si esa basura confeccionada con decenas de metros de retales ajenos fuera el Koh-i-Noor, el diamante más valioso del mundo propiedad de la Reina de Inglaterra. Tal y como desvelamos el miércoles, Moncloa no se cortó un pelo a la hora de trucar Turnitin, uno de los mejores sistemas antiplagio del mundo. Aseguraron, y casi todos los medios se lo tragaron (malos tiempos para la libertad de expresión), que daba un “13% de coincidencia” cuando en realidad no habían metido en la máquina decenas de documentos que no figuran en la red porque son propiedad del Ministerio y no han sido nunca hechos públicos. A nosotros nos salió un 16% de plagio o fusilamiento. Claro que ni omitimos documentos ni lo resolvimos en 24 horas como el tramposo Gobierno socialista. Tardamos ¡¡¡cinco días!!! porque antes es imposible ejecutar la prueba del algodón con todas las garantías.
Entre medias, vinieron desde el norte de Europa a sacarle los colores al Pollo de Moncloa. Él solito provocó la internacionalización del Tesisgate. Los ivanesredondos de turno proclamaron a los cuatro vientos que Plagscan, otro sistema antiplagio, éste de origen germano, había confirmado un 0,9% de “coincidencias”. Los alemanes se sintieron estafados, pusieron el grito en el cielo y llamaron mentiroso con otras palabras al presidente del Gobierno. Una nota oficial de esta compañía cifró en un 21% el número de “coincidencias” con textos ajenos. Es decir, ¡¡¡23 veces!!! más de lo que aseguraban Sánchez y sus adláteres.
Entre medias, el eternamente gubernamental (de derechas o de izquierdas, que más da) diario El País terciaba en la polémica imputando otro plagio a Sánchez y su negro Carlos Ocaña, esta vez en el libro que recoge la mayor parte de la tesis. Tamaño esfuerzo ético después de tantas jornadas de silencio o manipulación sólo podía responder a dos intenciones: el enésimo favorcete a Soraya Sáenz de Santamaría, perdón, Pedro Sánchez, o una rebelión en la redacción. Alternativas que no son necesariamente excluyentes porque tal vez hicieron de la necesidad, virtud. “Lo publicamos y que se callen estos pesados de periodistas. Y, de paso, matamos dos pájaros de un tiro minimizando el asunto y evitando que los malos-malísimos de la competencia sacasen esta otra pata del escándalo [nosotros teníamos previsto publicarlo al día siguiente]”. La cosa cantaba un rato porque recalcaban en el primer párrafo de la noticia, lo nunca visto, la tesis de los plagiarios: “Es un error involuntario que subsanaremos a la mayor brevedad posible”. Vamos, que son unos buenos chicos que se confundieron. Jajajaja.
No quedó ahí la cosa. Ayer nos enteramos, gracias a Miguel Ángel Pérez, que este enfermo del plagio que es Pedro Sánchez también fusiló a discreción una conferencia de ese gran personaje que es José Luis Bonet, presidente de Freixenet y de la Cámara de Comercio. En fin, que al maridito de Begoña Gómez es un jeta integral. Le da igual ocho que ochenta.
El “mentiroso, chulo, plagiario, jeta, mediocre y censor” (lo entrecomillo porque yo ni plagio ni me autoplagio) de Pedro Sánchez sólo tiene dos opciones: o renuncia a su doctorado robado o esa Universidad privada de amiguetes que es la Camilo José Cela abre una investigación y se lo retira. Si le queda algo de dignidad a esta institución universitaria, tiene que tomar medidas a la mayor brevedad. De lo contrario, todos los empresarios de este país se lo pensarán dos, 10 ó 100 veces a la hora de contratar a alguien que ha estudiado allí. Tan legítima como lógicamente sospecharán que el candidato puede ser un Pedro Sánchez de la vida. Y, entre tanto, dejemos hacer su trabajo al Supremo. No sé qué dirá de la denuncia de Vox pero indicios, lo que se dice indicios de prevaricación, cohecho impropio, falsedad y plagio, hay para dar y tomar. Ojito, Pollo: sólo este último delito, el robo de la propiedad intelectual ajena, acarrea un castigo de hasta cuatro años de cárcel. Artículo 270. No hace falta que lo plagies, basta con que te lo leas, presidente.
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