La historia de los llamados solidarios comenzó a finales de la década de los setenta del siglo pasado. Penney Laigen, inspirándose en una canción titulada “Tie a yellow ribbon” (Amarra un lazo amarillo) utilizó un lazo de este color para reivindicar el apoyo a su esposo y otros rehenes norteamericanos cuando la embajada de los Estados Unidos en Teherán fue asaltada en 1979. Algunos años después los activistas en la lucha contra el sida, utilizaron un lazo rojo para mostrar su solidaridad con quienes habían contraído la enfermedad y sufrían un amplio rechazo social. Recibieron un impulso notable cuando el actor Jeremy Iron colocó uno en la solapa de su traje. A partir de ese momento no hay causa que no haya tenido su lazo.
Desde octubre del pasado año, los independentistas catalanes utilizan un lazo amarillo como señal de protesta, en un primer momento, por la aplicación del artículo 155 de la constitución para poner freno a las fechorías legislativas que estaban cometiendo. Poco después el lazo amarillo -en realidad el color amarillo utilizado en bufandas, pañuelos de cuello o anoraks, según la temperatura ambiental- se transformó en un símbolo de protesta por el encarcelamiento de presuntos delincuentes, a los que ellos, en la ensoñación irreal que suele acompañar al proceso independentista, consideran presos políticos.
Hay quien se pregunta el porqué del color amarillo y la respuesta es cuando menos compleja. Una de las explicaciones que se ha difundido es la de que es debido a que ese era color de los llamados maulets, los partidarios del archiduque Carlos de Austria en la guerra de Sucesión -la ensoñación independentista sostiene que fue de Secesión- y que luchaban para que se convirtiera en Carlos III. En el transcurso de aquella contienda se acuñaron monedas en Cataluña en las que podía leerse la leyenda “Carolus III Hispaniarum Rex Gratia Dei”. El color de la enseña de la casa de Austria era el amarillo sobre el que lucía un águila negra bicéfala. Esa fue, por ejemplo, la enseña que ondeó en Gibraltar durante unas horas, cuando en 1704 la plaza fue entregada por su gobernador don Diego de Salinas al príncipe Jorge de Hesse Darmstadt como representante del archiduque Carlos de Austria. Pero acto seguido el astuto almirante Rooke, que mandaba la flota que había bombardeado la plaza forzando su rendición, la sustituyó por la enseña inglesa y, en un auténtico acto de piratería histórica, tomo posesión del Peñón en nombre de la reina Ana.
El lazo amarillo puede verse expuesto en escaparates de comercios o pintado en muros de centros educativos y fachadas de edificios públicos. Si tuviera alguna relación con el color que identificaba a los maulets en su lucha contra los borbónicos, partidarios de Felipe V, a los que llamaban botiflers -esta expresión se ha utilizado en círculos independentistas para referirse a los contrarios a la independencia- resultaría que es en su origen un color monárquico, el que identificaba a los partidarios de la casa de Austria en el transcurso de la guerra de Sucesión. Un color, sin duda poco acorde para la proclamación de la república independiente de Cataluña. Más le hubiera servido el color morado que en la II República sustituyó una de las bandas rojas de la bandera de España. Aunque al morado tiene fuertes tintes castellanos. Morada era la enseña de los comuneros de Castilla derrotados en Villalar por las tropas leales a Carlos I.
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