viernes, 5 de enero de 2018

Junqueras, ¿también eras un 'hombre de paz' cuando tus secuaces machacaron y acorralaron a la Guardia Civil?

Santiago González: "Es lo que tiene que te metan en la cárcel, que no puedes ir a las sesiones del Parlamento. ¡Ni siquiera a las rebajas del Corte Inglés!"

Oriol Junqueras y el acoso que sufrió la Guardia Civil en la consejería de Economía de la Generalitat.


 
La declaración de Oriol Junqueras el 4 de enero de 2017 ante el Tribunal Supremo es el hilo conductor que podrán leer este 5 de enero de 2017 en las tribunas de opinión y editoriales de la prensa de papel. Todos coinciden en que esgrimir el argumento de ser un 'hombre de paz' parece algo grotesco cuando tiene un pasado reciente que no invita, precisamente, a la tranquilidad.
El editorial de ABC tiene claro que Oriol Junqueras es cualquier cosa, salvo un estadista:
El Supremo decidirá en su día si Junqueras es o no un delincuente. Pero en ningún caso es un estadista y un benefactor de los catalanes. Muy al contrario, pretende seguir liderando un proyecto sectario y excluyente, empobrecedor de Cataluña.
Carlos Herrera recuerda las atrocidades cometidas en España por aquellos que se autoproclaman ‘hombres de paz':
Gente de paz es la que rodeó a la Guardia Civil y destrozó sus coches la famosa tarde en la que los agentes buscaban papeles en la Consejería de Economía. Ese criterio de paz es el que ha llevado a los Jordis a la cárcel. ¿Gente de paz es la que acosa, insulta, humilla, agita y desprecia a los que no están en la verdad única del independentismo de Junqueras y compañía?
Manuel Marín diagnostica con precisión de cirujano que Cataluña camina ciega y desnortada:
Nadie consigue explicar con un mínimo de coherencia argumental qué ventajas tendría esa 'nueva' Cataluña en manos de los mismos dirigentes sectarios y manipuladores que la convirtieron en una falsa república independiente. ¿Cómo convencer a su parroquia separatista de que el objetivo de un Cataluña libre de España ya no es posible... y hacerlo además con un discurso congruente y creíble basado inexorablemente en la pertenencia a España? El gran disparate patrio es seguir observando a Cataluña caminar a ciegas.
 
El editorial de La Razón es claro en este aspecto de la declaración de ‘paz' de Oriol Junqueras, que no es suficiente ni prueba absolutamente nada:
Acreditar convicciones religiosas no es suficiente y, en términos jurídicos, no exime del delito cometido, como es lógico, y menos cuando se le investiga por rebelión, sedición y malversación de caudales públicos. Tampoco es determinante, como expuso el abogado de Junqueras, su voluntad de "trabajar para el millón de personas que le ha votado" o "poder estar con su familia" para que sea puesto en libertad.
Santiago González, en El Mundo, sentencia que cuando vas a la cárcel, como le ha pasado a Junqueras, te ves privado para los quehaceres de tu vida cotidiana:
La acusación, las acusaciones, estuvieron mejor que la defensa. El acusador particular Ortega estuvo cerca de parafrasear e invertir un conocido eslogan mexicano al situar a Junqueras tan cerca de Dios, tan lejos del Derecho Penal. No era sólo el Derecho Penal, también la vida cotidiana. No creo que el TS le aplique la agravante de cursilería, ni tampoco hay elementos para creer que le van a aliviar de los graves cargos que pesan contra él. Es lo que tiene que te metan en la cárcel, que no puedes ir a las sesiones del Parlamento. ¡Ni siquiera a las rebajas del Corte Inglés!
Raúl del Pozo considera que Junqueras se mueve entre lo trágico y lo grotesco:
Junqueras, preso en Estremera, ha forzado la pose, entre trágica y grotesca, de héroe a la fuerza. No deja de hacer frases para la historia que lean los niños republicanos del futuro. Pretencioso y vulgar, antes de comparecer ante el TS ha dicho: "Me clavo en el pecho la espada que ya no me sirve para combatir". Lleva en Estremera desde el 2 de noviembre y se comprende su deseo de salir de la sombra. Su táctica política de "suavidad en las formas, firmeza en el fondo", se ha ido resquebrajando porque es muy duro escuchar los pasos de asesinos.

 
 

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