Rafael Alberti, el torturador durante la guerra civil – Javier Giral Palasí
Escrito por Javier Giral Palasí.
En agosto de 2009, el Mundo entrevistaba al religioso Antonio Hortelano a sus 90 años de edad. Le habían diagnosticado un cáncer terminal, le quedaba un mes de vida y estaba a punto de publicar las memorias de su dilatada existencia como agente secreto del Vaticano y del Mossad. Al referirse a Alberti dijo: “Metía a los prisioneros en cabinas de teléfonos con las paredes electrificadas con alta tensión”.
Unas declaraciones que no nos extrañan, pues van en la línea de lo que se ha venido sabiendo de Rafael Alberti en los últimos años sobre su papel en la Guerra Civil Española. Basta recordar que este poeta fue Secretario político de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, cuyo trabajo fue más allá del “ámbito cívico-cultural” y de las labores de propaganda, como afirmaba el poeta comunista que siempre militó en el PCE, sino que más bien se ocupó personalmente de la represión de muchos intelectuales, y no sólo intelectuales, que no habían cometido ningún delito salvo el no simpatizar con la revolución del Frente Popular.
La llamada Alianza de Intelectuales Antifascistas en agosto de 1936 dio paso al Comité de Depuración formado por Maroto, Luengo, Abril y el propio Rafael Alberti, cuya labor era “depurar” a todos los personajes del mundo de la cultura que considerase aquel comité sanguinario, basta recordar que consideraban “fascistas” a todos los que no fueran izquierdistas. Para saber cómo actuaban los defensores de la “cultura, la libertad y la democracia” de estos Comités de depuración basta leer la carta que el profesor Manuel García Morente publicó en París el 23 de octubre de 1936 después de escapar de Madrid:
“A poco supe confidencialmente que se había constituido una comisión de depuración (tal era la palabra usada) al profesorado de Universidad. Esa comisión propuso la cesantía de varios catedráticos de la Facultad de Filosofía y Letras. La lista iba encabezada con mi nombre. Los comisionados consideraban urgente el sacrificio de mi persona. En virtud de la comisión llamada depuradora, mi nombre iba a ser publicado como cesante y mi persona entregada a las ruines pasiones de los asesinos; hube de pensar en la necesidad de abandonar Madrid”.
Este poeta, Rafael Alberti, tan venerado por los gili-progres de la “desmemoria histérica”, tuvo una columna en el periódico ABC incautado por el Frente Popular, que se llamaba nada más explícito que “A paseo”, con lo que en la España revolucionaria entonces significaba, en ella se indicaba los intelectuales que habían de ser apartados y asesinados.
Más sentido fue el testimonio de Alfonso Ussía, ante el silencio pasmoso del rebaño de la actual inquisición artística sobre las declaraciones respecto a Rafael Alberti del religioso-espía, Antonio Hortelano. Ussía añadió como el poeta gaditano no movió ni un dedo para sacar de la cheka y salvar la vida a su abuelo, el intelectual Pedro Muñoz Seca, a pesar de los constantes requerimientos de su hermano, Vicente Alberti, y que tenía amistad con la familia Muñoz Seca pues también era del Puerto de Santa María.
Para rematar este artículo veamos el “espíritu democrático” de Alberti leyendo unos versos dedicados al genocida Stalin, que como todo el mundo sabe era otro demócrata de toda la vida, además de un defensor de las libertades y del género humano. Dice así:
“José Stalin ha muerto
Padre y maestro y camarada
Quiero llorar, quiero cantar
Que el agua clara me ilumine
Que tu alma clara me ilumine
En esta noche que te vas”
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