Pablo Iglesias conoció a Irene Montero en un acto celebrado por Tele K en Vallecas en octubre de 2014. Esto es lo anecdótico, lo sustancial es que en ese acto, durante el turno de preguntas, Iglesias habló de un militar: "Hicimos un mitin en Zaragoza y se me acercó un tipo y me dijo 'yo soy oficial del Ejército del Aire y quiero decirle que algunos de nosotros estaríamos dispuestos a defender la soberanía nacional frente a la troika'. Cuando un militar te dice eso es cuando piensas, coño, ahora sí que damos miedo".
Era un tiempo, más feliz para él que el actual, en el que Pablo Iglesias no dejaba de hablar de la patria. De un concepto difuso de patria, más de naturaleza moral que administrativa, que excitaba el sentido de pertenencia de los que habían sido maltratados por la crisis y que tenía un indisimulado tinte eurófobo. Por aquellos años, no tan lejanos, a las masas mediterráneas les seducían los discursos que prometían un repliegue nacionalista, e Iglesias llegó a fantasear con la idea de una vuelta a la peseta en uno de sus inolvidables prólogos del programa Fort Apache: "¿Qué es lo que debería hacer una fuerza política democrática que ganara unas elecciones en un país del sur de Europa? Yo no tengo dudas. Debería tomar el control de la política monetaria, saliendo del euro". Iglesias hablaba como un soberanista español y decía cosas como que "no se puede ganar un país sin reivindicar el concepto de patria".
Eran años de feliz irresponsabilidad, de comunión populista, de orgía transversal, sin la servidumbre de las confluencias, en los que Iglesias decía que le parecía "precioso" ver a "inmigrantes ecuatorianos, subsaharianos, árabes" celebrando las victorias de la Selección española con "las banderas con los colores de los que ganaron la Guerra Civil".
Lo bueno de Podemos es que es un partido que ha venido con vídeo tutorial incorporado. Alguien debería hacer un timelapse con todo ese material. La sensación de envejecimiento es atroz. ¿Qué le diría ahora aquel oficial del Ejército del Aire a Pablo Iglesias si pudiera encontrárselo? ¿Renovaría su promesa de defender la soberanía nacional?
En 2015, los dirigentes de Podemos estimaban que una cuarta parte de su base electoral procedía del Partido Popular. Son los votantes que huyen despavoridos cuando el avejentado Iglesias de hoy clama con un catalán roto e involuntariamente paródico por una "Catalunya lliure i sobirana.
El desafío independentista en Cataluña no es más que el catalizador de un proceso de descomposición que empezó antes, con un choque de botellines en la Puerta del Sol, y que en lo que va del 20 de diciembre de 2015 al 26 de junio de 2016 evaporó un millón de votos.
Podemos siempre fue un partido providencialista. Llegó a parecer indisociable de la coleta. Y sin embargo, una reciente encuesta de Metroscopia demuestra que ahora tiene un serio problema de liderazgo. El pasado agosto la tasa de aprobación de Iglesias entre los votantes de Podemos era del 65%. En noviembre ha caído hasta el 49%. Ni Rajoy, ni Sánchez, ni Rivera están tan mal considerados entre sus votantes.
El viraje independentista de Ada Colau pulveriza lo poco que queda del discurso nacional de Podemos. La situación de Pablo Iglesias en Cataluña es la de un hemofílico donando sangre. Como Francesc Cambó, quiso ser a la vez el Bolívar de Cataluña y el Bismarck de España; pero eso nunca fue, ni es, ni será posible y tuvo que elegir.
Debería ir preparándose para lo que viene, el despertar de un antagonismo que permanece dormido desde Vistalegre II. El preludio es el estallido de Carolina Bescansa, quien, de forma poco sutil, mostró su añoranza por "un Podemos que hablase más de España y a los españoles, y no solamente a los independentistas". A Íñigo Errejón se le está poniendo acento cheli, no deja de hablar de España en sus entrevistas y repite aquello que Iglesias ha olvidado: "Un partido progresista que no reivindica la identidad nacional no es útil". La siniestra amenaza castrista se cierne sobre Podemos, "¡Patria o muerte!", y es probable que Pablo Iglesias ya no esté en condiciones de elegir.
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