Cuando Pujol defendía una España unida y «fuerte», con «orden y justicia»
«Sin Constitución, sin reglas de juego, sin marco adecuado, la mejor voluntad fracasa», advertía en 1978. El 1-O votó en el ilegal referéndum independentista
«Esta es la Constitución de la solidaridad», «la Constitución persigue un Estado equilibrado y eficaz, un Estado fuerte» al servicio «de sus ciudadanos, del orden y de la justicia». Las palabras están dedicadas a la vigente Constitución Española. Se escucharon en el Congreso de los Diputados el 21 de julio de 1978 y quien las pronunció fue Jordi Pujol.
En aquellos meses decisivos en los que las Cortes Generales alumbraron la arquitectura jurídica de la moderna democracia española, Pujol había conseguido ver reconocida la aspiración autonomista de Cataluña. Y, logrado ese objetivo que le iba a valer situarse en la cúspide del poder catalán durante más de trece años seguidos, no ahorró loas a la Carta Magna que ha acabado pisoteada por su partido tras años de tránsito desde el nacionalismo a la rebeldía independentista.
El 21 de julio de 1978 se celebraba sesión plenaria en el Congreso. Era una jornada más en el trámite parlamentario que conduciría a la promulgación de la Constitución. Cuando Pujol tomó la palabra, no solo lanzó entusiastas calificativos al texto constituyente sino que apeló, de cara al futuro, a protegerlo, cuidarlo y preservarlo de quienes intentaran atacarlo. Clamó, en suma, justo por lo contrario de lo que lleva tiempo poniendo en práctica el PDeCat -nombre con el que se rebautizó la Convergéncia de Pujol-.
Por aquel entonces, el gerundense Carles Puigdemont apenas podía soñar con alcanzar un día la presidencia de la Generalitat. Miraba con admiración a Jordi Pujol y empezaba a dar sus primeros -y juveniles- pasos en el nacionalismo político catalán. Pujol no solo fue una admirada figura para Puigdemont, sino también un referente profesional al que prestó asalariada lealtad. En la segunda mitad de los años 90, por encargo del otrora 'molt honorable', Puigdemont montó la identitaria Agencia Catalana de Noticias, una pieza más en el «hólding» mediático construido por los nacionalistas desde la Generalitat y alimentado a golpe de talonario público.
En aquellos meses decisivos en los que las Cortes Generales alumbraron la arquitectura jurídica de la moderna democracia española, Pujol había conseguido ver reconocida la aspiración autonomista de Cataluña. Y, logrado ese objetivo que le iba a valer situarse en la cúspide del poder catalán durante más de trece años seguidos, no ahorró loas a la Carta Magna que ha acabado pisoteada por su partido tras años de tránsito desde el nacionalismo a la rebeldía independentista.
El 21 de julio de 1978 se celebraba sesión plenaria en el Congreso. Era una jornada más en el trámite parlamentario que conduciría a la promulgación de la Constitución. Cuando Pujol tomó la palabra, no solo lanzó entusiastas calificativos al texto constituyente sino que apeló, de cara al futuro, a protegerlo, cuidarlo y preservarlo de quienes intentaran atacarlo. Clamó, en suma, justo por lo contrario de lo que lleva tiempo poniendo en práctica el PDeCat -nombre con el que se rebautizó la Convergéncia de Pujol-.
Por aquel entonces, el gerundense Carles Puigdemont apenas podía soñar con alcanzar un día la presidencia de la Generalitat. Miraba con admiración a Jordi Pujol y empezaba a dar sus primeros -y juveniles- pasos en el nacionalismo político catalán. Pujol no solo fue una admirada figura para Puigdemont, sino también un referente profesional al que prestó asalariada lealtad. En la segunda mitad de los años 90, por encargo del otrora 'molt honorable', Puigdemont montó la identitaria Agencia Catalana de Noticias, una pieza más en el «hólding» mediático construido por los nacionalistas desde la Generalitat y alimentado a golpe de talonario público.
Puigdemont fue premiado como el más destacado asalariado de esta nueva empresa pública de la Generalitat: Pujol le puso al frente de la Agencia Catalana de Noticias. Puigdemont permaneció en ese puesto hasta el año 2002, hasta poco antes de que Jordi Pujol abandonara el 'Govern'. Poco después, el gerundense dio el salto a la política profesional con la que acabó llegando a la presidencia de la Generalitat y a liderar el golpe independentista contra el Estado.
«Estado fuerte, al servicio de sus ciudadanos»
En el ilegal referéndum secesionista del 1 de octubre, Jordi Pujol y su esposa Marta Ferrusola participaron activamente. Acudieron a votar, sumándose así al órdago contra la Constitución y la unidad de España. Pujol hizo justo aquello que censuró vehementemente hacía 29 años desde su escaño del Congreso. «Sin Constitución, sin reglas de juego, sin marco adecuado, la mejor voluntad fracasa», dijo Pujol en el pleno del Congreso de aquel 21 de julio de 1978. Y aplaudía el contenido de la Carta Magna que se estaba alumbrando, porque iba a dar lugar a «un Estado fuerte» en España.
Pujol elogió el articulado constitucional y la consagración de la unidad de España recogida por aquel en combinación con la descentralización autonómica. «La Constitución -dijo el 'padre' político de Puigdemont- persigue un Estado equilibrado y, al propio tiempo, eficaz; un Estado fuerte, no en el sentido autoritario de la palabra, sino en el de la eficacia y en el de la capacidad de servicio; un Estado al servicio de sus ciudadanos, de la seguridad y del bienestar físico y moral de sus ciudadanos, del orden y de la justicia».
En otro momento de su intervención en aquel pleno del Congreso, Pujol remaraba las múltiples bondades que le reconocía a la Constitución que ahora su partido pretende tumbar. «La Constitución nos va a permitir», dijo aquel 21 de julio de 1978, «un país en el cual la democracia, el reconocimiento de las identidades colectivas, la justicia y la equidad sean una realidad». Y por «país» Pujol solo se refería a España. La Constitución, remachó, «es el marco imprescindible de la convivencia colectiva».
En otro momento de su intervención en aquel pleno del Congreso, Pujol remaraba las múltiples bondades que le reconocía a la Constitución que ahora su partido pretende tumbar. «La Constitución nos va a permitir», dijo aquel 21 de julio de 1978, «un país en el cual la democracia, el reconocimiento de las identidades colectivas, la justicia y la equidad sean una realidad». Y por «país» Pujol solo se refería a España. La Constitución, remachó, «es el marco imprescindible de la convivencia colectiva».
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