Manuel Fernando González
Hoy también es otro día histórico para los que consideramos que los anuncios del tipo “hombre cuarentón para mujeres viciosas” o "200 de pecho, te recibo en tanga” son la última vergüenza del periodismo publicado que sobrevive en una profesión que se considera de carácter social.
Esta misma mañana, al tomarme el segundo café -que dicen ahora que es bueno pero que me sube la tensión a 16/7- leo en la portada del diario del Grupo Prisa:
"EL PAÍS deja de publicar anuncios de contactos. Los llamados anuncios de relax no se publican en ninguna de las ediciones del diario desde el pasado 15 de julio. Esta decisión del periódico está motivada por un profundo debate interno, en el que han tenido un gran peso las opiniones de nuestros lectores, quienes a través de las Cartas al director, la figura del Defensor del Lector y los comentarios en noticias y redes sociales, han transmitido repetidamente su rechazo a este tipo de anuncios"
Fin de una cita necesaria para comprender la inmensa satisfacción que me produce una noticia largamente esperada.
Porque, aunque sea cierto que la Ley General de Publicidad considerara fuera de la legalidad todo anuncio que "atente contra la dignidad de la persona o vulnere los valores y derechos reconocidos en la Constitución" y sea cierto también que el ex Presidente Rodríguez Zapatero afirmara en el debate sobre el Estado de la Nación de julio del 2010 que "mientras sigan existiendo anuncios de contactos, se estará contribuyendo a la normalización de esta actividad"; esas degradantes llamadas al sexo fácil pero pagado, no han desaparecido todavía en varios periódicos españoles.
No seré yo el que a día de hoy señale el nombre de los que sobreviven en un mercado que ha llegado a manejar al año la muy lucrativa cifra de más 50 millones de euros actuales, porque me parece más ético decirle a mi competencia que cada uno arregle su casa y que Dios esté en la de todos.
Vamos, que me alegro de que El País, en pleno 2017, encuentre el camino que le corresponde por audiencia y prestigio y que espero, pero no desespero, que ese paso adelante de los de PRISA estimule a los que aún quedan metidos en el fango del negocio de los contactos para que reflexionen y se salgan de él lo antes posible.
El periodismo vive de los sentimientos de sus lectores pero, sobre todo, del respeto a su libertad personal. El negocio montado en torno a la dignidad sexual de los seres humanos es execrable y afecta, por igual, a todos los sexos. Acabemos con ese tipo de esclavitud y recuperemos nuestra honorabilidad de notarios independientes de la actualidad.
Para mí y para cientos de colegas es todavía un orgullo decir aquello de: "Yo soy periodista", pero los que gestionan los medios ¿pueden decir lo mismo?
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