"Eran las siete de la mañana. Me bajaron de la guagua y me introdujeron en el Lada. Me llevaron a una casa y me tuvieron allí hasta las diez de la noche. Raúl es peor que Fidel, es más fuerte".
Felipe VI y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anunciaban este martes, tras recibir en Madrid al ministro de Relaciones con el Exterior de Cuba, Bruno Rodríguez, su intención de visitar la isla "lo antes posible".
Lo confirmaban a través del titular de Exteriores en España, Alfonso Dastis , que destacó posteriormente en rueda de prensa las "estrechas e intensas" relaciones entre ambos países y, sobre todo, la intención de fortalecerlas.
A la espera de conocer la fecha exacta para el viaje y los detalles del mismo, lo que sí sabemos es el escenario que encontrarán en la Cuba de Raúl Castro.
La analizamos de la mano de la coordinadora del Movimiento Cristiano de Liberación (MCL) en La Habana, Rosa María Rodríguez, que concedió una entrevista a La Gaceta en su última visita a España, el pasado mes de marzo, en la que pidió "ayuda internacional" para la puesta en libertad de Eduardo Cardet", Coordinador Nacional del MCL y preso político desde el pasado 30 de noviembre.
Con Raúl, peor
Porque en la Cuba de Raúl Castro también se encarcela a la disidencia. También... o incluso más. Si algo ha cambiado desde aquel 26 de noviembre de 2016 en que murió Fidel es que ahora las cosas están... todavía peor.
"Estamos muy vigilados. Hay mucha represión ahora en Cuba y entrar es complicado, pero salir, más todavía", dice Rosa, cuya presencia y agenda en España sólo pudieron hacerse públicas una vez en suelo español, donde fue recibida por políticos e instituciones. A todos les contó la verdad de la isla: "Ahora hay más represión. Raúl es peor que Fidel, más fuerte. Fidel era político, pero Raúl es militar. Da una orden y no se le juzga".
Y eso quiere decir que uno puede ir a la cárcel por criticar, por ejemplo, al Partido. Es, tal como denuncia el MCL, lo que le pasó a Cardet. Condenado a 3 años de cárcel por un presunto atentado contra la autoridad, su único pecado fue, dice el Movimiento, criticar el legado de Fidel.
Y saben que eso mismo les puede pasar a ellos, a los miembros del MCL. Eso, el chantaje, el secuestro, el miedo...
Ella lo comprobó el día que tomó un autobús y acabó abandonada en una cuneta. "Yo subí a una guagua y ellos esperaron a que saliéramos de la terminal. Lo pararon, subieron y me dijeron que les acompañara. Me enseñaron el carnet y eran de la seguridad del Estado. Yo les dije que me enseñaran una citación o algo, que yo no había hecho nada y que me estaban secuestrando. Como yo ya sabía lo que le había pasado a Cardet, yo les dije: 'esto es un secuestro', y llamé a mi esposo. Me dijeron que apagara el teléfono y me empujaron. Había varias personas de la guagua grabando con el celular…. Le dijeron 'apaguen eso y borren porque si no les quitamos el celular'. Me bajaron de la guagua y me introdujeron en el Lada [un coche de fabricación rusa] y me llevaron a una casa. Allí me tuvieron hasta las diez de la noche".
Rosa había cogido ese autobús a las siete de la mañana. Estuvo hasta entrada la noche sin comer ni beber, porque temía que el agua que le ofrecían sus captores estuviera contaminada. Después del interrogatorio, del miedo, del silencio... fue abandonada en la carretera, junto a su pequeña maleta. "Pasó un hombre de buena voluntad con su carro y le pedí que me llevara para La Habana. Allí tomé un pasaje para mi casa".
Y esa es, a diario, la realidad de quienes no agachan la cabeza ante el régimen de los Castro: "Con el teléfono ahora estamos controlados todo el tiempo". Y a la vigilancia más moderna se une la tradicional. "Además, tenemos un agente de la seguridad del Estado en nuestras casas que sabe siempre adónde vamos".
Los niños de la Revolución
Después de oír el relato de Rosa, la pregunta parece inevitable: ¿Por qué resistir? ¿Por qué jugarse la vida en lugar de acomodarse a lo que los Castro quieren? Y su respuesta habla de pasado y de futuro: "Con miedo no se puede vivir, hay que seguir luchando. A mí me mueve mi país, mi padre". Recuerda Rosa que cuando ella tenía sólo 8 años su padre tuvo que salir de la isla. "Con los exiliados del año 80". Nunca regresó a su país.
Ahora, el hijo de Rosa revive la historia: "Mi hijo se tuvo que ir porque a mí me dijeron que si no traicionaba al Movimiento Cristiano de Liberación iban a hacer una causa contra mi hijo. Y así hicieron. Ellos cuando amenazan cumplen. Y le inventaron una causa contra la seguridad del Estado, que es de los delitos más graves que hay en Cuba. Le impusieron doce años de prisión y estuvo seis meses en una celda tapiada". El fallecido Oswaldo Payá hizo campaña por la liberación del hijo de Rosa. Más tarde ella pudo viajar - "gracias a la buena voluntad de las personas"- a Naciones Unidas para explicar el caso. Hoy, su hijo vive exiliado en Miami, pero Rosa no se resigna a que, como su padre, no pueda volver a pisar su patria.
Y lucha porque sabe que el futuro no pinta demasiado bien, a pesar del anuncio de elecciones en 2018. Los niños, explica, son también víctimas de un régimen que los utiliza para su propaganda. "A los hijos de Cardet los amenazan en el colegio, utilizan a los otros niños para actos políticos". ¿Y si los padres se niegan? "Después no le dan la carrera. Para que te den la carrera, para que no te señalen el expediente, tienes que hacer lo que ellos te digan. Si no, aparece en tu expediente que eres un agente que está en contra de la política de Cuba".
¿Y la Comunidad Internacional? ¿Y la Iglesia Católica?
Un escenario, el que encontrarán el rey Felipe VI y Mariano Rajoy, en el que los disidentes no están acostumbrados a la compañía... ni a la ayuda. "La Iglesia Católica en Cuba se ha unido a la dictadura. Hemos mandado muchas cartas… pero nada. Tienen miedo a que le quiten la Iglesia porque al principio de la revolución les quitaron todas las Iglesias".
Recuerda Rosa su infancia, cuando iba a la Iglesia, a una pequeñita cerca de su escuela, y luego pagaba las consecuencias: "Los maestros me veían y cuando volvía al colegio me castigaban y me metían en un closet [armario] en el que guardaban libros porque me habían visto en la Iglesia. Había mucha represión; muchas personas no conocían el bautismo", recuerda.
Pero ahora, los pocos sacerdotes que ayudan a los disidentes, como el que celebró el funeral por Oswaldo Payá y Harold Cepero en el aniversario de su asesinato, los destierran a iglesias aisladas en el campo. "Y el Papa -recuerda Rosa- no se reunió nunca con nosotros cuando vino… No se reunió con presos ni nada, y él sabe que estamos en una dictadura".
La Unión Europea y España tampoco hacen mucho más que gestos de concordia. A todos Rosa exige algo muy sencillo: "Que exijan sin dar nada a cambio. Porque les dan mucho sin recibir nada a cambio".
Contentos de que se hable de sus "hermanos venezolanos", piden que España no se olvide, tampoco, de Cuba. "Aquí estamos peor que en Venezuela. Allí también hay represión, pero al menos hay partidos políticos", señala.
Su meta es clara: la democracia.
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