El socialismo del siglo XXI. Un fracaso en todos los ordenes – Juan Ramon Rallo
En 1998 Venezuela era el cuarto país más rico de América Latina por renta per cápita; en 2012, había descendido a la séptima posición pese al pelotazo petrolero que vivió el país y al muy favorable entorno regional. El legado de estos catorce años de aplicación del socialismo del s. XXI se ha saldado con un exiguo crecimiento de la renta media real del 0,8% anual, unas cuatro veces menos que países no bolivarianos como Chile, Colombia, Perú o Uruguay.
Los hay que, aun así, han intentado poner en valor la herencia económica chavista apelando a los grandes logros sociales cosechados por el régimen, como si las mejoras en la calidad de vida de los ciudadanos no fueran consecuencia directa del enriquecimiento de esos ciudadanos, es decir, del crecimiento económico. Si Venezuela prosperó bajo el gobierno de Chávez (y lo hizo, aunque mucho menos que sus vecinos), entonces inexorablemente nos toparemos con diversos indicadores que mostrarán una cierta mejoría y que los palmeros de turno interpretarán de manera descontextualizada como una reivindicación de la poco razonable y muy liberticida política económica del régimen bolivariano.Sería como tratar de defender la labor partitocrática y el pelotazo burbujístico de PP y PSOE por el hecho de que entre 1998 y 2012 muchos indicadores de nuestro bienestar hayan mejorado. De nuevo, como tantas otras veces en Economía, nos topamos con el célebre problema de “lo que se ve y lo que no se ve”: lo realmente significativo es la riqueza y la prosperidad que Venezuela habría sido capaz de crear en unas condiciones tan favorables como las que vivió. De ahí que convenga comparar sus presuntos “logros sociales” con los de otros países vecinos que no contaron con unos ingresos anuales derivados de la exportación de petróleo equivalentes al 40% del PIB pero que, al menos, se libraron de imponer muchos dislates socialistoides. Para ello, echaremos mano de la base de datos del Banco Mundial, comparando la evolución de los distintos parámetros analizados desde 1998 hasta el último disponible.
Pobreza, salubridad y esperanza de vida
Por ejemplo, mucho se ha escrito sobre que la tasa de pobreza venezolana ha caído del 50,4% al 31,9%, pero no convendría olvidar que la de Chile cayó del 21,6% al 15,1%, la de Uruguay del 24,3% al 13,7%, la de Colombia del 49,7% al 34,1% y la de Perú del 58,7% al 27,8%. Ciertamente, la tasa de pobreza relativa es un (mal) medidor de la desigualdad económica, pero en este caso los indicadores de pobreza absoluta –porcentaje de la población que gana menos de dos dólares diarios– nos proporcionan unos resultados bastante similares (en este caso, los datos terminan en 2007): en Venezuela pasa del 20,4% al 12,9%, en Chile del 6,2% al 3,2%, en Colombia del 27,2% al 17,7%, en Perú del 26,3% al 18,2% y en Uruguay permanece en el entorno del 3%. La minoración de la pobreza, por tanto, es algo generalizado en la zona, fruto del crecimiento económico.
Al tiempo, las condiciones de salubridad también han experimentado una cierta mejora durante el chavismo. Los habitantes del campo con acceso a agua corriente pasaron del 74% al 94%; pero en Perú lo hicieron del 53% al 89%, en Chile del 62% al 99%, en Colombia del 70% al 98% y en Uruguay del 85% al 99%. Asimismo, el porcentaje de la población con acceso a instalaciones sanitarias apenas mejoró en Venezuela entre 1998 y 2007 (último dato disponible): subió del 88% al 91%, mientras que en Perú creció del 61% al 69%, en Colombia del 71 al 76%, en Chile del 91% al 96% y en Uruguay del 96% al 100%.
El crecimiento económico, la reducción dela pobreza y la mayo salubridad desembocaron en una menor mortalidad infantil, una menor mortandad de las madres al dar a luz y, en suma, en una mayor esperanza de vida. Los datos de Venezuela no son malos a este respecto (la tasa de mortalidad de los menores de 5 años pasa del 24 por mil al 15 por mil, la tasa de mortandad de las madres se mantiene en el 0,9 por mil y la esperanza de vida aumenta de 73 a 74 años), pero de nuevo son relativamente peores que los de los otros países: la mortalidad infantil se reduce del 45 al 18 por mil en Perú, del 12 al 3 por mil en Chile, del 27 al 18 por mil en Colombia y del 18 al 10 por mil en Uruguay; la mortandad materna cae del 1,3 por mil al 0,9 por mil en Colombia, del 1,2 por mil al 0,67 por mil en Perú, del 0,29 al 0,25 por mil en Chile y del 0,35 al 0,29 por mil en Uruguay; y la esperanza de vida sube de 70 a 74 años en Perú y Colombia, de 74 a 76 años en Uruguay y de 76 a 79 años en Chile.
Alfabetización, comunicaciones y medio ambiente
Aparte de los anteriores, existen otros indicadores que ilustran cómo ha evolucionado el bienestar de los venezolanos bajo la bota del chavismo en comparación con el de sus vecinos, por ejemplo la tasa de alfabetización, que mejora no sólo en Venezuela (del 93% al 96%) sino en todos los restantes países fruto de su mayor riqueza (en Colombia pasa del 91% al 93%, en Perú del 87% al 90%, en Uruguay del 97% al 98% y en Chile del 96% al 99%).
La penetración y el uso de las telecomunicaciones es otro ilustrativo parámetro. Los usuarios de internet ascendían al 40,4% de la población venezolana, frente al 40% de Colombia, al 36,5% de Perú, al 53,9% de Chile o al 51,6% de Uruguay; pero las diferencias se vuelven mucho más acusadas cuando analizamos la calidad de la conexión a internet (en Venezuela sólo el 0,87% tienen acceso a la banda ancha, frente al 3,5% de Perú, al 6,9% de Colombia, al 11,6% de Chile o al 13,4% de Uruguay) o la presencia de servidores seguros (sólo ocho en Venezuela, frente a los 19 de Perú, los 21 de Colombia, los 67 de Chile o los 70 de Uruguay). Asimismo, Venezuela también se queda atrás en el número de teléfonos móviles por cada 100 personas: 98 para Venezuela o Colombia, frente a los 110 de Perú, los 130 de Chile o los 141 de Uruguay.
Los hay que, aun así, han intentado poner en valor la herencia económica chavista apelando a los grandes logros sociales cosechados por el régimen, como si las mejoras en la calidad de vida de los ciudadanos no fueran consecuencia directa del enriquecimiento de esos ciudadanos, es decir, del crecimiento económico. Si Venezuela prosperó bajo el gobierno de Chávez (y lo hizo, aunque mucho menos que sus vecinos), entonces inexorablemente nos toparemos con diversos indicadores que mostrarán una cierta mejoría y que los palmeros de turno interpretarán de manera descontextualizada como una reivindicación de la poco razonable y muy liberticida política económica del régimen bolivariano.Sería como tratar de defender la labor partitocrática y el pelotazo burbujístico de PP y PSOE por el hecho de que entre 1998 y 2012 muchos indicadores de nuestro bienestar hayan mejorado. De nuevo, como tantas otras veces en Economía, nos topamos con el célebre problema de “lo que se ve y lo que no se ve”: lo realmente significativo es la riqueza y la prosperidad que Venezuela habría sido capaz de crear en unas condiciones tan favorables como las que vivió. De ahí que convenga comparar sus presuntos “logros sociales” con los de otros países vecinos que no contaron con unos ingresos anuales derivados de la exportación de petróleo equivalentes al 40% del PIB pero que, al menos, se libraron de imponer muchos dislates socialistoides. Para ello, echaremos mano de la base de datos del Banco Mundial, comparando la evolución de los distintos parámetros analizados desde 1998 hasta el último disponible.
Pobreza, salubridad y esperanza de vida
Por ejemplo, mucho se ha escrito sobre que la tasa de pobreza venezolana ha caído del 50,4% al 31,9%, pero no convendría olvidar que la de Chile cayó del 21,6% al 15,1%, la de Uruguay del 24,3% al 13,7%, la de Colombia del 49,7% al 34,1% y la de Perú del 58,7% al 27,8%. Ciertamente, la tasa de pobreza relativa es un (mal) medidor de la desigualdad económica, pero en este caso los indicadores de pobreza absoluta –porcentaje de la población que gana menos de dos dólares diarios– nos proporcionan unos resultados bastante similares (en este caso, los datos terminan en 2007): en Venezuela pasa del 20,4% al 12,9%, en Chile del 6,2% al 3,2%, en Colombia del 27,2% al 17,7%, en Perú del 26,3% al 18,2% y en Uruguay permanece en el entorno del 3%. La minoración de la pobreza, por tanto, es algo generalizado en la zona, fruto del crecimiento económico.
Al tiempo, las condiciones de salubridad también han experimentado una cierta mejora durante el chavismo. Los habitantes del campo con acceso a agua corriente pasaron del 74% al 94%; pero en Perú lo hicieron del 53% al 89%, en Chile del 62% al 99%, en Colombia del 70% al 98% y en Uruguay del 85% al 99%. Asimismo, el porcentaje de la población con acceso a instalaciones sanitarias apenas mejoró en Venezuela entre 1998 y 2007 (último dato disponible): subió del 88% al 91%, mientras que en Perú creció del 61% al 69%, en Colombia del 71 al 76%, en Chile del 91% al 96% y en Uruguay del 96% al 100%.
El crecimiento económico, la reducción dela pobreza y la mayo salubridad desembocaron en una menor mortalidad infantil, una menor mortandad de las madres al dar a luz y, en suma, en una mayor esperanza de vida. Los datos de Venezuela no son malos a este respecto (la tasa de mortalidad de los menores de 5 años pasa del 24 por mil al 15 por mil, la tasa de mortandad de las madres se mantiene en el 0,9 por mil y la esperanza de vida aumenta de 73 a 74 años), pero de nuevo son relativamente peores que los de los otros países: la mortalidad infantil se reduce del 45 al 18 por mil en Perú, del 12 al 3 por mil en Chile, del 27 al 18 por mil en Colombia y del 18 al 10 por mil en Uruguay; la mortandad materna cae del 1,3 por mil al 0,9 por mil en Colombia, del 1,2 por mil al 0,67 por mil en Perú, del 0,29 al 0,25 por mil en Chile y del 0,35 al 0,29 por mil en Uruguay; y la esperanza de vida sube de 70 a 74 años en Perú y Colombia, de 74 a 76 años en Uruguay y de 76 a 79 años en Chile.
Alfabetización, comunicaciones y medio ambiente
Aparte de los anteriores, existen otros indicadores que ilustran cómo ha evolucionado el bienestar de los venezolanos bajo la bota del chavismo en comparación con el de sus vecinos, por ejemplo la tasa de alfabetización, que mejora no sólo en Venezuela (del 93% al 96%) sino en todos los restantes países fruto de su mayor riqueza (en Colombia pasa del 91% al 93%, en Perú del 87% al 90%, en Uruguay del 97% al 98% y en Chile del 96% al 99%).
La penetración y el uso de las telecomunicaciones es otro ilustrativo parámetro. Los usuarios de internet ascendían al 40,4% de la población venezolana, frente al 40% de Colombia, al 36,5% de Perú, al 53,9% de Chile o al 51,6% de Uruguay; pero las diferencias se vuelven mucho más acusadas cuando analizamos la calidad de la conexión a internet (en Venezuela sólo el 0,87% tienen acceso a la banda ancha, frente al 3,5% de Perú, al 6,9% de Colombia, al 11,6% de Chile o al 13,4% de Uruguay) o la presencia de servidores seguros (sólo ocho en Venezuela, frente a los 19 de Perú, los 21 de Colombia, los 67 de Chile o los 70 de Uruguay). Asimismo, Venezuela también se queda atrás en el número de teléfonos móviles por cada 100 personas: 98 para Venezuela o Colombia, frente a los 110 de Perú, los 130 de Chile o los 141 de Uruguay.
Otro posible indicador es el consumo de electricidad anual per cápita, que en Venezuela apenas ha crecido un 23%, desde los 2.656 kWh por persona a 3.287, frente a la mayor expansión de Perú (de 645 kWh a 1.106), Uruguay (de 1.817 kWh a 2.673) o Perú (de 645 a 1.106); sólo Colombia aumentaba menos este consumo, de 893 kWh a 1106. Y, por cierto, los izquierdo-ecologistas que esperen ver en Chávez un modelo de gestión política respetuosa con el medio ambiente deberían pensárselo dos veces: Venezuela producía el 0% de su electricidad de fuentes renovables, frente al 0,9% de Colombia, al 2% de Perú, al 5,7% de Chile o al 8,8% de Uruguay. También fue el país que más toneladas métricas per cápita de CO2 emitió en 2009 (último año disponible): 6,5 frente a las 3,9 de Chile, a las 2,4 de Uruguay o a las 1,6 de Colombia y Perú. Y, asimismo, también fue el territorio que más vio retroceder su masa forestal: de 2000 a 2010, cayó del 55,7% al 52,5%, mientras que en Perú pasó del 54,1% al 53,1%, en Colombia del 55,4% al 54,5%, en Chie del 21,3% al 21,8% y en Uruguay del 8,1% al 10%.
Seguridad, corrupción, impuestos y regulaciones
Otros indicadores de bienestar son, desde luego, la seguridad, la transparencia y no arbitrariedad de los poderes públicos, la agresividad fiscal o la flexibilidad para gestionar la propia empresa. En todas estas rúbricas, Venezuela aparece muy mal parada frente al resto de países: los homicidios intencionados se dispararon bajo el chavismo, pasando del 0,19 por mil al 0,49, a diferencia de lo que pasó en Chile, Perú o Uruguay (donde se mantuvieron en torno al 0,05 por mil) o de Colombia, donde se hundieron del 0,6 por mil al 0,33. Venezuela es el peor calificado en el Índice de Percepción de la Corrupción (1 indica máxima corrupción), al obtener 19 puntos, frente a los 36 de Colombia, los 38 de Perú o los 72 de Chile y Uruguay. Asimismo, la presión fiscal venezolana no sólo es bastante superior a la de sus vecinos (37%, frente al 31% de Uruguay, al 27% de Colombia, al 23% de Chile, o al 21% de Perú), sino que la variedad de impuestos y las molestias derivadas de su pago también son muy superiores: en Venezuela las empresas han de hacer frente al pago de 71 impuestos, y los individuos han de dedicar 792 horas anuales a gestionar su pago; frente a los 33 impuestos de Uruguay y las 310 horas, los 9 impuestos de Perú y las 293 horas, los 9 impuestos de Colombia y las 203 horas, o los 6 impuestos de Chile y las 291 horas. Todo lo cual, obviamente, también se refleja en la facilidad de gestionar la propia empresa: Venezuela obtiene una puntuación de 180 (siendo 1 la máxima facilidad), Uruguay de 89, Colombia de 45, Perú de 43 y Chile de 37.
Para terminar, han sido muchos quienes han alabado al régimen chavista por su reducción de las desigualdades sociales. Ciertamente, el índice Gini (donde el valor cero expresa la máxima igualdad) cayó de 47,2 a 43,5, pero Chile y Perú lo redujeron a una tasa parecida o superior: Chile pasó de 55,5 a 51,9 y Perú del 56,1 al 47,2. Por su parte, en Colombia se mantuvo estable (en el 56,5) y en Uruguay subió ligeramente hasta 45,3.
Por resumirlo: Chile y Uruguay, que arrancaron 1998 siendo igual de ricos que Venezuela, presentan en estos momentos indicadores social muy superiores en casi todas las rúbricas a Venezuela, mientras que Perú y Colombia, que arrancaron 1998 siendo mucho más pobres, han experimentado una evolución de las mismas mucho más sobresaliente en casi todos los otros indicadores sociales. A diferencia de estos otros países, sin embargo, Venezuela ha construido su ligera mejoría sobre los endebles pies de barro del pelotazo petrolero, de la estatalización de la economía, de la rapiña tributaria de su población y de la destrucción de las clases medias.
En este sentido, un último dato será suficientemente ilustrativo: el del valor bursátil de las compañías cotizadas (uno de los activos por excelencia donde la clase media puede comenzar a construir su patrimonio). Desde la llegada al poder de Chávez, el valor de la bolsa se ha derrumbado desde el 8,3% del PIB al 1,6%: en cambio, en Chile creció del 65,3% al 108,7%, en Colombia del 13,6% al 60,4% y en Perú del 20,5% al 44,8%. Chávez en ningún momento pretendió crear una sociedad de propietarios libres, autosuficientes y autónomos del Estado, sino un territorio repleto de siervos de la gleba dependientes de las dádivas del gobierno. Y eso es ahora mismo Venezuela. Ojalá cambie de rumbo en el futuro.
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