Arnaldo Otegui ingresó en los Salvados de Jordi Évole. Tuvo su hora de televisión en prime time, con dirección artística de documental intensito. El diálogo –de paz, ¡ni que lo dudes!–– se grabó en un caserío de Euskal Herría con la chimenea encendida y vistas a un valle color esmeralda. Se diría que, más que a casa, Arnaldo ha regresado a un casoplón después de la cárcel. Puestos a buscar localizaciones estéticas, también podían haber hecho la entrevista en el zulo donde estuvo secuestrado José Antonio Ortega Lara, o junto al abeto en el que los compinches del bueno de Arnaldo le metieron un tiro en la cabeza a Miguel Ángel Blanco. La dirección artística optó por el ambiente hogareño. Como dijo Marshall MacLuhan, y todos los periodistas aprendimos en la facultad, la dirección artística es el mensaje.
Javier Lozano, jefe de Redacción de Actuall, vio la entrevista y este es su resumen, por si te la perdiste. Esta otra pieza del diario El Mundo destaca “once polémicas confesiones” de Otegui en el programa de televisión.
Otegui se sobrepuso a la calidez y mostró todo el “interés humano” que lleva dentro. Estaba en la playa de Zarautz con esposa e hijos cuando ETA secuestró a Miguel Ángel Blanco. “Es que mi cuñado tiene una casa”.
También insistió mucho en que hay que pasar página, superar “el conflicto” y saber apreciar que ETA ha dejado de matar para que el brazo político de Otegui dirija la construcción nacional de Euskal Herría por vías democráticas. Jordi Évole le replicó que pasar página no es tan fácil: “Es como si ahora nos olvidásemos de las fosas del franquismo”. Aquí lo tienes: las víctimas de una guerra y las víctimas del terrorismo, en el mismo plano moral. Como cuando el presidente Rodríguez Zapatero se reunió en 2006 con las víctimas de ETA para decirles que iba a negociar con Arnaldo Otegui y otros “hombres de paz”, y les dijo que comprendía muy bien su dolor porque su abuelo, un capitán del ejército republicano, había sido fusilado por el bando nacional.
Fue un momento de espontánea clarividencia en el programa de televisión. Exponía el verdadero “interés humano” de la entrevista, que no son las cínicas razones del verdugo, sino la atmósfera bucólica construida para que resuenen. Nadie buscará un prado ni encenderá una chimenea para escuchar confortablemente los motivos de un violador o un pederasta. No hubo ningún refugio de montaña en Baviera donde hablar a tumba abierta con Rudolf Hess después del juicio de Nuremberg.
Otra cosa que me llamó la atención de la entrevista con Otegui es su idea de que la violencia es inseparable de la izquierda. Lo dijo como quien describe un accidente genético. Tú tienes pecas, la izquierda mata. Ninguna apostilla de Jordi Évole, ninguna de esas prestigiosas repreguntas que al parecer distinguen el periodismo del servilismo. Toda la entrevista tuvo ese aire de recapitulación hogareña. Hacer normal en televisión lo que es normal en un psicópata.–
[Con información de La Sexta, El Mundo y Actuall]
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