jueves, 3 de marzo de 2016

Francisco Anguas: así era el policía al que mató Puig Antich, el ídolo de Pablo Iglesias

Ningún diputado recordó al agente frente al ensalzamiento de su asesino
  
A muchos no les sonará siquiera su nombre. A diferencia del anarquista que le mató y al que ayer ensalzó Pablo Iglesias, Francisco Anguas ha sido prácticamente condenado al olvido.
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Pablo Iglesias debuta con un homenaje a un atracador que mató a un policía
Ayer Pablo Iglesias se estrenó con un homenaje a Salvador Puig Antich, al que enmarcó entre las personas que lucharon por traer la democracia a España. ¿Y quién era Puig Antich? Pues el miembro de una banda de atracadores de ultraizquierda denominada Movimiento Ibérico de Liberación, un grupúsculo formado por comunistas y anarquistas (Puig Antich era lo segundo). ¿Y en qué consistía su labor de “liberación”? Pues en robar a mano armada sucursales bancarias y cajas de ahorros para dedicar el dinero a editar pasquines, para lo cual empleaban pistolas, metralletas y explosivos, según señala la prensa de la época. A Puig Antich le condenaron a muerte por matar a un agente de Policía de 24 años, Francisco Anguas, el 25 de septiembre de 1973 en Barcelona, durante una redada. Ayer en el Congreso nadie se acordó de ese policía, como si no importase o como si su muerte estuviese justificada. Le recordaré yo aquí, y me importa un bledo que me señale por ello la misma izquierda que rinde homenajes a atracadores y terroristas.
El funeral de Francisco Anguas en Barcelona, el 26 de septiembre de 1973 (Foto: La Vanguardia)
Estuvo en la escolta del entonces Príncipe Juan Carlos
El subinspector de primera clase Francisco Jesús Anguas Barragán era hijo y nieto de guardias civiles, el mayor de cuatro hermanos y natural de Sevilla. Hizo el servicio militar en la brigada anti-droga de la Guardia Civil. Ingresó en la Escuela General de Policía en 1969, y en el Cuerpo General de Policía en 1970. Pasó por la brigada de estupefacientes de Sevilla, su ciudad natal, en cuya comandancia de la Guardia Civil servía su padre. “No se sentía a gusto porque diariamente se encontraba con amigos y conocidos del barrio que tenían problemas con la droga”, recuerda su hermano menor. Por eso pidió el traslado. Estuvo en la escolta del entonces Príncipe Juan Carlos, y luego pasó a la Brigada Antiatracos de Barcelona, una unidad muy activa y en la que se servía cuando le mataron. Le enterraron en su Sevilla natal dos días después de su asesinato, en el cementerio de San Fernando, en un entierro al que asistieron miles de personas (después de un funeral en Barcelona al que asistieron más de 5.000 personas). Ya a título póstumo, en octubre de 1973 le concedió la Medalla de Oro al Mérito Policial, y en marzo de 2005 se le ascendió a Inspector Jefe.
“Mi hermano Paquito era culto, alegre, cercano”
El benjamín de la familia, Carlos, tenía 11 años en el momento en que asesinaron a su hermano mayor, que era su ídolo. “Yo estaba en la calle jugando”, recordaba ayer en El Correo de Andalucía. Mi madre arreglaba el piso para la llegada de mi hermano y cuando subí, encontré mucha gente en mi casa. Rápidamente una vecina me llevó con ella, para quitarme de allí. Acababan de comunicar a mis padres el asesinato de mi hermano”. Carlos recuerda así el carácter de Francisco: “Mi hermano Paquito era culto, alegre, cercano. Le apasionaba el cine, la literatura, el deporte.” También afirma que su hermano no tenía una gran vocación como policía: “Yo siempre he pensado que mi hermano no quería ser policía. No era lo que a él le gustaba. Creo que lo veía como un trampolín para su futuro. Fue el número dos de su promoción y, a priori, tenía un futuro brillante en el cuerpo, aunque tampoco sabemos qué podría haber pasado”. Francisco había entrado en la Policía por tradición familiar, y estaba esperando a que le ascendiesen a inspector para poder pagarse un piso y casarse con su novia, con la que iba al cine los sábados. Ya estaban prometidos e iban a contraer matrimonio en unos meses. Francisco había estudiado Derecho y quería estudiar la carrera de Filosofía y Letras, pero su trabajo, con constantes guardias, no se lo permitía. Tras su asesinato, la familia de Francisco quedó destrozada.
Sonia, su sobrina, dice que Anguas fue “cosido a balazos”
Hace diez años, Sonia, la sobrina del policía asesinado, escribió esto en una carta:
“Desgraciadamente no pude conocer a mi tío, pero tengo muchísimos testimonios de personas que lo conocieron y no era para nada un policía violento ó abusador, además creo que los propios hechos hablan por sí solos; la detención de Salvador fue en un portal en el que había varios policías, mi tío resultó muerto, cosido a balazos. Si sus compañeros hubieran ejercido abuso de poder, podían haberlo matado allí mismo y haber alegado que fue en defensa de un compañero. Sin embargo, Salvador sólo resultó herido.
Soy una de las más jóvenes de mi familia, defensora de los derechos humanos y estoy totalmente en contra de la pena de muerte y me parece una barbaridad la condena que le impusieron a este hombre. Pero también me parece una barbaridad que se alce en ejemplo para los jóvenes de hoy a un hombre violento que justificaba el derramamiento de sangre y el sufrimiento de otras personas por defender una idea política, precisamente en un mundo actual en el que se están cometiendo crímenes masivos en honor a ideas políticas ó religiosas.”
Estoy plenamente de acuerdo con Sonia. Soy contrario a la pena de muerte, y la ejecución de Puig Antich, mediante el brutal método del garrote vil, me pareció una salvajada. Y por el mismo aprecio a la vida me repugna que algunos justifiquen el asesinato de ese policía. Me pasma que haya gente que se dice contraria a la pena de muerte y sin embargo justifica el asesinato de ese agente.

El entierro de Francisco Anguas, en su Sevilla natal, dos días después de ser asesinado (Foto: El Correo de Andalucía)

Un agente muy aficionado al cine y a la literatura
Marcos Ordóñez, crítico de teatro de El País, conoció personalmente a subinspector Anguas y le dedicó un artículo en octubre de 2006:
“Paquito Anguas era un policía atípico. Es decir, que escapaba del cliché habitual del poli franquista. No era gordo, ni sudoroso, ni envuelto en humo de Celtas, ni tenía bigote recortado, ni gritaba 20 maldiciones por minuto. Anguas era flaco, pequeñito, pelirrojo, con la cara sembrada de pecas. Parecía el hermano menor de los Hollister. Tenía entonces 23 años, aunque aparentaba menos. Le apasionaban las mismas cosas que a mí: el cine y los libros, sobre todo.
Me sorprendió muchísimo, en nuestro primer encuentro, que reparase en el libro que yo llevaba, Le Cinéma selon Hitchcock, la larga entrevista de Truffaut, una de mis biblias de entonces, comprada en el mercado de ocasión de Sant Antoni. Comenzamos a hablar de Hitchcock y de Truffaut mientras yo me preguntaba qué demonios hacía aquel tipo en la policía. Muchos años después, leyendo Cuenta atrás, el libro de Francesc Escribano en que se basa el guión de Salvador, supe que Anguas era sevillano, hijo de un guardia civil. Había hecho la mili en la Brigada Antidroga y entró en la policía en 1970.”
Ordóñez, hijo también de policía, hablaba un poco más abajo de su segundo y último encuentro con el agente:
“Mi segundo encuentro con Anguas tuvo lugar en un cine de la quinta puñeta. Un cine de barrio, en Horta. Anguas me llamó a casa. Estaba muy excitado. Había que ir a aquel cine, imperativamente, porque daban una obra maestra, largo tiempo fuera de circulación: Viento en las velas, de Alexander Mackendrick, una de sus películas favoritas. Fuimos juntos. Era, realmente, una obra maestra.
Me trajo dos libros. El ensayo de Francisco Aranda sobre Buñuel, al que Anguas idolatraba, repleto de notas y subrayados. Y Huracán en Jamaica, la novela de Richard Hughes en la que se basaba la película de Mackendrick. No pude devolvérselos. No hubo tiempo.
La siguiente vez que vuelvo a verle ya está muerto. Veo su rostro impreso en un periódico, que mi padre agita, furioso, ante mis narices. Quizás la Soli o La Prensa, porque en casa sólo “entraban” los diarios del Movimiento. Hay otra foto a su lado. Mi padre grita: “Este hijo de puta ha matado a Paquito Anguas”. Leo que el asesino era un atracador. Llevaba encima un cuchillo y dos pistolas, una Kommer de 6,35 milímetros y un Astra del nueve largo, con la que disparó sobre Anguas.”
Un cómplice de Puig Antich: “no era inocente. Ninguno de nosotros lo era”
“Dispararé, y si no consigo abatirles acabarán conmigo”, decía Puig Antich sobre una posible emboscada policial, según recuerda su compañero de banda, el terrorista Jean-Marc Rouillan. “No nos íbamos a dejar detener sin resistirnos con nuestras armas”, declara Rouillan. Su testimonio sobre Puig Antich contrasta con la imagen angelical que le atribuyen algunos: “Él no era inocente. Ninguno de nosotros lo era. Habíamos elegido combatir a la dictadura con las armas”. En una entrevista publicada en el portal anarquista Alasbarricadas.org, Rouillan se extendía aún más:Todo el mundo que cree que Salvador es inocente se equivoca y va en contra de sus convicciones. Los compañeros del MIL íbamos siempre armados y todo el mundo estaba muy seguro de disparar a la policía. Lo había hecho Oriol Sugranyes, Jordi, yo mismo… todos nos enfrentamos en un momento u otro a la policía. Yo creo que Puig Antich decidió hacer una resistencia individual y disparó, como todos habríamos hecho.” Aún hoy, el cómplice de Puig Antich se muestra favorable al terrorismo etarra y no oculta su rechazo por nuestro marco democrático, que considera “la perpetuación del régimen franquista” a manos de la “burguesía”. En el colmo de la injusticia, hoy Puig Antich tiene una plaza dedicada a su nombre en Barcelona. El policía al que mató no tiene ni una calle.

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