Es el creador de la mayoría de los actuales nombres vascos traduciéndolos de su raíz original
Sabino Arana fue un político de Vizcaya que ha sido considerado padre del Nacionalismo Vasco y fundador del PNV. Entre sus aportaciones a dicho movimiento político es sonada la creación de la Ikurriña o su propuesta de ortografía euskera.
Pero quizá el legado menos conocido, y no por ello menos importante, que dejó Arana a los vascos fueron los nombres propios de persona. Hasta tal punto, que según podemos leer en el blog «Desde mi roble» en el año 2000 el 40% de los nombres más utilizados en la comunidad eran los inventados por Arana 100 años antes.
Hasta el siglo XX las familias vascas elegían el nombre de sus hijos basándose bien en el santoral cristiano o en los nombres presentes en la propia familia. Sin embargo, Sabino Arana propuso dar mayor identidad al nacionalismo vasco adaptando los nombres cristianos al euskera. En su investigación se dio cuenta que muchos nombres eran adaptaciones fonéticas del latín, por lo que, según su criterio, no reflejaban la esencia del euskera.
De este modo Sabino Arana creó el Calendario Vizcaíno, que fue completado por el Santoral Vasco en el que los nombres de los santos fueron inventados. El método para crearlos consistía en acudir a la raíz original del nombre para después adaptarlo al euskera. Algunos de los rasgos eran incluir el sufijo -a para los nombres masculinos y -e para los femeninos. La polémica no se hizo esperar y algunos de los académicos renunciaron a su puesto.
Con el transcurso de los años los nombres fueron aceptados por los vascos y hoy en día son comúnmente aceptados, como hemos visto. Así tenemos nombres como Josu (Jesús), Koldo (Luis), Lander (Leandro) o Gorka (Jorge). Algunos nombres como Gaizka (Salvador) o Iker (forma masculina de Visitación) proceden de traducciones poco fieles según los filólogos. En el caso de los nombres femeninos se encuentran menos extendidos, aunque algunos como Ane (Ana) o Jone (Juana) son de los más recurrentes.
Pero quizá el legado menos conocido, y no por ello menos importante, que dejó Arana a los vascos fueron los nombres propios de persona. Hasta tal punto, que según podemos leer en el blog «Desde mi roble» en el año 2000 el 40% de los nombres más utilizados en la comunidad eran los inventados por Arana 100 años antes.
Hasta el siglo XX las familias vascas elegían el nombre de sus hijos basándose bien en el santoral cristiano o en los nombres presentes en la propia familia. Sin embargo, Sabino Arana propuso dar mayor identidad al nacionalismo vasco adaptando los nombres cristianos al euskera. En su investigación se dio cuenta que muchos nombres eran adaptaciones fonéticas del latín, por lo que, según su criterio, no reflejaban la esencia del euskera.
De este modo Sabino Arana creó el Calendario Vizcaíno, que fue completado por el Santoral Vasco en el que los nombres de los santos fueron inventados. El método para crearlos consistía en acudir a la raíz original del nombre para después adaptarlo al euskera. Algunos de los rasgos eran incluir el sufijo -a para los nombres masculinos y -e para los femeninos. La polémica no se hizo esperar y algunos de los académicos renunciaron a su puesto.
Con el transcurso de los años los nombres fueron aceptados por los vascos y hoy en día son comúnmente aceptados, como hemos visto. Así tenemos nombres como Josu (Jesús), Koldo (Luis), Lander (Leandro) o Gorka (Jorge). Algunos nombres como Gaizka (Salvador) o Iker (forma masculina de Visitación) proceden de traducciones poco fieles según los filólogos. En el caso de los nombres femeninos se encuentran menos extendidos, aunque algunos como Ane (Ana) o Jone (Juana) son de los más recurrentes.
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