Rajoy no sólo gobierna mal: también contribuye a extender contravalores
Algunos entienden el oficio de gobernar como un mero ejercicio del poder, pero gobernar implica, ante todo, dar buen ejemplo. Un país bien gobernado no puede permitir gobernantes mentirosos, que traicionen sus promesas y que actúen como si el bien, la justicia y la verdad fuesen conceptos volátiles que se supeditan al interés personal o partidista.
En una charla informal con periodistas la semana pasada, Mariano Rajoy dijo que va a volcarse en hacer “pedagogía” y que pedirá ese esfuerzo a sus ministros y a los parlamentarios del PP. El actual presidente del gobierno hizo este anuncio después de tirarse casi tres años incumpliendo sus promesas electorales una tras otra, incluso traicionando promesas tan importantes como la de “reforzar la protección del derecho a la vida”, el compromiso que el PP llevó en su programa electoral para reformar la legislación sobre el aborto. Rajoy ha dado la espalda a los más débiles e indefensos -los niños por nacer-, y también ha traicionado a las víctimas del terrorismo al mantener los pactos alcanzados por el gobierno de Zapatero con la banda terrorista ETA, incluyendo la permanencia de las marcas electorales etarras en las instituciones democráticas y la progresiva excarcelación de etarras por las vías más variadas. Rajoy también traicionó a los contribuyentes, a los que prometió una bajada de impuestos para subirlos nada más llegar al poder, en una de las más descaradas estafas electorales que se han visto en la historia de España, estafa que ha tenido como resultado, además, que tres años después España siga teniendo cifras colosales de paro, déficit y endeudamiento público. A la lista de traicionados podemos añadir a todos los que esperaban una firme respuesta de Rajoy al desafío separatista catalán: el hoy presidente ha optado por cruzarse de brazos, mostrando una vergonzosa cobardía incompatible con su juramento de cumplir y hacer cumplir la Constitución.
La mala actuación de Rajoy al frente del gobierno ha hecho posible que hoy en España esté en pleno auge una opción populista, Podemos, capitaneada por un grupo de comunistas. Esta amenaza totalitaria no existiría hoy si Rajoy hubiese cumplido sus promesas y hubiese hecho el cambio que prometió. Ha sido él mismo quien ha empujado a muchos votantes del PP a optar por el voto de la ira y de la venganza, que es al que apela Podemos. Si el PP hubiese bajado los impuestos, si se hubiese esforzado en defender la vida y la familia sin complejos, si hubiese mantenido su política de firmeza frente al terrorismo y el separatismo, Podemos hoy sería un grupúsculo más. A un mal gobernante no sólo cabe reprocharle que gobierne mal, o que abuse de su poder, sino también que al actuar como lo hace, da mal ejemplo y fomenta contravalores entre la sociedad. Rajoy ha transmitido a la sociedad española la idea de que palabra dada importa un pimiento, ha transmitido la idea de que las instituciones democráticas no son de fiar, ha contribuido a desarmar ideológicamente a la sociedad frente al terrorismo al aceptar las condiciones de ETA para dejar de matar -un auténtico chantaje-, y lo que es peor, ha asumido la tesis injusta e inhumana de que hay vidas inocentes que merecen ser sacrificadas a cambio de comodidad, manteniendo una ley que ofrece a las madres la posibilidad de deshacerse de sus hijos no nacidos. Después de todo el mal que ha hecho, después de todo el mal ejemplo que nos ha dado a los españoles, después de cometer tan graves injusticias, ¿con qué derecho ese mal gobernante les pide a los suyos que hagan pedagogía? Haga usted pedagogía, señor Rajoy, y dimita, que es lo que debería haber hecho hace ya tiempo.
Las terribles cifras que dejan tres años de incumplimientos de Mariano Rajoy
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