La consejera de Fomento, que ha abierto la mayor crisis en la Junta, vuelve a España en un momento difícil para el pacto.
La polémica ha perseguido siempre a la consejera de Fomento y Vivienda, Elena Cortés, cuyo carácter fuerte y controvertido no sólo ha dejado huella en el Ejecutivo andaluz de coalición, sino también en su anterior etapa como concejal en el Ayuntamiento de Córdoba. Baste recortdar, sin ir más lejos, que al poco de llegar al Gobierno andaluz aseguró que «si no fuera consejera de la Junta, participaría en escraches», en referencia al acoso que sufrieron meses atrás dirigentes del PP.
Como consejera ha abierto esta semana la mayor crisis en el Ejecutivo andaluz PSOE-IU tras dos años de Gobierno, poniendo el pacto al borde de la ruptura por el realojo de los okupas de la corrala Utopía de Sevilla, que la Presidencia de la Junta considera que no respeta la legalidad. Pero, paradójicamente, la crisis apenas le ha pasado factura personal estos dos días, por cuanto ha estado de viaje por Latinoamérica, de donde llegó este viernes. Ha sido el coordinador general de IUCA, Antonio Maíllo, quien ha sido la cara de la federación en esta crisis, done ha apostado claramente por la defensa de la actitud de su consejera.
Ya se ha incorporado a las negociaciones en Parlamento, donde tendrá que asumir la responsabilidad de haber desafiado la autoridad de la presidenta de la Junta, Susana Díaz. Ya, de hecho, no cuenta con las competencias de adjudicación de viviendas, por cuanto esta mañana se publicó el decreto que le retiraba esas atribuciones, aunque dejando la puerta abierta para devolvérselas. Un paso más del PSOE para aumentar la presión sobre IUCA con el objetivo de volver al redil. Cortés, sin embargo, no es alguien que se amilane ante este tipo de presiones.
Forjada en las filas del PCA, fue edil de Educación en Córdoba de 2003 a 2011 y portavoz de IU en la Diputación durante el mismo periodo, para ser designada consejera de Fomento tras las elecciones andaluzas de 2012. La actual secretaria de Política Institucional de IU -su «número tres» en la región- sabe cómo aparecer en los titulares.
Ya en 2002, una época en la que la Junta lanzó la norma para restringir el consumo de alcohol en la vía pública, el PCA y sus juventudes convocaron un botellón contra dicha norma, al que asistió la prometedora política a pesar de que la alcaldesa, Rosa Aguilar, de IU, lo había desaprobado.
Entrar en el gobierno local en 2003 no domó su carácter. En 2004, junto con el resto de la dirección local de IU, presentó su dimisión. Su perfil controvertido se acentuó en 2007, en su condición de portavoz de la coalición en Diputación, llegó a comparar la bandera española con un «trapito de colores».
Su desapego por los «trapitos de colores» no lo mostraron ni IU ni PCA cuando en 2006 intentaron, sin éxito, que Aguilar hiciera ondear la enseña republicana en el balcón del Ayuntamiento. No es de extrañar que se refiera al Rey de España como «el ciudadano Juan Carlos».
Su polémica más sonada, no obstante, se produjo en la Semana Santa de 2008. En su Domingo de Ramos, mientras procesionaba la Virgen de la Candelaria, se vio a la edil de Educación asomada a la ventana de su casa que lucía un cartel donde ponía «No». Al mismo tiempo, durante el transitar de esta hermandad, desde su piso sonó varias veces una estridente sirena.
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