El sindicato utiliza un programa informático que instruye sobre cómo cobrar las comisiones.
La forma que tenía la Unión General de Trabajadores (UGT) en Andalucía de gestionar las «mordidas» que les pagaban sus proveedores era de manual. Pero literalmente. La federación regional no sólo abrió una cuenta reservada en un banco para controlar las abultadas comisiones que les abonaban las empresas en las que gastaba las subvenciones de la Junta de Andalucía, sino que además lo puso por escrito en un manual. Con la finalidad de supervisar toda su compleja contabilidad interna, UGT instaló a finales de 2010 el programa informático Spyro.
El nuevo sistema, encargado «ex profeso» a la empresa sevillana Agaex Informática SL, contenía un Manual de Procedimientos (así es como se denominaba) de 45 páginas que dedica un apartado específico a la gestión de los rápeles o comisiones que desembolsaban sus proveedores de cabecera a través de cheques y transferencias a una cuenta específica del Santander. Entre 2010 y 2011, en los años más duros de la crisis, la caja de UGT-A llegó a ingresar cerca de 615.000 euros a través de 21 empresas distintas con las que estableció acuerdos, como reveló ayer ABC.
El «modus operandi» era idéntico. Siguiendo las directrices de la dirección de UGT-A, los proveedores emitían facturas a la carta y maquilladas para justificar las ayudas a la formación y el empleo que presentaba ante la Administración. Del importe de cada compra se descontaba un porcentaje variable (entre el 3 y el 30%) en la factura, al margen de su importe, que iba a engrosar una bolsa de dinero creada a partir de las comisiones con la finalidad de financiar a la federación, a las uniones provinciales y a su extensa red de empresas y fundaciones.
El Manual de Procedimientos demuestra la implantación de un sistema institucionalizado para manejar las «mordidas». Le dedica un instructivo apartado titulado «Gestión de rappels» en el que desarrolla con precisión las diferentes técnicas para liquidar estos pagos pactados con los proveedores.
Mediante el cobro sistemático de rápeles, la organización se aseguró una fuente extra de ingresos durante años. Era complementaria a otrofondo creado con los «botes» o saldos que acumulaba a partir de facturas infladas de sus proveedores de referencia. El manual dedica un apartado específico a los «botes» y otro a las compras que no encajan en ninguna ayuda finalista. El sistema informático los encuadra dentro de los «programas especiales» y pasan a engrosar un cajón de sastre que denomina «proyectos saco o ficticios» hasta tanto el departamento de Justificaciones decida a qué fondo endosa el gasto.
La demanda presentada por ex trabajadores a la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía en el pleito contra UGT-A por su despido censura este dudoso mecanismo de financiación. Argumenta que «se está enriqueciendo gracias a esas subvenciones públicas por cuanto la factura que adjunta a las justificaciones no contempla el descuento por “rappels” o comisiones, siendo éste en definitiva una ganancia extraordinaria para el sindicato». UGT-A aplicaba comisiones a todo tipo de gastos: viajes, mobiliario, pancartas, limpieza y hasta la megafonía que empleaba en manifestaciones y huelgas generales.
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