domingo, 30 de junio de 2013

Si los nacionalistas deshacen la unidad de España, deshagamos la de Cataluña

¿POR QUÉ SÓLO HA DE PODER DEDICIR CATALUÑA, Y NO BADALONA O EL VALLE DE ARÁN?

Ayer se celebró un mitin independentista, con asistencia de miembros del gobierno autonómico catalán, en el estadio de lo que otrora fue un club de fútbol y ahora se ha convertido en una maquinaria de propaganda a favor del nacionalismo. Ante esa fantochada, la primera duda que me surge es: ¿el equipo de fútbol que ha acogido ese acto contra España va a seguir jugando y beneficiándose económicamente de la liga española?
El nacionalismo dice pedir ‘libertad’ mientras pisotea las libertades indivuales
Durante el mitin, el actor independentista Joel Joan pidió que “sea la última vez que tengamos que llenar el Camp Nou para pedir la libertad”. Obviamente, ese mitin no se ha hecho para pedir la libertad de idioma en las escuelas y el comercio, ni para defender la libertad de expresión de los catalanes que discrepan del nacionalismo, libertades sistemáticamente pisoteadas por esa ideología liberticida en Cataluña desde hace ya más de tres décadas. Basta con indagar un poco para darse cuenta de que la “libertad” que pide el nacionalismo consiste en que los políticos nacionalistas tengan cada vez más poder y control sobre la sociedad catalana, y además eludir la acción de la justicia que una y otra vez ha reclamado respeto por los derechos de los alumnos y comerciantes hispanohablantes, en sucesivas sentencias que el gobierno autonómico ha desobedecido jactándose de ello, en una clara demostración de desprecio por todo lo que implica un Estado de Derecho democrático.
No quieren una Cataluña libre, sino afianzar su tiranía sobre los catalanes
Y es que el nacionalismo quiere una Cataluña independiente, pero no libre: lo que desea es afianzar su tiranía sobre la sociedad catalana, más aún de lo que viene haciéndolo desde hace décadas, en el que se ha convertido en el gobierno que más invade la esfera privada y con más descaro se afana en decidir por los catalanes incluso la lengua en la que deben educar a sus hijos. En este sentido, es el colmo de la cara dura que el nacionalismo invoque el “derecho a decidir” mientras ni siquiera deja elegir a los padres como desean educar a sus propios hijos. Por lo visto, para el nacionalismo los catalanes sólo tienen una posibilidad de decisión en sus manos: separarse de España para entregarle todo el poder a una clase política catalana muy salpicada por la corrupción y cuyo despotismo es tal que ni siquiera tolera que se dé de comer al hambriento si no es siguiendo los dictados del poder político.
¿Por qué han de decidir los de Lérida por los del Valle de Arán?
Ante el cinismo nacionalista, que exige más poder y más control sobre la sociedad catalana disfrazando sus aspiraciones con palabras como “libertad” o “decisión”, ya va siendo hora de volver contra el nacionalismo sus propios disparates. Si los separatistas catalanes consideran que pueden romper la unidad de España y conducir a todos los catalanes, incluso a los que quieren seguir siendo españoles, a un nuevo marco político en el que verán todavía más recortadas sus libertades individuales, debemos lanzar un claro mensaje: si se puede romper España, ¿por qué no romper también Cataluña? Si el nacionalismo considera que los españoles no tenemos nada que decir sobre Cataluña, a pesar de que la soberanía nacional reside en el pueblo español en su conjunto, ¿por qué hemos de conceder al conjunto del pueblo catalán una capacidad de decisión sobre el territorio de Cataluña, en vez de concedérsela a cada provincia, comarca o incluso población de esa comunidad española? ¿Por qué admitir que los de Barcelona decidan sobre los de Badalona, o los de Lérida sobre los habitantes del Valle de Arán?
¿Aceptaría el nacionalismo que cada localidad decidiese su destino?
Si España no tiene nada que decir sobre Cataluña, entonces los catalanes de una comarca o una ciudad tampoco tienen autoridad para decidir el destino de los catalanes de otra población. Que cada localidad catalana decida si quiere seguir siendo parte de una Cataluña separada de España, o prefiere seguir formando parte de una Cataluña española. Si eso implica que Cataluña se rompa el mil pedazos, no creo que sea una situación tan nefasta como la que busca el nacionalismo quebrantando la convivencia entre los españoles y atizando el odio a España a base de mentiras. Si los separatistas no respetan nuestra forma de convivencia como nación, los demás tampoco hemos de sentir respeto alguno por la unidad de Cataluña. Y si el nacionalismo quiere que los catalanes decidan, pues que decidan… pero no sólo lo que diga el nacionalismo, sino también, por ejemplo, si cada población catalana quiere seguir en España, aunque todo el territorio de lo que es la actual Cataluña se convierta en un mar de aduanas del que los inversores huyan como de la peste. Seguro que el nacionalismo estará tan poco dispuesto a admitir ese “derecho a decidir” como lo ha estado ante los derechos de las familias y de los comercios en materia de lengua.

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