Ayer el movimiento del 15M volvió a salir a la calle en varias ciudades españolas, y tras él volvió a salir mucha gente de buena fe y que seguramente ni siquiera se leyó las cosas que proponían los convocantes y que difundieron numerosos medios. Lo que más me llamó la atención fue el punto 5º: “renta básica universal”, es decir, que el Estado dé un sueldo mínimo a todos los ciudadanos, incluso a los que no quieren trabajar.
La propuesta no es nueva: en octubre de 2007 el Congreso ya rechazó una iniciativa de Izquierda Unida y de ERC que pretendía -y cito lo que en su momento publicó El País- en “la creación de una Renta Básica de Ciudadanía “universal e incondicionada”, un sueldo que cobrarían todos los ciudadanos -niños, adultos y ancianos, lo necesiten o no, sean pobres o millonarios, quieran trabajar o no- y que pagaría el Estado con el dinero de todos los contribuyentes”. Con este disparate la extrema izquierda parlamentaria recogía las ocurrencias de grupos como ATTAC. Lo que supondría dicha iniciativa es fomentar la inactividad y desincentivar la búsqueda de empleo. Y es que si a uno le pagan un sueldo sin dar palo al agua, ¿para qué trabajar? De forma menos inmediata, lo que provocaría eso sería un aumento de la miseria. El economista Juan Ramón Rallo lo explicaba muy bien el mes pasado:
“El problema de la renta básica estatal es que consiste en una mera redistribución de la riqueza. Sus perceptores no se sienten necesariamente empujados a producir los bienes y servicios más valorados por el resto de las personas, aunque sí desean consumirlos. Como es obvio, sólo puede consumirse aquello que previamente ha sido producido, de modo que si cada uno de los productores se dedicara a fabricar lo que a él individualmente le apetece en lugar de lo que los demás individuos demandan, la calidad de los bienes por redistribuir se iría deteriorando y el sistema colapsaría, en medio de una pauperización generalizada.”
Rallo advertía, además, que “el problema de la renta básica estatal no es que fomente la vagancia, sino que destruye gran parte del orden y de la coordinación existente en la división del trabajo (a mayor renta básica estatal, mayor será la magnitud de la destrucción)”. Así mismo, apuntaba: “La renta básica pública se basa simple y llanamente en que el Estado arrebata parte de su riqueza a quienes la generan para entregársela a quienes dejan de generarla. Claramente se trata de una carrera hacia la miseria“.
Ya sé que no podemos pedir planteamientos económicos serios a quienes parecen vivir en una adolescencia ideológica e intelectual que les impide asumir las consecuencias reales de los disparates que proponen. Lo que me pregunto es si las miles de personas que salieron ayer a la calle están dispuestas a apoyar ocurrencias que podrían hundirnos todavía más en la miseria. ¿Se leyeron las propuestas que iban a apoyar con su presencia antes de ir a las manifestaciones, o se creyeron que simplemente iban a apoyar una vaga idea de “cambio global” que no les comprometía a nada concreto? Bienvenidos al mundo real, amigos.
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