En menos de dos meses, el columnista de El Confidencial y tertuliano de Intereconomía ha pasado de hablar de “no negociar” con ETA a plantear “un nuevo escenario de entendimiento con ese mundo hasta ahora proscrito de la izquierda abertzale”.
Las hemerotecas son implacables. El 19 de octubre Federico Quevedo escribía lo siguiente: “lo último que deberíamos hacer ahora los demócratas es darle a ETA ni las más mínima esperanza de conseguir ni tan siquiera el más liviano de sus objetivos.” Como es bien sabido, al día siguiente ETA lanzó una nueva pantomima para intentar sacar tajada del ya moribundo gobierno de Zapatero ante el previsible escenario de un nuevo gobierno del PP que no quisiese ceder ante la banda terrorista como lo ha hecho el PSOE.
Del “no negociar” al “entendimiento” en menos de dos meses
Dos días después de ese infame comunicado etarra, Federico Quevedo hablaba de “no negociar” con ETA:
“No puede haber paz sin condena, no puede haber paz sin rendición, no puede haber paz sin justicia, no puede haber paz sin vencedores y vencidos y que los primeros sean los demócratas y las víctimas y los segundos los asesinos, no puede haber paz sin reparación a las familias de los muertos y a los heridos porque de lo contrario los primeros habrían muerto en balde y te pesaría para siempre como una losa.”
Pues bien: no han pasado aún dos meses pero hoy Federico Quevedo escribe lo siguiente: “caminamos hacia el final definitivo del terrorismo, pero eso implica un nuevo escenario de entendimiento con ese mundo hasta ahora proscrito de la izquierda abertzale y todavía no sabemos muy bien cómo vamos a compaginar ese escenario inevitable con el lógico sentimiento de protección de las víctimas del terror”. Por supuesto, esa “izquierda abertzale” proscrita no es otra que Batasuna, ilegalizada por la justicia por ser parte de ETA. Si se trata de entenderse con una parte de ETA, el sentimiento de las víctimas ya sabe cuál va a ser: el mismo que han demostrado ellas mismas -acompañadas por cientos de miles de españoles en las calles- estos últimos años cuando Zapatero pretendió hacer exactamente lo mismo: entenderse con ETA. Por otra parte, suena a broma de mal gusto que hable de proteger a las víctimas el que se deshizo en descalificaciones contra ellas a finales de octubre por el mero hecho de manifestarse contra la rendición ante ETA sin pedir permiso al PP.
Un cambio de discurso al compás de la dirección del PP
Llama la atención que el mismo que animaba hace menos de dos meses a “no negociar” con ETA hable ahora de “entendimiento” con los proetarras. Un cambio tan radical de discurso anima a preguntarse qué puede haber provocado semejante giro. Teniendo en cuenta que el señor Quevedo suele actuar como un recadero de Génova 13, tal vez haya que buscar una explicación a lo suyo en la actitud de la dirección del PP. Mariano Rajoy se unió a la injustificada euforia tras el anuncio etarra del 20 de octubre, y algunos de sus bastiones mediáticos tuvieron que hacer malabarismos para cambiar de discurso al compás del presidente del PP, cambio que fue fruto de la presión de la Casa Real -según El Confidencial Digital- y que tuvo como más humillante efecto el ver a ETA lanzando elogios a Rajoy en el comunicado que los terroristas lanzaron el 11 de noviembre. Afortunadamente, personas como María San Gil han seguido fieles a sus principios, algo que ha molestado a los que tienen por costumbre cambiar de discurso a la par que Génova 13.
Precisamente hoy en su portada El Confidencial arremete contra María San Gil y lo que denomina “el ala dura del PP” por firmar “un duro manifiesto contra Amaiur”. La noticia en cuestión señala a San Gil porque “vuelve a marcar discurso propio al margen de la línea oficial de Génova 13″. El Confidencial también se refiere a otros dirigentes del PP que han firmado el manifiesto como “apartados de la ortodoxia del partido”. Llega a ser entre cómico y patético ver tales muestras de servilismo partidista en un medio de comunicación. Eso sí: resulta grotesto ver arremetiendo contra María San Gil a un medio en el que Federico Quevedo llama al “entendimiento” con los proetarras. Desde luego, yo prefiero entenderme con María San Gil que con los que se niegan a condenar los crímenes de ETA.
ETA sigue en sus trece, pero ya le han infundido esperanzas
Desde esa pantomima etarra del 20 de octubre ETA no ha dado ni una sola muestra de arrepentimiento ni de tener la intención de reparar el daño causado a sus víctimas. Ni siquiera ha entregado las armas: ni una sola pistola. Antes bien, el 11 de noviembre, y como ya expliqué aquí, ETA lanzó un comunicado condicionando su entrega de armas a la “desmilitarización de Euskal Herria”, es decir, que no entregarán ni una pistola hasta que el Estado ceda a sus pretensiones y las Fuerzas de Seguridad salgan de las provincias vascas y Navarra. En este plan, sin que ETA haya hecho otra cosa que decir que va a dejar de matar -como si eso les hiciese merecer una recompensa-, el 23 de octubre los proetarras ya exigían la amnistía a los asesinos -es decir, que se deje libres e impunes a los terroristas- y el pasado sábado los presos etarras pedían concesiones del Estado.
El precio de que ETA deje de matar ya lo sabemos: volverán a matar si no se les complace. Por eso conservan su arsenal. Por eso se niegan a arrepentirse y a pedir perdón. Por eso se niegan a condenar sus crímenes (ayer mismo el diputado de Amaiur Xabier Mikel Errekondo se negaba a precisar cuándo condenarán a ETA, o si llegarán a hacerlo). El 20 de octubre ya dije aquí que estamos asistiendo a otro chantaje etarra. De momento tanto ETA como sus secuaces ya han conseguido sacar una suculenta tajada de las cesiones del gobierno de Zapatero: ETA ha vuelto a los ayuntamientos, a las diputaciones e incluso al Congreso de los Diputados, con lo que ahora tiene acceso a los datos del censo -es decir, a los domicilios de todos los ciudadanos- y a abundantes fondos públicos pagados por todos los contribuyentes, incluidas las víctimas. Pero además de conseguir sacar tajada de la debilidad de nuestro Estado de Derecho, a los terroristas se les están infundiendo esperanzas con discursos como el de Federico Quevedo. Y no lo digo yo: me limito a recoger lo que él mismo dijo el 19 de octubre: “No hay más paz que la que lo sea como consecuencia de la derrota de ETA y su desaparición, y todo lo demás es darle a ETA esperanzas de una victoria”.
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