Después de habernos llevado, junto a Zapatero, a la mayor ruina económica, política y social de nuestra historia en tiempos de paz (y después de haber traicionado a los españoles, legalizando a una banda de asesinos y entregado el gobierno de una de las provincias más ricas del país) Rubalcaba se atrevió a afirmar hace solo tres meses que sabía perfectamente cómo acabar con el paro. Desde entonces el desempleo no solo no ha bajado: ha crecido más que nunca. Y, sin embargo, Rubalcaba ha convertido en eje central de su campaña el mensaje de que el Estado del bienestar, que él mismo ha hecho inviable, se encuentra en riesgo si gana el PP.
Siendo así, ¿cómo este irresponsable puede tener la desvergüenza de presentarse a las elecciones del 20-N? Peor aún, ¿cómo es posible que existan todavía más de ocho millones de personas (siete, descontando a aquellas atadas al pesebre) capaces de seguir creyendo a este apóstol de la incompetencia y, en consecuencia, capaces de votar su propia ruina y la de sus hijos? Como decía France-Soir, “los izquierdistas españoles, al contrario que los europeos, están tan llenos de odio por lo que llaman derecha que en su sectarismo ciego ignoran completamente el desastre económico y social al que les han llevado sus dirigentes. Son incapaces de exigirles responsabilidades por ello”.
¿Cómo es posible que Rubalcaba -el hombre que afirma que el Estado del bienestar se encuentra en riesgo si gana el PP cuando su partido ha dejado a casi tres millones de personas tiradas en la cuneta sin subvención ni prestación alguna- tenga la desfachatez de presentarse a las elecciones? En cualquier país civilizado le habrían echado a patadas de su propio partido. Y, sin embargo, ahí lo tienen: ignorando el paro, ocultando la destrucción del Estado del bienestar y diciendo memeces del tipo “No nos someteremos a lo que digan los mercados”.
¿Cómo que no hará caso de los mercados? Entonces, ¿por qué no explica a los españoles de dónde va a sacar los 150.000 millones de euros de deuda pública que vencen en 2012?; ¿de dónde los 100.000 millones más que España necesita para cubrir la diferencia entre los ingresos y los gastos públicos en 2012?; ¿de dónde el dinero para pagar la sanidad, a los jubilados, a los parados y para mantener el resto de prestaciones sociales?
Por qué votar socialista es votar ruina
¿Cómo es posible que Rubalcaba -el hombre que afirma que el Estado del bienestar se encuentra en riesgo si gana el PP cuando su partido ha dejado a casi tres millones de personas tiradas en la cuneta sin subvención ni prestación alguna- tenga la desfachatez de presentarse a las elecciones? En cualquier país civilizado le habrían echado a patadas de su propio partido. Y, sin embargo, ahí lo tienen: ignorando el paro, ocultando la destrucción del Estado del bienestar y diciendo memeces del tipo “No nos someteremos a lo que digan los mercados”.
¿Cómo que no hará caso de los mercados? Entonces, ¿por qué no explica a los españoles de dónde va a sacar los 150.000 millones de euros de deuda pública que vencen en 2012?; ¿de dónde los 100.000 millones más que España necesita para cubrir la diferencia entre los ingresos y los gastos públicos en 2012?; ¿de dónde el dinero para pagar la sanidad, a los jubilados, a los parados y para mantener el resto de prestaciones sociales?
Por qué votar socialista es votar ruina
Ya lo expliqué en una ocasión, pero quiero recordarlo hoy cara a las elecciones. Siempre que el partido socialista ha gobernado esta nación la ha llevado a la ruina. Este es un hecho inmutable. Sin la existencia del socialismo, España sería hoy mucho más rica, infinitamente más culta e infinitamente más justa. Son los líderes socialistas los causantes de nuestra ruina, pero son sus votantes quienes han hecho posible el desastre.
La primera vez que el socialismo hundió económicamente al país fue en la crisis de 1932, aquella que los historiadores izquierdistas achacan a “la traición de empresarios y banqueros para sabotear la República”. La realidad fue que el Gobierno de la República actuó con una incompetencia económica absoluta. Su única preocupación, como nos recuerda el profesor Velarde, fue la destrucción de los logros económicos de Primo de Rivera, los mayores de la primera mitad del siglo XX.
Ortega y Gasset, en su discurso ante las Cortes Constituyentes en julio de 1931, afirmó que “si el régimen hoy naciente no triunfa en la economía, no tiene porvenir”. Espantado después por la ineptitud del Gobierno clamaría: “Es menester que encarguéis (la economía) a las personas más autorizadas que en España haya. Y si no hay bastantes traedlas del extranjero”.
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