El problema del ministro socialista no es de fe sino de números
Blanco invoca su fe cristiana para no aclarar el chanchullo de la gasolinera.
Pero el problema de Blanco no es de fe sino de números. El ministro debe
comparecer en el Congreso o ante los medios de comunicación para explicar sus
cuentas porque no cuadran sus ingresos con sus gastos. Es una cuestión de
aritmética elemental y no de creencias éticas o religiosas.
En total, 66.000 euros. Con esos ingresos, Blanco se ha comprado dos casas
en dos años y medio. Una de ellas escriturada en 670.000 euros en Madrid. La
otra está en la ría de Arosa.
El ministro de Fomento lleva a un hijo y a una hija a un centro privado de
Majadahonda por el que paga 5.200 euros al trimestre por ambos sin incluir la
ruta ni la comida.
Lo que se le exige a Blanco es algo tan elemental como una explicación
pública, aportando documentación de sus ingresos y sus gastos para demostrar
que las cuentas encajan.
Pero él prefirió ayer convertir este asunto en una cuestión de fe, como si
creer en Dios fuera un privilegio que hace innecesario rendir cuentas a los
ciudadanos.
Ni siquiera José Bono se atrevió a tanto. Ahora, el ministro de Fomento
pretende que aceptemos su palabra sin más, pero el hecho es que Dorribo aportó
documentos y estuvo cinco horas declarando el pasado jueves por segunda vez.
Alguna credibilidad debe ofrecer lo que dice.
Al margen de sus creencias, lo que Blanco debe explicar es cómo resulta
posible mantener ese nivel de vida con sus ingresos.
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