Las presiones del candidato Rubalcaba logran abortar los deseos de Zapatero de agotar la legislatura.
Si su legado en la gestión económica es desastroso, políticamente no sólo no ha resuelto problemas, sino que los ha generado. El Estatuto de Cataluña, hecho por iniciativa suya, ha dado el triunfo a una CiU inclinada al soberanismo y con un instrumento potentísimo para generar conflictos de competencias (incluída la lengua) con el Estado.
En el País Vasco, las cosas no están mejor. La legalización por el TC de Bildu ha dado a la coalición heredera de Batasuna un poder nunca soñado, que amenaza incluso la hegemonía del PNV en el bloque nacionalista. ETA está en tregua, pero aún no ha renunciado a la lucha armada.
Zapatero se permitió el lujo de reabrir viejas heridas con una polémica ley de memoria histórica. Y en política internacional, su apuesta más genuina, la Alianza de Civilizaciones, ha quedado arrinconada cuando no ignorada por todo el mundo.
Tal vez lo mejor de Zapatero haya sido su carácter dialogante, su capacidad para el pacto, su intento por romper en el PSOE con los años negros del felipismo. Sin embargo, hasta esos activos han quedado deteriorados tras su última decisión: impulsar a Rubalcaba como candidato.
Zapatero hinca la rodilla. El último asidero al que podía agarrarse el aún presidente del Gobierno, agotar la legislatura, también desaparece y el mandatario ya ha terminado de caer como fruta madura. La presión que ha ejercido el candidato del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha sido determinante para que se produzca el adelanto electoral. Será el 20 de noviembre, una fecha que, guste o no, aún sigue teniendo una cierta carga simbólica y emocional.
La elección de la fecha para anunciar que se anticipan los comicios tampoco el baladí. Con más de media España de vacaciones en el mes de agosto, la campaña preelectoral quedará reducida prácticamente a la nada para que los candidatos casi se topen de bruces con la propia campaña.
Tampoco hay que olvidar el sondeo del CIS publicado el 27 de julio de 2011 -El CIS se pone al servicio de Rubalcaba-, en el que el aspirante socialista recortaba más de tres puntos de desventaja a Mariano Rajoy y lograba situarse a solo siete del Partido Popular.
Zapatero quedó muy tocado tras la publicación el mismo día en 'El País' de un editorial y una carta del presidente de la editora, Juan Luís Cebrián, pidiendo elecciones ya. Aunque Rubalcaba le aseguró al presidente que no tenía nada que ver con ello, a él le quedó la duda: ¿Era creíble que un periódico tan afín al candidato socialista no le informara o consultara sobre esa andanada? Sobre todo, cuando Rubalcaba le había hecho llegar que él veía más posibilidades de evitar un desastre electoral si los comicios se celebraban en otoño.
Zapatero se va, forzado incluso en la fecha de las elecciones, en una situación de aislamiento en su partido y con su popularidad por los suelos. Su legado no puede ser peor. El paro, por encima del 20%, un crecimiento raquítico y unas expectativas nada alentadores (Moody's decidió ayer revisar a la baja la calificación del Reino de España, algunas autonomías e importantes bancos).
En el País Vasco, las cosas no están mejor. La legalización por el TC de Bildu ha dado a la coalición heredera de Batasuna un poder nunca soñado, que amenaza incluso la hegemonía del PNV en el bloque nacionalista. ETA está en tregua, pero aún no ha renunciado a la lucha armada.
Zapatero se permitió el lujo de reabrir viejas heridas con una polémica ley de memoria histórica. Y en política internacional, su apuesta más genuina, la Alianza de Civilizaciones, ha quedado arrinconada cuando no ignorada por todo el mundo.
Tal vez lo mejor de Zapatero haya sido su carácter dialogante, su capacidad para el pacto, su intento por romper en el PSOE con los años negros del felipismo. Sin embargo, hasta esos activos han quedado deteriorados tras su última decisión: impulsar a Rubalcaba como candidato.
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