domingo, 3 de julio de 2011

¿Por qué no debes chupar las cabezas de las gambas?

El cadmio, un metal que puede causar disfunción renal, se acumula en la cabeza de esos animales.

      
Chupar cabezas de gambas, cigalas, carabineros y otros crustáceos es un hábito muy español que hay que evitar en la medida de lo posible. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN) recomienda limitar su ingesta para minimizar la exposición de los consumidores al cadmio, un metal presente en las aguas marinas que contamina la carne del marisco, fundamentalmente las vísceras de su cabeza, y que puede causar disfunción renal.
El cuerpo humano absorbe poco cadmio, pero desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) avisan de que este metal tiende a acumularse en el organismo, especialmente en el hígado y el riñón, y tarda en eliminarse entre 10 y 30 años. «Altos niveles de cadmio en el organismo pueden causar disfunción renal, desmineralización de los huesos y, a largo plazo, cáncer», advierten.

Mercurio en el pescado azul

Otra de las recomendaciones de la AESAN, poco novedosa pero que ha hecho saltar las alarmas, es que las mujeres en edad fértil, embarazadas o en periodo de lactancia y los niños menores de tres años eviten el consumo de pescados azules grandes como el pez espada, el tiburón (cazón), el atún rojo y el lucio. Además, aconseja que se limite su ingesta a 50 gramos semanales en niños de entre 3 y 12 años.
¿La razón? Los niveles de mercurio que contienen y que se acumulan en la grasa de estos pescados. Las especies más grandes tienen más grasa y pueden acumular más cantidad de este metal, que podría afectar a «los consumidores con organismos más sensibles», como niños y embarazadas, según el director de la AESAN, Roberto Sabrido.
Se estima que una mujer embarazada de unos 60 kilogramos de peso que ingiera una ración (100 g) de pez espada a la semana superaría la ingesta máxima tolerable de metil-mercurioy que en un niño de entre 7-12 años (35 kg) puede consumir sólo media ración (50 g) de pez espada a la semana y ningún otro de los pescados grandes en ese mismo periodo
El mercurio llega al pescado a través de su alimentación. Según explica Ecologistas en Acción, viene derivado de la contaminación medioambiental; «especialmente de las emisiones de las centrales térmicas de carbón, o de las plantas de cloro sosa». Los peces lo acumulan en su organismo a lo largo de su vida, incrementando la concentración a lo largo de la cadena alimentaria, por lo que los niveles más altos se encuentran en las especies de gran tamaño como los grandes depredadores.

Efectos en la salud

ste metal puede inducir efectos tóxicos en algunos órganos y sistemas, como sistema nervioso, riñones, hígado y órganos reproductivos, pero el mayor riesgo es el neurotóxico, según informa la OCU.
La toxicidad del mercurio depende de su forma química, tipo y dosis de exposición y edad del consumidor. «Su forma orgánica, el metilmercurio, es un potente neurotóxico, que atraviesa la barrera hemato-encefálica y la placenta. Este contaminante puede provocar alteraciones en el desarrollo neuronal del feto y en niños de corta edad», advierten desde Ecologistas en Acción.
Como la ingesta de pescado azul es importante, ya que aporta, entre otros beneficios, grandes cantidades de ácidos grasos omega 3, estos grupos de riesgo pueden comer sardinas, anchoas o caballa con toda tranquilidad, pues al ser más pequeños contendrían menos cantidad de este metal. El resto de consumidores puede tomar este tipo de pescado con tranquilidad, eso sí, entre tres y cuatro raciones a la semana, y alternando con platos de pescado blanco.
                                            

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