martes, 19 de abril de 2011

El viaje de Míster Bean a China


A veces ciertos personajes insisten en parecerse a su caricatura

Toda la gira de Zapatero ha sido un vodevil de incompetencia, desorientación, imprudencia y nervios.


Vaticina mordaz Ignacio Camacho en ABC que Zapatero todavía nos va a dar grandes tardes de gloria:
El viaje a China de Zapatero ha estado a la altura de sus ocasiones más refulgentes. Hay circunstancias en las que algunos personajes públicos insisten en parecerse a su caricatura, y en el periplo asiático Zapatero ha sido más Míster Bean que nunca.
El sainete de la falsa inversión del fondo soberano chino, que ni era inversión, ni era de un fondo soberano, ni tal vez tampoco fuese chino, se le puede achacar a algún funcionario sobreexcitado por el ansia propagandística de vender logros o perdido, lost in translation, en las complejidades de la traducción de un exótico idioma; pero la ramplona metáfora del trasatlántico -¡en el aniversario del «Titanic»!- es propia e intransferible de nuestro singular genio sin lámpara, igual que el conseguido disfraz de reportero de «Caiga quien caiga».
Lo del fondo ha sido catalogado oficialmente como "error de comunicación". La web Cuarto Poder, citando fuentes del Gobierno, afirma que ese "error" tiene nombre y apellidos: el secretario de Estado de Comunicación, Félix Monteira.
Toda la gira ha sido un vodevil de incompetencia, desorientación, imprudencia y nervios, en el que el primer actor ha cosechado insuperables registros jocosos. Encadenados uno detrás de otro.
  • Uno: el ya citado patinazo del fondo que iba a comprar las cajas.
  • Dos: el anuncio de que no habrá más ajustes y la automática subida de veinte puntos en la prima de riesgo de la deuda.
  • Tres: la proclama optimista del momento económico el día en que se anunciaban los cinco mil despidos de Telefónica, el ERE de Bimbo y el cierre de PC City.
  • Cuatro...
Sí, ya, no tiene gracia. Es España entera la que hace el ridículo cuando su presidente se muestra tan fiel a sí mismo. Y el símil del transatlántico no carece de rigor cuando se piensa en un capitán que abandona el puente de mando y baja a dirigir la orquesta mientras el barco navega hacia la catástrofe.
Pero, qué quieren que les diga, o lo tomamos con humor o nos hundimos en la más negra melancolía. Bailemos hasta que el agua irrumpa en el salón de fiesta. La música es alegre, el ambiente está animado y falta por sonar el vals de las primarias...

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