España se ha convertido en el primer productor mundial de paro, para envidia de Zimbaue, pero la multitud atolondrada de los analistas económicos sigue picoteando el grano que diariamente Zapatero arroja en el comedero de las discusiones bizantinas: que si la presión fiscal sube o baja, que si la reforma impositiva afectará a los impuestos directos o indirectos, que si patatín, que si patatán.
Y, mientras Zapatero mantiene bien provisto el comedero de las discusiones bizantinas, completa el diseño de su plan para ganar las próximas elecciones, y las próximas, y así hasta que San Juan baje el dedo.
Es un plan tan evidente que pasa inadvertido a quienes se empeñan en buscarlo en escondrijos recónditos.
Zapatero sabe que el paro no hará sino crecer en los próximos años; sabe que, en apenas unos meses, la cifra de desempleados, abastecida con las nuevas incorporaciones que deparará el naufragio del Plan E, aquel trampantojo con el que se crearon puestos de trabajo superfluos y efímeros, alcanzará los cinco millones, que no harán sino incrementarse en los meses siguientes.
Zapatero sabe que cifras tan abultadas pueden desencadenar una revuelta social; pero también sabe que, si se gestionan con astucia, constituyen una provisión de votos formidable que le asegurará la permanencia sine die en la poltrona.
¿Y cómo se consigue que los parados voten en masa al hombre que los ha dejado sin trabajo?
Explica Juan Manuel de Prada en ABC que el método es simplicísimo; basta contemplar la naturaleza y reparar en la argucia que las hormigas emplean para apacentar a los pulgones, a quienes satisfacen en sus necesidades básicas para después extraerles esa secreción azucarada que constituye su predilecta ambrosía.
La ambrosía predilecta de Zapatero son los votos que le garantizan la permanencia en la poltrona; y para ello se dispone a satisfacer las necesidades básicas de su rebaño de pulgones, que son los millones de parados que previamente ha fabricado:
Se dispone a mantenerlos en un estado de «pobreza controlada», como los bodegueros mantienen los vinos a una temperatura constante que favorezca su fermentación, subsidiados con la limosnilla que conseguirá recaudar a costa de empobrecer a las clases medias; empobrecimiento que, a su vez, irá generando nuevas remesas de parados... y nuevas remesas de votos।
Avicena o Ibn Siná (como fue llamado en persa y en árabe) nació en el año 980 en Afshana (provincia de Jorasán, actualmente en Uzbekistán). Cuando tan sólo contaba con 17 años ya gozaba de fama como médico por salvar la vida del emir Nuh ibn Mansur. Puede ser considerado el inventor de la traqueotomía, cuyo manual operatorio sería precisado por el célebre cirujano árabe Abū el-Kasis de Córdoba. Libros: El canon de medicina, El libro de la curación, Poema de la medicina
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