El año acabará con un desequilibrio en las cuentas públicas de dos dígitos sobre el PIB (no hay precedente). Los gastos superarán a los ingresos en unos 100.000 millones de euros. Los ingresos van a menos y los gastos a mucho más. Y el desequilibrio se financia con deuda, es decir con impuestos futuros.
Cuando el ministro de Fomento, el más solvente del gabinete, propone subir los impuestos reconoce una obviedad: los impuestos ya han subido, simultáneamente al aumento del gasto público.
Como subraya con perspicacia Fernando González Urbaneja en ABC, otra cuestión es cuando el Gobierno pasa la factura a los ciudadanos, pero el hecho es irrevocable.
Medir los impuestos por los ingresos es un error de concepto, la cuenta buena es la que atiende a los gastos. Incluso con buena maña contable habría que estimar los gastos comprometidos (por ejemplo en pensiones) y revisar el balance del Estado a la luz de esa realidad.
Pero no pongamos las cosas peor de lo que están, simplemente con el gasto efectuado la subida de impuestos es cuestión de tiempo, pero tan ineluctable como que la noche sucede al día.
Los gobiernos tienen el monopolio de la fuerza, de la moneda y algunas otras armas para disimular sus pecados.
El pecado de gastar más de lo que se recauda es grave, sobre todo cuando mucho de ese gasto se convierte en corriente y recurrente, que es el caso.
El ministro de Fomento amaga con que pagarán más impuestos los ricos y que el aumento de gastos es virtuoso, gasto social que no admite rechazo.
En Economía y Hacienda hacen números y no salen; por eso callan, componen un presupuesto imposible para 2010 y gestionan el impúdico del 2009, que poco tiene que ver con la realidad.
Los impuestos ya han subido, otra cuestión es cuando pasarán la factura. Cuanto más tarde más cara.
Cuando el ministro de Fomento, el más solvente del gabinete, propone subir los impuestos reconoce una obviedad: los impuestos ya han subido, simultáneamente al aumento del gasto público.
Como subraya con perspicacia Fernando González Urbaneja en ABC, otra cuestión es cuando el Gobierno pasa la factura a los ciudadanos, pero el hecho es irrevocable.
Medir los impuestos por los ingresos es un error de concepto, la cuenta buena es la que atiende a los gastos. Incluso con buena maña contable habría que estimar los gastos comprometidos (por ejemplo en pensiones) y revisar el balance del Estado a la luz de esa realidad.
Pero no pongamos las cosas peor de lo que están, simplemente con el gasto efectuado la subida de impuestos es cuestión de tiempo, pero tan ineluctable como que la noche sucede al día.
Los gobiernos tienen el monopolio de la fuerza, de la moneda y algunas otras armas para disimular sus pecados.
El pecado de gastar más de lo que se recauda es grave, sobre todo cuando mucho de ese gasto se convierte en corriente y recurrente, que es el caso.
El ministro de Fomento amaga con que pagarán más impuestos los ricos y que el aumento de gastos es virtuoso, gasto social que no admite rechazo.
En Economía y Hacienda hacen números y no salen; por eso callan, componen un presupuesto imposible para 2010 y gestionan el impúdico del 2009, que poco tiene que ver con la realidad.
Los impuestos ya han subido, otra cuestión es cuando pasarán la factura. Cuanto más tarde más cara.
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