Fue un fraude. Los libros de historia de la fotografía, todas las descripciones de la foto más reproducida de la guerra civil española y las biografías del fotógrafo Robert Capa se tendrán que rehacer.
La instantánea que dio a conocer al mundo el conflicto español y que convirtió a Capa en el fotógrafo de guerra más famoso no retrata al miliciano alcoyense Federico Borrell mientras cae mortalmente herido en Cerro Muriano (Córdoba) durante los combates del 5 de septiembre de 1936.
Afirma Ernest Alós en El Periódico de Catalanuya que ha podido localizar el lugar donde Capa y su compañera Gerda Taro retrataron las evoluciones de un grupo de milicianos de Alcoi, y la ubicación confirma casi definitivamente que la secuencia fue un montaje flagrante.
Las 40 fotografías de esa jornada, expuestas en las muestras Això és la guerra! Robert Capa en acció y Gerda Taro del Museu d’Art de Catalunya (MNAC), y los catálogos que las recogen, han permitido identificar sin lugar a dudas el paisaje: se trata de la loma de Las Dehesillas, junto al casco urbano de Espejo (Córdoba) y a unos 10 kilómetros del frente. Las coordenadas: 37° 40’ 39’’ Norte, 4° 32’ 57’’ Oeste.
El cambio de ubicación en 50 kilómetros cambia toda la historia y confirma definitivamente que la secuencia estuvo preparada. En Espejo solo hubo lucha entre el 22 y el 25 de septiembre, al mismo tiempo que la fotografía era publicada en la revista francesa Vu y 20 días después de que los fotógrafos dejasen Cerro Muriano el 5 de septiembre (pudieron parar en Espejo uno o dos días antes o después).
Espejo era el atrincherado cuartel general de la fuerza de carabineros, militares y milicianos mandada por el comandante Joaquín Pérez Salas, las posiciones franquistas más cercanas estaban a 15 kilómetros, en el pueblo de Montilla, y la colina está orientada hacia localidades que esos días estaban bajo control republicano, no rebelde.
Que en estas circunstancias, mientras los milicianos y los fotógrafos «hacían el tonto» –algo que acabó reconociendo el biógrafo de Capa, Richard Whelan– se escapasen varios disparos desde el frente enemigo y que acabasen con la vida de al menos tres milicianos (las fotos muestran a dos de ellos cayendo abatidos y tres cuerpos tendidos en el suelo), sin dejar ningún herido, entra de lleno en el campo de lo inverosímil.
Aún más cuando ni los partes militares recogen acciones ni los recuerdos de los combatientes registran bajas a principios de septiembre.
La versión de la muerte en combate se desmorona incluso sin tener en cuenta las numerosas dudas que ya pesaban sobre el reportaje que supuso el bautismo de fuego de los novatos Capa y Taro: la dudosa postura del caído, la increíble casualidad de que dos milicianos (el famoso y otro) cayesen en el mismo punto frente a una cámara situada en la misma posición, los posados de milicianos apuntando en medio de un descampado a pecho descubierto (y en una ocasión, con el fotógrafo en plena línea de fuego)...
UBICACIÓN INCOHERENTE
Pero contrastar qué sucedió en Espejo esos días y qué representa la foto es definitivo. Lo hace Francisco Moreno, el historiador que ha estudiado exhaustivamente la guerra civil en Córdoba, que calificó primero esta tesis de «fantasmagoría» pero se quedó paralizado mientras le mostraban las fotografías.
«Me extraña que el cachondeo que se ve en las fotos lo permitiese Pérez Andújar, uno de los oficiales más serios y disciplinados de la República. Pero en los combates de Cerro Muriano del 5 de septiembre era imposible que hiciesen poses como las de la foto. Y si es Espejo y es una representación, lo es de principio a fin, incluyendo la muerte. Allí no podía haber muertos porque no los hubo hasta finales de septiembre. Y solo hubo combate urbano». Poco antes o después del 5 de septiembre, Capa y Taro podrían haber llegado a Espejo sin encontrar acción real que fotografiar (en Cerro Muriano solo tenían refugiados), pero sí milicianos desocupados dispuestos a posar.
Que es Espejo lo confirman las fotos de la serie que muestran un horizonte amplio, con cortijos, cultivos y colinas que los vecinos del pueblo reconocen de inmediato: las sierras de Montilla y de Cabra, los olivares de Castro del Río e instalaciones olivareras (los Molinos del Campo, la Casilla de los Taladores).
Tres de ellos (Águedo Pavón, Salvador Ramírez y Rafael Rodríguez) muestran el camino a una loma junto al cementerio del pueblo donde la perspectiva puede ser similar. Y efectivamente, en Las Dehesillas, un olivar desde los años 40 pero un sembrado en 1936, la perpectiva encaja con los horizontes de las fotografías de Capa y Taro, con una alineación idéntica entre los picos, los caminos y las edificaciones que aún se conservan. Eso sí, el lugar esta encarado a territorio republicano en esos días.
Uno de los vecinos más ancianos de Espejo, Francisco Castro, que ese verano de 1936 tenía 9 años, recuerda a los milicianos de Alcoi, y su descripción también es un duro golpe para la fotografía: «Hasta que vinieron desde Montilla a finales de septiembre aquí no hubo ni un tiro, solo algún bombardeo de aviación. Los milicianos se paseaban por las calles y se comían los mejores jamones del pueblo».
Debieron de dejar buen recuerdo, porque cuando los de Espejo tuvieron que emigrar «la mayoría fueron a trabajar a Alcoi».
Cuando los sublevados llegaron no hubo un simple tiroteo: entre el 22 y el 25 de septiembre se produjo un asalto sangriento, con bombardeos por tierra y aire, sin que los marroquís tomaran prisioneros y con ejecuciones incluso de los reclutas que se rindieron. Moreno escribe que en la toma de Espejo murieron al menos 108 defensores (400 según otras fuentes), enterrados sin registro alguno.
Entre ellos estaba Juan Ruesca, líder del contingente de anarquista Alcoi en Espejo (el resto, con Borrell, estaban en Cerro Muriano). ¿Estaban entre ellos los milicianos de las fotos, o vivieron para luchar, y muchos morir, el 1937 en Teruel?
Cyntia Young, comisaria de la exposición Això és la guerra!, está abierta a «nuevas interpretaciones». Incluso si el lugar fuese Espejo, dice, quedaría el valor de la imagen como icono. «Seguiría siendo la misma foto», apunta.
LENTO DESCUBRIMIENTO DE LA VERDAD
La historia de la foto ha sido tortuosa y, desde hace 30 años, plagada de dudas. El ICP de Nueva York, el instituto que conserva el legado de Capa, solo hizo públicas en el 2007 las 40 fotos conservadas, 34 atribuidas a Capa y 6 a Taro.
Las publicadas en 1936 en la revista francesa Vu acompañaban, en una doble página, otras fotos realmente tomadas el 5 de septiembre en Cerro Muriano, con civiles huyendo, así que se asumió que formaban parte de la misma serie. Un retazo de horizonte en la foto del miliciano caído fue identificado por el profesor Francisco Moreno como Cerro Muriano, donde sí hubo combates, y años después se identificó al caído como el miliciano Federico Borrell, que sí murió allí.
Parecían razones sólidas. Pero el documental La sombra del iceberg descartó la identificación de Borrell, y hace un mes, el libro Las sombras de la fotografía, del profesor de la Universidad del País Vasco José Manuel Susperregui reconocía las lomas de las fotografías desclasificadas como Espejo, aunque creyó identificar el lugar como las trincheras avanzadas frente a las posiciones franquistas.
El experto en Capa Carles Querol ha situado también in situ el paisaje. El punto identificado por este diario está más a la retaguardia y los testimonios confirman la ausencia de combates en las fechas en que Capa y Taro estuvieron allí.
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